El equipo de Pellegrino perdió la identidad que él mismo le
había dado en el semestre anterior. Con más variantes en ataque, la falta de
audacia y de juego son muy notorias.
El Flaco está preocupado por el bajón de varios de los
players.
Por Beto Tisinovich
Mauricio Pellegrino llegó a Independiente a mediados del año
pasado. Encontró un plantel joven, con muchas falencias físicas y
futbolísticas. Incorporó experiencia con Pellerano, Vera, Ortiz y Cebolla
Rodríguez. Sin ser nada del otro mundo, empezó a cambiarle el concepto de los
hinchas, que lo tenían como un DT defensivo por haber llegado de Estudiantes de
la Plata, la antítesis histórica del Rojo. Lo levantó más de lo esperado y, si
bien mancó en todas las instancias clave (Copa Argentina, Sudamericana y Liguilla
pre-Libertadores), se notó su mano en la identidad que le dio al equipo. Con
los refuerzos en buen nivel, hizo resurgir a Benítez, Méndez se hizo cargo de
la conducción, Tagliafico fue ese lateral que pedía Selección y Cuesta se
afianzó gracias a un curso intensivo que le dio el DT, conocedor del puesto.
Pero llegó el 2016 y parece que todo lo hecho en los seis meses anteriores se
perdió vaya a saber donde. No se le pueden achacar a las idas de Mancuello y
Pisano, quienes por lesiones y bajas actuaciones no integraron mucho el 11
inicial. ¿Que pasó entonces? Porque ahora con más calidad en la plantilla con
las llegadas de Germán Denis, Leandro Fernández, Emiliano Rigoni y Rodrigo
Gómez, las actuaciones del CAI en las cuatro fechas del torneo dejan mucho que
desear. Perdió solidez, intensidad y eficacia.
Nada es lo mismo. Las lesiones de Diego Vera y el Cebolla lo
complicaron, pero lo peor es que no encontró un juego asociado para abastecer a
cualquiera de los delanteros que jueguen. Con el sistema 4-2-3-1 no tuvo
resultados ni con Belgrano (a pesar de haber ganado), ni Godoy Cruz (a pesar de
haber hecho un gol, de entrada) y menos con Central (a pesar de que venía de
jugar el clásico 72 horas antes). Aquino fue el encargado pero no pesó. Por eso
sorprendió aún más que contra Racing meta en cancha un triple cinco. Nada de
audacia ante un rival que le regaló campo y pelota desde el arranque. Cauteloso
por dónde se lo mire, ya que jamás logró que sus muchachos hagan sentir el peso
de la localía al vecino. No presionó, no hubo movilidad y careció de juego. Si
la idea era que Méndez sea una especie de conductor, le erró. Es que Jesús,
como Ortiz, están muy imprecisos. Lo único positivo fue ver a un recuperado
Torito Rodríguez que rindió como único volante central. Y si bien casi gana el
partido por esa gran jugada de Rigoni, quien entró por la lesión del Marciano,
que tan bien culminó Leandro Fernández, ningún hincha del CAI se iba conforme
con la actuación. Ahora, ¿por qué teniendo variantes en ataque Pellegrino
prefiere tomar tantos recaudos? ¿Por qué el equipo perdió prestancia y no
avasalla al que tiene enfrente? ¿Por qué Denis se encuentra perdido y termina
agotado de tanto correr? Son algunas de las preguntas del mundo rojo. Es que,
además, con varios de los candidatos jugando la Libertadores, Independiente
tiene la presión de pelear arriba. En cuatro fechas y con tres partidos de
local apenas sumó cinco puntos, aunque con un fixture complicado. Se le viene
River, con Copa entresemana, y tiene la chance justa para encaminar este mal
presente. Está en una situación límite. Deberá animarse a jugar y buscar el
triunfo si no quiere que la ilusión termine en Núñez. La camiseta se lo exije.
Fuente Olé
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