Por Cristian Fernández
Independiente ganaba 1-0 con un gol de Leandro Fernández
agónico a los 40. Sin embargo, cuatro minutos después, apareció Lisandro López
de chilena para igualar el encuentro. Abal, dio 2,45 de alargue. Un empate que
sigue golpeando al hincha y a un equipo que cada día juega peor.
Clásico flojo y para el olvido, aunque quedará en el
recuerdo de muchos por los últimos 7 minutos. El gol de Leandro Fernández a los
40, tras un gran anticipo, corrida y habilitación de Emiliano Rigoni desató la
locura en el Libertadores de América. Sin embargo, 4 minutos más tarde, sí a
uno del final, De Paul ganó la pelota, derivó para Romero que lanzó un centro
al corazón del área que Lisandro López aprovechó para igualar el resultado con
una chilena espectacular.
Otra vez, la defensa de Independiente y los mediocampistas,
más el arquero debajo de los tres palos, apoyaron cada movimiento del rival
para la igualdad final y el golpe que nadie esperó.
Ya en el primer tiempo, el Rojo mostró flaquezas. Mauricio
Pellegrino intentó ser más ofensivo con la inclusión de Germán Denis junto a
Martín Benítez y Fernández. Aunque, claro está, esto le permitió cuidarse más,
porque de arranque metió a Diego Rodríguez Berrini, Jorge Ortiz y Jesús Méndez.
Los tres con la función de contener y jugar. Sí, en ese orden.
De esta manera, Independiente no tuvo profundidad. Llegaba
tocando hasta mitad de campo contrario y ahí, cuando necesitaba firmeza y
precisión en cada ataque chocaba con su propia carencia de ideas ofensivas. Así
fue que lo más peligroso fueron dos remates de afuera en los pies del Marciano.
En el complemento, Facundo Sava comenzó a realizar cambios
ofensivos. Su equipo ganó en juego y en profundidad. Así encontró caminos para
dañar, pero sin ser muy punzante, porque como en la etapa inicial se cuidó
mucho para evitar la derrota.
Pellegrino, por su lado sacó a Denis sorprendiendo a todos.
Y, más tarde, puso a Claudio Aquino en lugar de Martín Benítez. Es cierto que
el Misio no estuvo preciso, como todo el equipo, pero el DT lo volvió loco cada
vez que se tiraba al centro, ya que le indicaba que se recostara en la banda.
Recién rompió la línea de tres número cinco cuando Ortiz, dolorido, dejó la
cancha para que ingrese Rigoni.
Lejos de ser un planteo diferente, Independiente continuó jugando
al pelotazo y si bien encontró la diferencia y pudo haberlo ganado, nunca logró
ser más que su rival. Desde que llegó Denis, el equipo juega directamente al
pelotazo y eso enferma. El Rojo debe jugar, JUGAR, y esto es lo que menos hace.
Ahora se viene River y cada vez estamos más lejos de pelear el torneo. Basta.
Fuente Infierno Rojo
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