—Va a venir
el centro desde la punta derecha, es un infierno el área 18, arde el cuadro de
rigor, Magrín entre los tres palos, empujándose Sabioli con García Mainetti.
¡Cuidado muchachos, cuidado muchachos! Si los ve el árbitro se van los dos para
los vestuarios. Entraña serio peligro este tiro libre, sube Tomé, sube Romano,
ahí también va Julio Esteban Agudelo en procura del centro, no respeta la
distancia Omar Grafigna. ¡Qué cosa con Grafigna, siempre lo mismo! ¡Vamos
Grafigna, un poco más atrás! Va a lanzar desde el flanco derecho Juan Carlos
Marconi, el áspero marcador de punta de River Plate, se demora la maniobra.
¡Cabrini!
—¡Almaceri
termina con el ruido de su motor! ¡Almaceri 348, el anticorrosivo líquido amigo
del motor de su coche! ¡No lo olvide! Búsquelo en…
—¡Un
momento, Cabrini! Vino el centro, saltó un hombre, un cabezazo, rebota el
esférico, sale del área, surge Peñalba, otro golpe de cabeza, va al suelo Tomé,
nuevamente Peñalba llega, cruza, pelea. ¡Un león, Peñalba! Salta Romano,
cuidado, ahí está, le va a pegar… ¡Qué lástima, Cattamarancio!… Llegó, apuntó,
midió, le metió un derechazo tremendo y la mandó apenas rozando una de las
torres de iluminación, para ser más preciso la que da a espaldas de la Figueroa
Alcorta.
—Se lo
perdió Cattamarancio. Llegó muy bien a esa pelota alejada por Peñalba, le pegó
de zurda y la tiró a las nubes. Lo habíamos dicho.
—Estaba el
gol ahí.
—Estaba el
gol.
—¡Qué bien,
Peñalba! ¿No, Rodríguez Arias?
—Usted lo ha
dicho, Ortiz Acosta. Excelente el uruguayo, un jugadorazo.
—¡Qué
estampa, qué figura, qué manera de pararse en la cancha! ¿Sabe a quién me hace
acordar, Rodríguez Arias? A aquél que fuera extraordinario fulback de Racing y
nuestra selección… ahora su nombre no viene a mi memoria… ¿Cómo es que se
llamaba? Qué hacía pareja con Alejo Marcial Benítez, el “Sapo” Benítez, la
misma forma de pararse, hasta el mismo peinado tiene, vea…
—¿Saúl
Mariatti, dice usted?
—No, no
Cabrini. ¿Cómo era este muchacho? Que tantas veces luciera la blanquiceleste,
averígüeme Cabrini; le digo más, atajaba Delfín Adalberto Landi para la
institución de Avellaneda en esa época…
—Le
averiguo, Ortiz Acosta.
—Y actíveme
la comunicación con Petrogrado, Cabrini. En pocos minutos tendremos contacto
con la ciudad soviética de Petrogrado, allá en la fría tundra del gran país
socialista. En pocos minutos, señores. ¡Se nubló sobre el Monumental de Núñez,
qué feo se ha puesto el día, cayeron las sombras sobre el estadio de River,
pero el público no deja por eso de vivir intensamente esta fiesta del deporte
porque el fútbol es la pasión argentina dominguera que nos aleja al menos por
un día de los problemas cotidianos, porque no sólo ya el hombre de la casa
disfruta de este espectáculo sino que también las mujeres y los niños, la
familia argentina plena goza de esta fiesta hebdomadaria y porque, ¡se animó el
partido, Rodríguez Arias!
—Usted lo ha
dicho, Ortiz Acosta. Se fue River arriba empujado por el temperamento, la
fuerza y la petulancia de Sebastián Artemio Tomé.
—Con la
pelota Ignacio Surbián avanza el rubio mediovolante de la visita, cruza la
línea demarcatoria de medio campo, pelotazo para el puntero derecho, no va a
llegar, no va a llegar, no va a llegar y no llegó. No llegó Falduchi a esa
pelota. Jugó un tiempo en Racing y luego pasó a Atlanta, si mal no recuerdo. El
zaguero de la Academia cuyo nombre trato de recordar y luego pasó a Atlanta, si
mal no recuerdo. El zaguero de la Academia cuyo nombre trato de recordar, luego
de Racing pasó a militar en el conjunto bohemio, estoy casi seguro. Esa pelota
se fue a la tribuna. Averígüeme Cabrini. Otra vez River en el ataque, ahí va
Giménez, lo busca a López, pared para Giménez, se metió, se metió…
¡Qué fuerte
salió Bermúdez! Va muy fuerte el misionero, algún día va a lastimar a alguien.
Trabó abajo, le sacudió el tobillo al chico de la bandera roja, muy fuerte, muy
fuerte el cuevero de San Lorenzo. Es para tarjeta.
—No tiene
necesidad Bermúdez es un buen jugador. Lo habíamos dicho.
—Yo no sé
qué le pasa a ese chico. Se enloquece en el campo de juego. Y es un muy buen
muchacho fuera de la cancha. De buena familia, buenos padres, hogar bien
constituido, madre comprensiva. Pero no sé, adentro se transforma… ¡Cabrini!
—¡A correr,
a saltar, a “Monigote” no le van a ganar! Ropa para niños “Monigote”, la línea
que lo aguanta todo. Otro producto diez puntos de la afamada marca.
—¡Un
momento, Cabrini, que se va a ejecutar el tiro libre y hay sumo riesgo para la
valla defendida por Guillermo Rubén Magrín, el muchacho de Tres Arroyos! Se
forma la barrera con dos, tres, seis hombres, imponente esa barrera, una
verdadera muralla, el balón descansa aparentemente tranquilo a unos… 23 metros
del arco en línea casi recta al entrecejo del golquíper azulgrana.
—Lindo tiro
para García Mainetti.
—Para García
Mainetti o Giménez. Los dos le pegan bien. Por favor Cabrini, averígüeme. Este
zaguero de Racing que le digo, también formó pareja con Anastasio Rico, un tres
que pasó por Boca y que luego brillara tantos años en el fútbol colombiano.
—¿Pablo
Eleuterio Mercante?
—No, Mercante
no, no. ¿Cómo se llamaba este muchacho? ¿Ya está la comunicación con
Petrogrado? ¿Ya está la comunicación con Petrogrado? ¿Ya la tenemos?
—Todavía no,
Ortiz Acosta.
—Va a tirar
García Mainetti, hay peligro, hay peligro, aroma de gol en el estadio, atención,
atención… ¿Cómo se llamaba este muchacho que jugaba con Alejo Benítez? Me
parece estar viéndolo, alto, rubio, venía de Excursionistas. ¿No tenemos la
comunicación con Petrogrado? todavía no la tenemos, están haciendo esfuerzos
los muchachos de la estación terrena de Balcarce, gracias muchachos, no es
responsabilidad de ellos, hay peligro en este disparo, es problema de la
estación receptora de Quito, Ecuador o tal vez del radioenlace de Ciudad del
Cabo… ¿Ya lo tenemos, Cabrini?
—Un momento,
Ortiz Acosta, nos informan desde…
—¡La pelota
pegó en el palo, rebota, se salvó San Lorenzo, un bombazo, entra López, remata,
pega en un hombre, cuidado, puede ser…! ¡Qué lástima, Cattamarancio! Llegó a la
carrera ante ese rebote corto, le pegó de volea como venía y estremeció el
Autotrol de un pelotazo…
—Entró bien
Cattamarancio con el olfato clásico de los goleadores, se apuró a darle, le
pegó con un fierro y abolló el cartel indicador.
—Lesionado
Peñalba, Ortiz Acosta.
—Lesionado
Peñalba, lesionado Peñalba. Quedó en el suelo Peñalba, atención esto puede ser
importante, hombre fundamental en el esquema de San Lorenzo, está en el suelo,
se toma la pierna…
—Pierna
derecha…
—Pierna
derecha, puede ser aductor, o gemelo, vamos a ver, averigüemé Cabrini, juego
detenido, esperemos que no sea nada, corren los auxilios. Este muchacho que
hacía pareja con Alejo Benítez, luego de revistar en Atlanta, pasó al Cúcuta de
Colombia cuando era técnico Isidro Mendoza, el “ado” Mendoza. ¿Usted no lo
recuerda, Rodríguez Arias?
—¿El Pardo
Sabiña?
—No. No.
Este era rubio, alto, buen físico. ¿Cómo se llamaba este muchacho? Parece
mentira, pequeñas trampas que nos hace la memoria, sigue el juego, ataca San
Lorenzo, se viene Grafigna, creo que el apellido empezaba con “hache”, un
apellido polaco o algo así, se tiró a la punta, busca el desborde Manuel
Carrizo, muy veloz, la tiró para adelante y a correr, si la alcanza hay
peligro, cuidado, cuidado… ¿Tenemos la comunicación con Petrogrado, ya la tenemos?
¡Tenemos la comunicación con Petrogrado, ya la tenemos? ¡Tenemos la
comunicación con Petrogrado, adelante don Urbano Javier Ochoa, desde
Petrogrado, adelante don Urbano Javier Ochoa!
—…
—¿Qué pasa?…
Algo pasa… No se oye… ¿Se cortó?
—¿Ortiz
Acosta?… Sí… ¿Ortiz Acosta?
—¡Don Urbano
Javier Ochoa, Ortiz Acosta le habla desde el estadio de River, están jugando
River y San Lorenzo, 15 minutos del segundo período y empatan sin goles, señor
Ochoa!
—Muy bien…
yo estoy muy bien, pero…
—El pueblo
argentino quiere saber, señor Ochoa, quiere que nos cuente, cómo ha sido hasta
el momento ese raid que usted está llevando a cabo a lomo de dos caballos
argentinos, dos caballitos argentinos como fueran aún en la memoria y el
orgullo de todos nosotros. Y que nos cuente además, señor Ochoa, cómo ha sido
ese viaje que tras cruzar el Estrecho de Bering lo ha llevado a la tundra
soviética, señor Ochoa…
—Bueno,
Ortiz Acosta, yo estoy…
—Los
argentinos, quiero adelantarle, señor Ochoa, y perdone que lo interrumpa,
estamos muy pero muy orgullosos y asombrados de que en esta época de los vuelos
inter espaciales y las comunicaciones maravillosas que nos unen con todos los
confines más remotos del planeta, un hombre, un gaucho nuestro, se lance a la
aventura de unir San Antonio de Areco con Stalingrado…
—Bueno,
señor Ortiz Acosta, yo…
—Un momento,
amigo Ochoa, un momento, acá lo dejo con Peñalba, recio pero leal cuevero de
San Lorenzo de Almagro, quien en estos momentos se encuentra lesionado al
costado del campo de juego y a quien ya, ya, nuestro colaborador, Miguel
Horacio Cabrini, le coloca los auriculares y lo deja conversando con usted.
Explíquele a él las características de esos dos maravillosos caballos
argentinos que lo están llevando a usted por todos los rincones del mundo proclamando
a los hombres de buena voluntad el firme e indoblegable temple de los jinetes
de nuestra tierra.
—Cómo no,
señor Ortiz Acosta, pero yo…
—¿Cómo le
va, señor Ochoa?
—Bien, bien,
yo querría…
—Bueno, acá
el partido se ha puesto un poco duro, yo recibí un golpe en la canilla, creo
que fue el trabar con el ocho de ellos, no hubo mala intención, son cosas que
suceden en el ardor del juego…
—Sí, por
supuesto, amigo… ehh…
—Peñalba,
Eber Virgilio Peñalba.
—Sí, amigo
Peñalba, yo no tengo el gusto de haberlo visto jugar a usted porque cuando yo
salí de San Antonio de Areco, hace ya de esto unos…
—¡Ochoa!
¡Don Urbano! Ortiz Acosta le habla… ¿Está muy frío allá?
—¿Acá?
Bueno, señor Ortiz Acosta, el problema en estos momentos no es tanto el frío,
usted sabe que…
—Porque yo
recuerdo que cuando fuimos con la selección argentina, hace unos años, hacía
realmente mucho pero mucho frío…
—Bueno, sí,
es cierto, señor Ortiz Acosta, pero…
—Lo dejo de
nuevo con Peñalba, señor Ochoa, explíquele a él, por favor, el efecto que ha
causado ese clima tan duro, tan difícil de sobrellevar, en los dos caballitos
argentinos que le están posibilitando a usted ingresar por la puerta grande de
la historia de la hípica nacional.
—¿Cómo le
va, señor Ochoa?
—Bien, amigo
Peñalba, como le decía al amigo…
—No. No
habla Peñalba, yo soy Escudero, el masajista de San Lorenzo. Peñalba ha vuelto
a jugar y me pasó los auriculares…
—Mucho
gusto, señor Escudero, yo…
—¡Don
Urbano, don Urbano! Ortiz Acosta lo interrumpe, dígame usted con esa proverbial
memoria del criollo de nuestra tierra que lo hace recordar hasta los más
mínimos detalles ya sean históricos o geográficos, y ahí está el ejemplo
siempre presente de los baqueanos, yo le quería preguntar, don Urbano, si usted
no recuerda el nombre de aquel zaguero que hiciera pareja con Alejo Marcial
Benítez en Racing, que luego fuera transferido a Atlanta, allá por el año…
—Bueno,
amigo Ortiz Acosta, para serle sincero yo…
—Tal vez
estoy abusando de su sapiencia, don Urbano…
—No, lo que
pasa es que yo quería contarle algo que…
—¡A ver… ¡Un
momentito, don Urbano, un momentito! Creo que ya tenemos comunicación con
Tonopah, en el estado de Nevada, Estados Unidos de Norteamérica. Creo que ya la
tenemos. Un momentito… ¡Sí, sí, adelante señor Santiago Collar desde Tonopah,
Estados Unidos de Norteamérica, adelante!
—Buenas
tardes, Ortiz Acosta.
—Buenas
tardes, buenas tardes, amigo Collar, aunque para ustedes, calculo debe ser ya
de noche en el gran país del norte! ¡Señor Collar, lo voy a poner en contacto
con un gaucho argentino, un criollo de ley, que en estos momentos está
cumpliendo un raid, una verdadera hazaña a lomo de dos caballos argentinos y
que habla con usted desde la ciudad de Petrogrado en Rusia!
—Cómo no,
señor Ortiz Acosta, será un placer para mí y además…
—Atención en
Petrogrado, don Urbano Javier Ochoa, lo dejo conversando con el señor Santiago
Collar, un relevante ingeniero argentino que se encuentra trabajando en los
yacimientos carboníferos de Tonopah, Nevada, 150 metros bajo tierra. El
ingeniero Collar es presidente de la “Peña Argentina Amigos de Radio Laboral”
agrupación formada totalmente por mineros compatriotas nuestros que están
trabajando allá en esas formidables vetas carboníferas y que se reúnen
religiosamente, don Urbano, para escuchar los encuentros de fútbol que Radio
Laboral les hace llegar hasta las oscuras profundidades del socavón. ¡Adelante,
adelante ustedes, señor Santiago Collar, desde Tonopah!
—¿Cómo le
va, señor Ochoa? Es para mí una gran emoción…
—Perdón.
Escudero lo escucha, señor Collar, el masajista de San Lorenzo.
—Mucho
gusto, señor Escudero, bueno, sería interesante si yo pudiera hablar con el
señor Ochoa, allá en Rusia…
—¡Adelante,
señor Ochoa desde Petrogrado, adelante!
—Bueno,
amigo Ortiz Acosta, lo que yo quería comentarle desde acá, desde Petrogrado, es
que está sucediendo algo extraño. La gente acá está muy asustada, ha habido
varias explosiones atómicas, han caído misiles sobre muchas ciudades rusas, sa
habla de un ataque nuclear norteamericano, y a decir verdad, señor Ortiz
Acosta, yo también estoy bastante asustado, mis animales están nerviosos, no se
sabe bien qué pasa…
—¡Qué pena,
don Urbano, qué pena, qué pena que nos da todo esto que usted nos cuenta,
realmente nos aflige como argentinos, esa situación que usted está viviendo
ante la intemperancia que reina en algunas regiones del mundo por las cuales
usted está transitando como verdadero símbolo de paz, tranquilamente!
—Sí, amigo
Ortiz Acosta, se dice que el aire está contaminado…
—¡Un
momentito, un momentito, don Urbano, que acá avanza River, puede haber peligro,
se van en contraataque el conjunto de la banda roja, entró al área Menegussi,
midió, tiró, la pelota cruza frente a los palos, llega el once, cuidado…! ¡Qué
lástima, Cattamarancio! Solo frente a los palos la quiso reventar y en lugar de
tocarla la fusiló sobre la bandeja alta…
—Es de no
creer, Ortiz Acosta. Con todo el arco a su disposición, el wing izquierdo
millonario la tiró a cualquier parte. Lo habíamos dicho.
—¡No quiera
creer usted el gol que perdió Cattamarancio, amigo Collar, allá en Estados
Unidos! ¡Adelante usted!
—Gracias
Ortiz Acosta, yo quería aprovechar la posibilidad que tan gentilmente nos
brinda su emisora, porque aquí a mi lado se encuentra ni más ni menos que el
presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Acá está sucediendo algo
terrible, señor Ortiz Acosta, ha habido un ataque nuclear soviético, muchas de
las grandes ciudades están destruidas, el presidente de los Estados Unidos,
junto a algunos otros hombres de gobierno, se ha refugiado acá, junto a
nosotros, bajo tierra, y me piden, dado que todos los otros medios de
comunicación parecen estar inutilizados, si aprovechando la presencia de don
Urbano en Rusia, no se podría hablar con Moscú y resolver esto, que parece
haber sido un gran error.
—Por
supuesto, no habrá problemas, señor Collar. Dígale al presidente que espere un
momentito, enseguida estamos con él… ¡Cabrini!
—¡Un esplendor
de frescura en la garganta “Marcador” el masticable que se anotó un golazo en
el gusto del hincha argentino! ¡“Marcador” quita la sed, quita las ganas de
fumar, baja la presión arterial!
—Enseguida
estamos con el ingeniero Collar y el presidente de los Estados Unidos, apenas
venga este tiro de esquina, una de las últimas posibilidades de empatar para la
divisa azulgrana. ¡Qué pena, qué pena esto que nos cuentan tanto el ingeniero
Collar como don Urbano Javier Ochoa desde el exterior!
¡Cómo
hubiésemos querido no tener que escuchar estas cosas, estas muestras de intemperancia!
¡Tal vez así sepamos apreciar un poco más, señores, lo que estamos viviendo
acá, en cancha de River, una verdadera fiesta popular en un marco de corrección
y tranquilidad que no siempre sabemos valorar en la medida que se merece…
—¡Señor
Ortiz Acosta, señor Ortiz Acosta! ¡Collar lo llama, por favor, Ortiz Acosta…
—Un
momentito, amigo Collar, un momentito, viene el corner, ya lo vamos a conectar
con Rusia, veremos la posibilidad de contactar a ambos presidentes, sería muy
interesante una charla entre los presidentes de ambas instituciones, no sabemos
si habrá tiempo porque acá sigue el partido a ritmo vertiginoso y la acendrada
rivalidad de este clásico de todos los tiempos es un tema excluyente de
cualquier otro, máxime cuando se trata de hechos tan desagradables como los que
nos han contado, va a venir el corner, atención, en todo caso grabamos la
emisión desde los EE.UU. y la pasamos mañana en nuestra polémica de los lunes,
entra Marcilla…
—¡Ortiz
Acosta, Ortiz Acosta!
—Sube
también Julio Jorge Tolesco, hay un micrófono de campo abierto, es la última
oportunidad quizás para San Lorenzo, vamos muchachos, se está poniendo muy fea
la tarde, el cielo se ha puesto de un extraño verde, un verde que nos hace
acordar que tenemos un llamado desde cancha de Ferro, atención Ferro, cuando
venga el corner estamos con ustedes, viene el corner, entra Tolesco, salta
Cattamarancio…
Fuente http://www.negrofontanarrosa.com/publica/cuentos/fp_cn_t.asp?id=1

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