La Argentina recibe desde las 17 a Bolivia, el rival más
flojo de las eliminatorias, con la obligación de reaccionar tras la caída en
Venezuela y dar signos de evolución; Ricky Alvarez desplazó a Sosa y Pastore
jugarpa por el Kun, lesionado; Por Cristian Grosso
Es cierto que las eliminatorias sudamericanas apenas
despuntan y de tan despedazadas distraen el interés general. Tanto como que el
seleccionado albiceleste es observado con inocultable desdén por el público. El
adversario es poco convocante y la programación, en día y horario,
definitivamente inconveniente. Por estos motivos, por otros, o por la suma de
todos, el partido que la Argentina jugará esta tarde ante Bolivia, a partir de
las 17 en el estadio Monumental, por la 3ra fecha del recorrido continental
hacia la Copa de Brasil 2014, está rodeado casi por la indiferencia.
Pero el equipo nacional no podrá detenerse en esa supuesta
falta de tensión o exigencia, porque en realidad es desconfianza. La Argentina
debe reaccionar después del cachetazo histórico que sufrió en la segunda
estación de la ruta clasificatoria: viene de perder, por primera vez, con
Venezuela. Tiene por delante una buena oportunidad en esta frágil Bolivia, que
seguramente atrincherada, apenas intentará resistir porque íntimamente asume su
condición de peor equipo de América del Sur.
La Argentina necesita reaccionar de inmediato. Desde el
resultado, desde luego, y especialmente desde una producción convincente. La
selección de Alejandro Sabella debe comenzar a definir un estilo. Su filiación
en fuga distrae, confunde. El entrenador puede variar los módulos y los
intérpretes, puede también adaptarse a las circunstancias, el adversario, el
clima y el escenario, pero tendría que ser más contundente con el adn del
equipo, con sus señas de identidad. La versatilidad de algunos elementos es un
valor agregado, siempre, pero conviene que la propuesta sea nítida, palpable.
Todavía no es visible identificar qué pretende el conjunto del ex técnico de
Estudiantes.
¿La selección asume el protagonismo o lo reparte? ¿Impone
las condiciones del encuentro o se adapta a la partitura rival? ¿Acorrala al
oponente desde sus centelleantes estrellas o adopta el contraataque como
sistema ofensivo? ¿Ataca, defiende... se balancea? Estas preguntas ya tendrían
que reconocer respuesta. La base no emerge sólida si el concepto fundacional no
se define.
Los futbolistas siempre reclaman certezas. Necesitan un
punto de partida. Bolivia será una invitación a la audacia, a las sociedades y
el riesgo. Incluso, nadie se extrañará si el marcador termina decorado con
cifras de goleada. Entonces, se volverá imprescindible recorrer nuevamente esas
huellas de osadía en la visita a Barranquilla, el próximo martes, cuando Colombia
suba el listón. De otro modo, la selección no se escapará de una sensación que
la envuelve desde hace varias temporadas: cada desafío inaugura una nueva
refundación. Así, no crece nunca.
Sabella sorprendió. Y se sorprendió también. Primero, en la
última práctica de ayer, irrumpió con Ricky Álvarez -no estaba en la
convocatoria, se sumó al conocerse la lesión de Di María y aterrizó recién
anteayer- por Sosa como volante por la izquierda. Y cuando se presumía que se
trataría de la única variante, en el final del ensayo con pelota detenida, el
Kun Agüero sufrió una contractura en el aductor izquierdo. Más tarde quedó
descartado y Javier Pastore se filtró entre los titulares. Finalmente, los once
elegidos tornarán aún más elástica la formación. Ya no habrá tres referencias
de ataque definidas porque Pastore es una segunda punta sin posición fija, y
Ricky Álvarez ofrece una verticalidad más definida que Sosa. Los antecedentes
individuales invitan a confiar, pero la aleación colectiva no escapa de la incógnita.
Casi un resumen de la selección desde 2006 hasta estos días.
Sabella cambiará el dibujo y cinco apellidos con relación a
la caída en Puerto La Cruz. Buscará volumen ofensivo, mientras que todas las
dudas que acompañan a la retaguardia albiceleste volverán a quedar bajo la
lupa. Con Bolivia como un muy tímido examinador -el DT Gustavo Quinteros
guardaría a su jugador principal, Marcelo Martins, para el próximo compromiso
con Venezuela-, la selección soltará por las bandas a Zabaleta y a Clemente y ocasionalmente
retrasará a Mascherano entre los centrales. Otra variante que se probará sobre
la misma competencia. De cualquier modo, esta selección del altiplano no parece
en condiciones de contradecir la historia: aquí nunca ganó, más allá de que
paradójicamente los dos antecedentes más cercanos le sonríen: la paliza por 6 a
1 en La Paz, y el reciente 1-1 por la Copa América, en La Plata.
Ganarle a Bolivia sería el preámbulo imprescindible para
viajar con calma a Barranquilla. Le convendrá a la selección afiliarse a la
paciencia y la sorpresa para quebrar a un oponente que le entregará toda la
responsabilidad. La Argentina, en busca de definirse como equipo, también
tendrá que resolver con autoridad esa carga adicional. Detrás de una buena
ocasión para el lucimiento, ya es hora de comenzar a corregir insatisfacciones
más estructurales.
Fuente CanchaLlena

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