DIA EN QUE FUE SUBIDA: 09 noviembre del 2011 a las
07:57:27 |
NOTA REALIZADA POR: Pablo Vignola
Es en la más tierna niñez cuando uno descubre a los primeros
personajes dignos de admiración y que, por algún mecanismo selectivo
individual, los ubica en el pedestal de ídolos.
A mí me pasó que, junto a Bochini y Bertoni (los apellidos
que repetíamos cuando tirábamos paredes con el cordón de la vereda en los
primeros picados de barrio) también estaba el póster de Radiolandia 2000 de Guy
Williams, El Zorro. Y seguramente haya sido Diego de la Vega el principal
responsable de que, algunos años más tarde, a través del periodismo encontrara
un espacio para ponerme al servicio de la verdad, principal sustento de la
justicia.
Hace un tiempo, El Zorro llegó a la pantalla grande,
interpretado por Anthony Hopkins. Una versión diferente al personaje de Walt
Disney pero manteniendo la misma esencia. En esta película, el principal
enemigo de El Zorro es Rafael Montero, un dictador que entre otras fechorías se
había apropiado de la hija de De la Vega cuando era un bebé. Veinte años más
tarde, de regreso en California, De la Vega recupera a su hija cuando ella, sin
que nadie le confesara la verdad, poco a poco la deduce y se da cuenta de quién
es su verdadero padre. Es entonces cuando Don Diego (Hopkins), apresado una vez
más por Montero, lo mira a los ojo y le grita: “Rafael… ella ya lo sabe”.
Toda esta introducción no es más que para hacer referencia a
esa frase de El Zorro y ubicarla en este presente de Independiente. Durante los
últimos seis años (más la yapa previa) en el club que alguna vez fue ejemplo
mundial, han pasado muchas cosas. La mayoría de ellas, malas. Y todas se
trataron de esconder; se compraron medios de prensa, se persiguió a los que no
les ponen precio a su dignidad y se creó una realidad alternativa con la que se
intentó (y se logró) disfrazar la verdad; tapar el sol con las manos. Pero una
tarea semejante no se puede sostener por mucho tiempo. Más tarde o más
temprano, la verdad aflora. Siempre.
Hoy, por más confusión que se haya sembrado, podemos
parafrasear a El Zorro y decirles en la cara a los forajidos que destruyeron el
club que “la gente ya lo sabe”. Podrán seguir mintiendo, podrán seguir teniendo
a su disposición prensa que se ría de sus peinados con gel y que siga
profanando la sagrada profesión del periodismo sin cuestionar las atrocidades
que se han cometido a lo largo de muchos años de gestión; podrán inventar
discursos floridos, podrán recurrir al miedo para instalar que son los únicos
capaces de evitar el desastre, podrán rodearse de matones para callar la voz
del hincha genuino que infló el pecho y se puso de pie para defender colores
que les pertenecen, podrán ir en busca de una cara nueva como la de Cacho
Alvarez para agitar las aguas y así seguir favoreciendo las ganancias de los
pescadores de su entorno que desde hace mucho aprovechan el río revuelto. No importa
lo que hagan, la gente ya lo sabe. La gente, los de Independiente y los que no
lo son, ya conocen la verdad.
Incluso podrán ganar
las elecciones del 18 de diciembre, porque una de las ramificaciones de
la mentira es la estafa. Pero nunca van a poder escaparse de una verdad diez
veces más grande que el estadio que nunca terminaron, y que, como las casas de
las películas de Hollywood, sólo tuvo una fachada para mostrar a las cámaras de
televisión. Un estadio proyectado para completarse en dos años y ser sede de la
Copa América 2011 y financiarse con la tercera parte de la venta del Kun
Agüero, y que sin embargo no pudo terminarse, pese a haber sido los dirigentes
más ingresos económicos (por escándalo) tuvieron a lo largo de toda la historia
del club. Nunca en Independiente entró tanta plata; nunca Independiente estuvo
tan endeudado. Nunca Independiente compró tantos jugadores; nunca Independiente
tuvo tan comprometida su categoría. Nunca ocurrieron tantas cosas que
transformaran a Independiente en el club que nunca imaginamos ver.
Un poeta inglés escribió una vez: “La traición nunca
prospera ¿cuál es el motivo? Que si prospera, nadie la llama traición”. En
Independiente no prosperó y la historia va a señalar con un implacable dedo
acusador a todos los traidores. Probablemente no les importe mucho; si no les
importó mancillar al club ni a los colores que desde chicos a todos nos hacen
querer como parte de nuestra identidad ¿por qué les va interesar que la gente
sepa que no tienen honor, ni respeto, ni dignidad? Probablemente dejen como
herencia una sólida posición económica, pero los valores que entregaron en la
operación no los van a poder comprar nunca más. Y por suerte, la gente ya lo
sabe.
Pablo Vignola
Periodista de Diario Popular
Fuente Mar Rojo
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