Por Nahuel Lanzillotta
El Rojo del
Apache es indescifrable, pero no es un rasgo positivo ya que pasados diez meses
desde su llegada no tiene una línea de juego que lo identifique. Un equipo confundido.
“Si decimos que
somos el Rey de Copas lo tenemos que demostrar”, lanzó Carlos Tevez en una nota
que el canal oficial de Independiente publicó un día antes del partido con
Talleres. La observación del entrenador Rojo fue todo un mensaje público para
la dirigencia con aroma a reclamo para exigir una mejora en las instalaciones y
mayor profesionalismo en las áreas del fútbol. Sin embargo, apenas 24 horas
después, su equipo se encargó -otra vez- de demostrar justamente todo lo
contrario a lo que dice Carlitos.
Tevez asumió en
Independiente en agosto de 2023. Diez meses después, el Rojo no exhibe claridad
futbolística y presenta rendimientos preocupantes. Sigue sumergido en una
irregularidad alarmante que lo tiene perdido en un laberinto sin salida y
tampoco tiene esa cuota de intensidad que caracterizaba el inicio de su ciclo.
¿A qué juega el
Independiente del Apache? El interrogante es muy complejo de responder. El
Diablo carece de rasgos propios. ¿Tiene un fútbol directo? ¿Prioriza la
posesión? ¿Juega de contraataque? Difícil saberlo a ciencia cierta. Porque por
momentos es una cosa; por momentos es otra; y por momentos no es ni fu ni fa. A
veces sale a la cancha a comerse al rival y a veces se apichona y se deja pasar
por arriba.
Busca
protagonizar, es cierto. Pero no sabe cómo. No tiene en claro qué quiere. La
máxima responsabilidad de eso la tiene el técnico pues él es quien debe bajar
la línea a sus dirigidos. Si el mensaje no es claro la distorsión abunda. Una
de dos: o Tevez no encuentra el camino para llegarle a los futbolistas o lo que
busca que los futbolistas realicen no cuaja con sus características. La
cuestión es que Independiente lejos está de tener vuelo propio.
Tampoco hay
rebeldía sobre el césped. O porque respetan tanto a la figura de estrella
mundial que es Tevez que no pueden bajarlo del póster y por eso nadie se anima
a romper el molde. O porque no tienen la inteligencia suficiente para darse
cuenta que dentro de la cancha, cuando la pelota empieza a rodar, los que
deciden son ellos.
Por ‘h’ o por
‘b’, casi ninguno se sale de la estructura que diseña el entrenador. La
excepción puede ser Mauricio Isla, que entiende por jerarquía y experiencia los
tiempos del partido. Y podríamos incluirlo al pibe Santi López, que con su
frescura juvenil trata de hacer algo diferente, aunque no se le puede exigir
que se calce el equipo al hombro con 18 años. No hay líderes. No hay voz de
mando. No hay empuje.
La línea de juego
es bien difusa. Lo único constante en el ciclo de Tevez hasta acá fue que
siempre cambió. De nombres y de esquemas. Nunca se casó con un sistema o un
once titular. El problema es que, al
menos hasta ahora, el orden de los factores sí altera el producto. Las
insistentes modificaciones no responden a la búsqueda de un funcionamiento.
Porque cuando lo ha encontrado en algún partido, al siguiente también movió
varias piezas.
Será su estilo.
Muchos técnicos se sienten cómodos navegando en esas aguas y logran que el
rendimiento y la idea se sostenga más allá de los apellidos. Lejos de eso está
Independiente. Si la intención de Carlitos es esa, no le está resultando.
El lateral
izquierdo nunca tuvo un dueño fijo. Fedorco rinde, pero no se gana el puesto.
Canelo mantuvo un nivel bajo durante todo este primer semestre y sigue siendo
titular. Luna juega bien pero fluctúa entre el banco y la titularidad. Lo mismo
Saltita. Santi López juega un partido por la izquierda y al siguiente del otro
lado… Más que quitarle referencias al rival de turno, aporta una confusión
interna que se refleja a la hora de la acción.
Anclémonos en el
encuentro contra la T. Se dificulta saber qué estrategia utilizó el DT. Avalos
fue referencia de área, pero jugó más de enganche que otra cosa. Demasiado
retrasado para tomar contacto con la pelota. Esto obligó a que Canelo, ubicado
detrás suyo, deba correrse obligadamente hacia la izquierda. Por allí se
superpuso y no se entendió con Luna. ¿Quién era extremo y quién volante? Del
otro lado, Isla perdió su capacidad de desborde por la presencia de López, que
jugó abierto.
Y si hasta allí
todo era más desconcierto que certezas, la roja irresponsable de Canelo terminó
de dinamitar la tarde-noche en Avellaneda. Talleres lo sobrepasó con once y con
diez. La diferencia entre un equipo que sabe lo que quiere y a lo que juega con
otro que deambula perdido y sin convicción fue notoria.
Más preocupante
es aún que ni siquiera haya indicios de ese fuego sagrado que Tevez supo
encender en sus muchachos en su llegada. Aparece de a espasmos y no es
suficiente, ni por asomo. Y en momentos candentes, tampoco aflora. Si no hay
una identidad futbolística y tampoco carácter…
No hay que
confundir carácter con agresividad. Y eso le pasó este sábado. Independiente,
producto de la impotencia, luchó más de lo que jugó. Se dedicó al roce, a las
discusiones, a las infracciones. Se desenfocó del balón. Se olvidó de jugar. O
tal vez nunca supo.
Fuente Infierno
Rojo
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