Por Christian Ginko
El Rojo, o los
once vestidos con ropa del club, volvieron a decepcionar al hincha, que otra
vez sufrió un golpe al estilo Racing. ¿Hasta cuándo?
El hincha de
Independiente creció con las historias de las Libertadores, las
Intercontinentales, hazañas como el triunfazo ante Juventus y aquel empate
heroico con tres menos ante Talleres para salir campeón. Escuchó de figuras
como Ricardo Bochini, Miguel Ángel Santoro, Ricardo Pavoni, Francisco Sá, Jorge
Burruchaga, y tantos otros que agigantaron el nombre del club. Hoy, todo eso
parece mentira.
El Rojo tenía una
nueva definición, otra más, en la que tenía que ponerse el saco de protagonista
y decir: “Soy Independiente, estoy de local, y te voy a ganar”. La gente, pese
a ser un día laboral y lluvioso, llenó el estadio a sabiendas de lo que se
jugaba el Diablo. Durante los primeros 45 minutos, todo fue como debía: el
equipo protagonista, con autoridad, había logrado un formidable 2-0. De yapa,
el rival había quedado con uno menos.
Pero algo pasó,
habría que ver si en el vestuario o en el campo mismo. Ese equipo dominador que
levantó a los hinchas en la primera parte, desapareció por completo, y en un
abrir y cerrar de ojos, Talleres ya había llegado al empate. Solo seis minutos
del complemento le bastaron para lograrlo, y le asestó un golpe de nocaut al
local.
Entonces, volvió
el desconcierto. Luego de un empate en el que tanto la defensa como el arquero
apenas habían mirado, desaparecieron los experimentados. Alexis Canelo, Gabriel
Ávalos y Joaquín Laso estaban erráticos, dando pases intrascendentes. Iván
Marcone, el capitán, se fue reemplazado en el momento más caliente por Federico
Mancuello, quien estuvo a la altura en contadas ocasiones desde que llegó, y
anoche no fue el caso.
Apenas Mauricio
Isla intentaba con alguna patriada, y solo David Martínez lo acompañaba por
momentos. También Diego Tarzia cuando cambiaba de banda, aunque no fue
suficiente. Extrañamente, ambos chicos salidos de las inferiores, esos que
Carlos Tevez nunca quiere poner para “no exponerlos”. Más bien, los jóvenes
expusieron a varios ¿referentes?.
Luego, Talleres
casi lo gana, pero Nicolás Ramírez cobró un claro offside de Gustavo Bou.
Ignacio Maestro Puch también casi logra lo propio en el final, aunque Guido
Herrera la sacó a puro reflejo. El ímpetu desesperado en el final, que apenas
sirvió para rascar un punto con Atlético Tucumán, esta vez no fue suficiente.
Y otra vez, como
en 2023, Independiente se quedó en la puerta del objetivo. Si bien en la
anterior necesitaba un empate, esta vez fue peor: ganaba 2-0, tenía un jugador
más, la gente a su favor, y aún así no lo pudo sostener. Una cargada, una
vergüenza, un papelón, un nuevo golpe al hincha, pero por sobre todas las
cosas, otra mancha negra más en la historia del máximo campeón de la
Libertadores.
El Rojo ahora
contará con un largo tiempo antes del inicio del torneo. Carlos Tevez deberá
redefinir el rumbo, y trazar un camino a seguir. Los jugadores, por su parte,
deberán replantearse realmente lo que quieren, lo que desean, si les importa o
no el escudo, y si están para pensar en grande. El hincha se sigue asociando,
se sigue abonando, aportó en una colecta, y llena el estadio siempre que juegan
en Avellaneda. Es hora de que se pongan los pantalones largos y le devuelvan la
confianza depositada, y si no pueden, que den un paso al costado.
Fuente Infierno
Rojo
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