La función que hoy ejerce en el club de Avellaneda lo lleva
a tener que frecuentar episodios con dirigentes que le ocasionan desgaste y
confusiones
¿A qué vino Jorge Burruchaga a Independiente? ¿A ser el
manager? ¿A intentar ordenar el desparramo futbolístico que dejaron Hugo y
Pablo Moyano, con la inestimable colaboración de Ariel Holan? ¿A poner la cara
en situaciones críticas y en pleno proceso de liquidación del plantel
profesional?
Burruchaga llegó para ocupar un espacio que siempre pareció
virtual. Moyano and Company no van a regalar nada de lo que conquistaron en
Independiente. En especial, el poder discrecional que ejercen sobre todas las
áreas del club.
La llegada de Burruchaga se terminó concretando porque era
una necesidad imperiosa que Independiente encontrara un protagonista con cierto
manejo de las variables futbolísticas, después del colapso que se expresó desde
la coronación como campeón de la Copa Sudamericana el 13 de diciembre de 2017.
Desde allí en adelante, con Holan como estandarte (secundado
por su representante, Fernando Hidalgo), las decisiones de Independiente a la
hora de incorporar y desafectar jugadores, fueron pésimas. Vendió mal, compró
peor.
Y el equipo se fue cayendo a pedazos, mientras Holan se iba
dejando una hipoteca más gravosa que la deuda externa. Hipoteca que Sebastián
Becaccece de ninguna manera logró levantar con sus idas y vueltas interminables
a la hora de ofrecerle una idea al equipo. Como no ofreció nada, su salida no
sorprendió a nadie.
El arribo de Lucas Pusineri como entrenador alcanzó para
atenuar un clima de altísima confusión. Moyano and Company no sabían qué bondi
tomar. Usaron al Rolfi Montenegro como pantalla (se reunieron con él en
numerosas oportunidades para acercarle la chance siempre inconclusa de ser el
manager del club), pretendieron que Diego Forlán acepte el cargo y ante la
negativa del ex jugador uruguayo que prefirió ser técnico, esperaron que algo
cayera del cielo.
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El que cayó del cielo fue Burruchaga, impulsado por el
presidente de AFA, Claudio Tapia, quien antes lo había llevado como una especie
de manager sui generis de la Selección en la penosa etapa que administró Jorge
Sampaoli.
El perfil público de Burruchaga siempre estuvo orientado a
exhibirse como un hombre políticamente correcto e incapaz de tomar iniciativas
que lo empujen a la confrontación. Este perfil de serenidad inequívoca, no le
va a ser sencillo revelarlo en Independiente. Del otro lado siempre se
encontrará con la voluptuosidad verborrágica de Pablo Moyano, demoliendo lo que
encuentre a su paso sin revisar nunca ningún error.
Burruchaga de ninguna manera la tendrá fácil. Y lo sabe. Y
también lo padece, aunque por ahora no lo comente frente a las distintas
audiencias periodísticas. El quiere ser la voz de Independiente. La voz del
fútbol de Independiente. Pero choca y seguirá chocando con Pablo Moyano.
Esta desconexión operativa y comunicacional le despierta a
Burruchaga preocupaciones no menores. Como si su rol no fuera debidamente
interpretado, generando confusiones hacia afuera y hacia adentro que lo
debilitan y lo exponen.
Mientras la sintonía fina entre el manager y el
vicepresidente sigue ausente, las circunstancias indican que Independiente
entró al bazar de las liquidaciones. Con una economía azotada por un amplio
menú de deudas impostergables que hasta fin de año alcanzan casi los 18
millones de dólares, encuentra como única salida la transferencia de sus
jugadores más jóvenes, como Fabricio Bustos, Ariel Franco y Lucas Romero, más
allá de aceptar la ida de Martín Campaña, Juan Sánchez Miño y de su goleador,
Silvio Romero, sindicado por los dirigentes y por algunas voces confidenciales
de sus compañeros como el autor intelectual de los reclamos salariales masivos,
traducidos en 14 cartas documento.
Semejante desbande por supuesto tendría que recibir el aval
de Burruchaga. Esto significa lo que planteamos en el arranque: poner la cara
para explicar decisiones que lo trascienden. Y respaldar a Moyano and company,
a pesar de los desacuerdos que puedan existir. Y que existen aunque sean
negados.
La función de manager o director deportivo tiene estas
particularidades: hacerse cargo de situaciones en las que es agradable salir a
la cancha y también hacerse cargo de situaciones no deseadas.
Burruchaga transita por esa encrucijada. Quizás por eso se
siente mucho más cómodo hablando de lo que fue aquella Selección que dirigió
Carlos Bilardo en México 86 e Italia 90, que de la dinámica decadente que hoy
envuelve a Independiente.
Fuente Diario Popular


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