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El grave conflicto que se produjo entre el plantel y la
dirigencia del club de Avellaneda por la falta de pago de los sueldos ubicó al
presidente de Independiente en una zona que lo dejó muy mal parado, al
funcionar como un sindicalista que pretende ahogar reclamos salariales
inobjetables
Difícil, muy difícil que Independiente pueda prosperar y
encontrar cierta armonía colectiva bajo el clima de enorme desconfianza y
confrontación que existe entre la dirigencia y el plantel.
La desconfianza y confrontación que nadie puede ocultar ni
desconocer, ya adquirió perfiles realmente insólitos, considerando que un líder
sindical como Hugo Moyano se enfrenta con los protagonistas porque reclamaron
en la sede de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) que el club abone los
sueldos caídos desde diciembre de 2019.
Incluso el entrenador Lucas Pusineri tendrá que continuar
esperando una suma de dinero a cuenta de los cuatro meses que le adeudan. Y por
otro lado sigue en pie la firme determinación de rebajar los ingresos de los
jugadores sin que medie ningún tipo de acuerdo, reivindicando una postura de
neto corte autoritario.
A esta altura de los acontecimientos una pregunta es
impostergable:
¿Moyano en su rol de presidente de Independiente se disocia
por completo de su prolongada actividad sindical?
Todo indica que sí. Que hay dos Moyano. Uno sentado de un
lado del mostrador cuando ejerce como titular de Independiente y otro Moyano
sentado del otro lado del mostrador cuando se revela como el secretario general
del gremio de Camioneros, que viene conduciendo desde hace décadas.
Esa disociación flagrante ahora quedó a la vista de todo el
mundo. El conflicto salarial que Moyano (y su verborrágico hijo Pablo y el
secretario Yoyo Maldonado) mantuvieron y mantienen con el plantel dejó heridos
y cicatrices imposibles de disimular. Pero acá lo más significativo es la
dualidad de Hugo Moyano para manejar e interpretar las situaciones y
circunstancias que se le van presentando.
Desde la vereda de Independiente confronta a la distancia
con Sergio Marchi, primera espada de Futbolistas Agremiados, porque acredita
fuertes sospechas que les pone fichas a los jugadores para enviar cartas
documento (12 en este caso) exigiendo el pago de deudas acumuladas. En
definitiva, un sindicalista que pretende interpelar a otro sindicalista por
defender a sus afiliados. En este plano lo de Moyano es indefendible. O
impresentable a los ojos de cualquiera que observe y clasifique este panorama.
En el marco de estos episodios, el capitán y goleador de
Independiente, Silvio Romero, es quien captura todas las resistencias y
rechazos de los dirigentes rojos. Lo ven como el intérprete que empujó y
fogoneó a sus compañeros de equipo a plantear sus insatisfacciones económicas
frente a la cúpula de Agremiados. Y a no aceptar la sugerencia explícita de
Moyano y compañía de no prestarse a ninguna entrevista periodística para no
avivar el fuego que ya estaba encendido.
Romero se negó a ponerse una venda elástica en la boca. Hizo
lo que correspondía. Habló en público y en privado. Dijo lo que sentía que
tenía que decir en momentos de alta complejidad. Y se expuso frente a la doble
vara que administra Moyano. Afirmar hoy que Romero integra una lista de
jugadores (junto a Juan Sánchez Miño y los uruguayos Martín Campaña y Gastón
Silva, entre otros) que la dirigencia preferiría que no continuaran en el club,
es una lectura irrefutable que por lógica será negada en nombre de una falsa
diplomacia.
Lo que queda como saldo más impactante no es el conflicto
que se desató en Independiente por el atraso en los pagos al plantel y la
iniciativa unilateral de reducir salarios, pisando lo que Moyano siempre
defendió. El saldo que debería sorprender es la penosa habilidad de Moyano para
visitar y atender, según su conveniencia, en los dos lados del mostrador.
Esa habilidad, por supuesto, no puede confundirse con ningún
mérito o condecoración. Por el contrario: es una zona errónea que lo deja
totalmente al descubierto, sin frazada y sin barbijo.
Fuente Diario Popular


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