A los 22 años, el defensor de Independiente provocó un
accidente en Sarandí cuando manejaba en estado de ebriedad.
Alan Franco festeja el título de la Copa Sudamericana 2017
en el Maracaná. (Foto: Marcelo Carroll)
De evitar las patadas y los tiros en el potrero de la
peligrosa Villa Tranquila a refugiarse en el humilde club Las Torres de Dock
Sud. De dejar de jugar a la pelota a retomar de más grande la ilusión de ser
futbolista en las Inferiores de San Telmo. Del Ascenso a la máxima categoría
sin escalas en un grande como Independiente. De ser mediocampista de marca a encontrar
su lugar en el mundo en la zaga central de la defensa. De debutar en Primera a
salir campeón en el Maracaná. De los problemas económicos y familiares a firmar
su segundo contrato como jugador profesional con una cláusula de rescisión de
20 millones de dólares. Por todo eso pasó Alan Franco, el futbolista de 22 años
que en la madrugada del domingo protagonizó un fuerte accidente, cuando
manejaba en estado de ebriedad, que dejó a dos heridos, entre ellos, una mujer
embarazada.
Villa Tranquila no le hace honor a su nombre. La droga y la
delincuencia se concentran en ese radio de 20 cuadras que la conforman. De allí
salió Franco, que hace casi un año se dio la mano con los dirigentes luego de
sellar la renovación de su vínculo con Independiente hasta el 2022, con una
sustancial suba de su salario y un aumento de su cláusula de salida, puesta en
20 millones de dólares.
Con ese nuevo contrato cumplió el sueño de sacar a sus
padres Estela y Javier y a sus hermanas menores Abril y Delfina del picante
barrio de emergencia donde nació -ubicado a un kilómetro del centro de
Avellaneda- para llevarlos a vivir a una zona más segura. Sus papás no querían
dejar ese lugar en el que lucharon tanto para formar una familia, pero Alan
pudo convencerlos.
Cuando Independiente fue a jugar la final de la Copa Sudamericana
a Río de Janeiro, en 2017, Franco ni se inmutó por las bombas de estruendo que
tiraron los hinchas del Flamengo para despertar a los jugadores del Rojo. Y sus
experiencias del pasado fueron la principal razón.
“No me intimidaron para nada los fuegos artificiales en la
puerta del hotel. Cuando era chico crecí escuchando tiros en la villa. Y me
acostumbré a eso", contó por entonces. Una radiografía del lugar en el que
se crió.
Fue Fernando Berón, el director técnico de la Reserva del
Diablo, quien lo bajó del medio a la defensa. Y ahí se quedó el juvenil de un
metro ochenta de altura que tiene la presencia de un jugador experimentado. San
Telmo fue la institución en la que se formó hasta la Cuarta categoría (llegó a
ir al banco de la Primera en la C), después de iniciarse en Las Torres, un club
que les da espacio a chicos de bajos recursos.
En poco tiempo se afianzó en el equipo de Ariel Holan y fue
uno de los puntos altos del campeón de la Sudamericana 2017. Tanto es así que
sus actuaciones lo pusieron en el radar de Jorge Sampaoli, el DT de la
Selección, que lo tuvo anotado para la previa del Mundial de Rusia. Luego,
Lionel Scaloni, lo convocó para el comienzo de una nueva era en la Selección.
Por estos días, el defensor está a la espera de una
transferencia. El Tigres de México pretende contratarlo y por él ofrecerían
unos 8 o 10 millones de dólares, la mitad o menos de lo que dispone su cláusula
de salida. Habrá que ver si los mexicanos aún pretenden invertir en él después
de lo sucedido.
Fuente Clarín


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