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viernes, 25 de enero de 2019

The Guardian: “Ricardo Bochini’s legend of la pausa”



Por Javier Brizuela

Con los últimos cinco minutos restantes de la semifinal de la copa del mundo en 1986, Argentina ganando 2- 0 contra Bélgica, Ricardo Bochini sustituyó a Jorge Burruchaga.

Él tenía 32 años y no había sido convocado para el equipo nacional del 1978 ni tampoco para la formación del 1982. En cambio en 1986 Maradona pidió que fuera elegido para la selección Argentina. Esos cincos minutos, más el tiempo adicional serían los únicos que Bochini jugaría en el mundial. 

Cuando Bochini ingresó a la cancha Maradona corrió, le apretó la mano y le dijo:

“Pase maestro, lo estábamos esperando”

Hoy Ricardo Enrique Bochini, el ídolo de Maradona y el gran héroe de independiente, cumple sesenta y cinco años.

Él es según el periodista Hugo Asch el héroe más improbable “un enano talentoso, imperturbable, sin un remate poderoso, ni buen cabezazo, ni carisma”. Aun así el sentido de improbabilidad fue lo que lo llevó a la popularidad y con su estilo ordinario encarnó la genial imaginación del fútbol argentino. El chico de las calles supo triunfar no por ventajas en su crianza ni por su físico, sino por su habilidad técnica sin tutoría.

El antropólogo Eduardo Archetti dice que es característico del juego argentino que es armado por razones económicas, culturales e históricas, en oposición al fútbol inglés.

Mientras los ingleses aprendían a jugar en las escuelas y tenían una buena condición física a consecuencia de una buena dieta, el juego argentino era salvaje, espontáneo. Aprendido en los potreros. Los crecientes lotes vacíos de las calles de Buenos Aires.

A Bochini no le gustan las entrevistas, he intentado conocerlo en varias oportunidades y he fallado, pero la última vez que estuve en Buenos Aires haciendo una investigación sobre la historia del fútbol Argentino, finalmente logré que Ricardo aceptara. Me citó en una esquina del barrio de Palermo a las 9.30 am. Eran las 9.50 y él no había llegado. Lo llamé y no hubo respuesta alguna, estaba a punto de rendirme teniendo en cuenta que al día siguiente viajaba a Londres, cuando apenas después de las 10 él llamo a mi teléfono y me citó en una dirección a unas cuadras de allí, y pocos minutos después me abríó la puerta.

A pesar de que Ricardo vive en un barrio importante de Buenos Aires, lo hace en un modesto departamento. La puerta principal se abrió frente a una amplia decorada sala: en un rincón, un pequeño sofá junto con dos sillas alrededor de una televisión en la que se veía un partido de la copa sudamericana, mientras que en el otro había una mesa con tarea escolar.

Bochini se sentó en el sofá llevando puesto un abrigo que lo hacía lucir enano. En su mano derecha sostenía sus llaves del auto, como si en cualquier momento decidiera que ya era suficiente y terminar la entrevista. Hablaba en un tono monótono y seco; no era impaciente, tampoco sin modales, y claramente sus respuestas eran premeditadas, al igual que su alivio cuando la nota terminó.  El era, creo yo, extremadamente tímido, su incomodidad era difícil de creer en alguien que fue tan intuitivo como jugador.

Bochini nació en Zarate, alrededor de 60 km de Buenos Aires Capital, lo que lo llevó a realizar viajes de 5 horas utilizando tres colectivos y dos trenes, sólo para ir a entrenar cuando independiente lo tomó. Hincha de San Lorenzo, desde chico soñaba jugar como Jose Sanfilippo, el delantero y gran goleador, pero su falta de ritmo y estatura pronto lo llevaron a reformular sus planes.

“Jugué algunos partidos de 9 pero mi cuerpo era mejor para la 10, porque el centro foward generalmente era alto, grande y más fuerte.”, dijo.

Hinchas que lo vieron en las inferiores y en la reserva querían que jugara en la primera, y para el final del año 73 comenzó a establecerse del lado de Maschio, ayudándolo a defender el título de la Libertadores que habían ganado la temporada anterior.

Luego en Roma en la final de la Copa Intercontinental contra Juventus -Se definió a partido único- logró su consagración. Independiente había estado bajo la constante presión durante todo el partido, y la Juve erró un penal, pero con solo 10 minutos para el final, Daniel Bertoni lanzó un pase a Bochini quien la recibió en la mitad pasando por Gentile antes de hacer una pared con Bertoni y tirarla por arriba de Dino Zoff. No fue un gol y una victoria lo que selló su lugar en independiente como leyenda, sino su increíble encapsulada camaradería que tenía con Bertoni, quien era un wing rápido y poderoso que siempre estaba intentando cortar por el flanco.

“Con Bertoni nos entendimos la primera vez que jugamos juntos, y no teníamos que hablar al respecto” dijo Bochini. 

“Simplemente era natural; realmente se sentía como si hubiéramos jugado juntos toda la vida, basado en nuestros atributos personales: Yo era veloz y habilidoso, él era poderoso y bueno en “las paredes”, como se dice en Argentina. El podía jugar en diferentes posiciones pero yo siempre lo quería cerca porque nos entendíamos muy bien con los pases cortos”.

Bochini se convirtió en un maestro de un reverenciado momento del fútbol argentino, “la pausa”,  el momento donde el 10 se posa para entregar un pase, espera un tiempo hasta que el jugador que va a asistir se coloque en la posición ideal (es una habilidad que Juan Roman Riquelme también tenía, pero el ejemplo aunque irritante para los argentinos, es probablemente el jugador brasilero Pelé esperando a Carlos Alberto que pasara para entregarle el balón y convertir el cuarto gol que le dio título mundial a Brasil en 1970).

Su explicación de la habilidad sugiere una extraordinaria inteligencia futbolística, la habilidad de visualizar y predecir el comportamiento de otros, mencionado por el biólogo evolutista Stephen Gould  que acierte en que algunos deportistas tienen la capacidad de realizar rápidos cálculos, donde en otros ámbitos los habrían aclamado como genios.

“Yo lo veo de la siguiente forma, hay dos tipos de pausa, o dos maneras de hacerla: con la pelota yendo lento o rápido. A veces tenés que ir rápido teniendo el balón cerca para esperar a que un jugador se posicione. Por ejemplo paso en el partido contra Olimpia de Paraguay (en la fase de grupos de la Libertadores 1984), (Alejandro) Barberón me pasó la pelota y empecé a correr, pero tenía que correr rápido pero al mismo tiempo esperarlo. Entonces tenía que correr con la pelota, pero sabiendo que lo estaba esperando a que se posicionara para devolverle el pase. Y lo hice, la cruzó y metió el gol.

“Y otra vez, contra Gremio en Porto Alegre, tenía la pelota en mis pies pero debía esperar porque ellos estaban bien compactos atrás y no encontraba el espacio, entonces aguanté la pelota contra un marcador, sabiendo que tenía que esperar a Burruchaga, quien ya estaba en la carrera para romper la línea. Estábamos cerca del área, así que no había mucho espacio por lo que el pase debía ser preciso. Esperé, se la pase y marcó el gol”.

“Esa es la típica explicación de la pausa, esperar a un compañero mientras se retiene la pelota. Lo primero, la pausa en la velocidad. Es una total revelación ya que nadie la conoce y nadie lo había hecho (emite una pequeña risa tímida). Si me quedaba en el medio campo habría estado a 30 metros y aunque lograra hacerme de la pelota, nadie estaría en el área para recibir el pase y marcar, tenía que correr rápido, pero esperando al mismo tiempo, porque estábamos en el medio campo lo que era mucho espacio pero muchos metros que recorrer”.

Bochini cree que la capacidad de entender el movimiento de manera clínica es innata.

“No es nada que puedas enseñar, creo que llega en el momento, depende la inspiración de tus compañeros. Tenés que saber como hacer la pausa, y otro tiene que saber que mientras el compañero está haciendo la pausa, también está viendo quien va a hacer el movimiento apropiado en orden de sorprender a los rivales. La pausa sin un compañero que colabore es como retener la pelota hasta que tal vez te cometan foul y pierdas algo de tiempo si lo necesitas.”

“Es importante tener jugadores capaces de encajar en tu propósito. Si no tenés jugadores rápidos como, Barberón o Burruchaga, a quienes les gustaba hacer corridas verticales, entonces la pausa es inútil. Pero la técnica puede y debe ser entrenada. Yo tuve mi cuota en los potreros, pero donde más crecí fue en los partidos, porque la técnica mejora al enfrentarte a una situación real de juego, y lo tenés que resolver lo más rápido posible y eso hace que contra más preciso tengas el pie, mejor para tu equipo es”.

Y Bochini, aunque era lento y con un físico poco prodigioso, era preciso. Maradona pudo haber estado esperando a Bochini en 1986, pero en la mayoría de su carrera, el Maestro era quien esperaba a los demás.



FUENTE: http://www.theguardian.com/football/blog/2014/jan/23/ricardo-bochini-argentina-legend-pausa?CMP=twt_gu


Fuente Orgullo Rojo

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