El entrenador prometió continuidad y proyectos en Huracán.
Ofreció su palabra y firmó un contrato.
No cumplió. Decidió irse a Boca.
Gustavo Alfaro, en sus días de Huracán. (Marcelo Carroll)
Por Waldemar Iglesias
En la última conferencia de prensa de la pasada Superliga,
tras el 3-3 frente a Boca, Gustavo Alfaro ofreció un puñado de palabras que
tenían como inequívoco destinatario a Ariel Holan, el técnico de Independiente,
quien durante la semana previa a la fecha final les había abierto las puertas a
las suspicacias. Expresó el entonces entrenador de Huracán:
"Uno tiene que
ser prudente con sus declaraciones. Hemingway dijo que el hombre necesita dos
años para aprender a hablar y 60 para aprender a callar. A veces hay que
aprender a callarse la boca".
En días más recientes, en La Quemita que ya no será su
hábitat frecuente, en una entrevista con Clarín, analizó en detalle al fútbol
argentino. Se quejó de que en la AFA y en algunos clubes no hay proyectos ni se
respetan los contratos; que desde sus tiempos en Atlético de Rafaela él había
aprendido a honrar la palabra empeñada; y sentenciaba que eso no era moneda
corriente en este tiempo y en este fútbol. También dijo entonces que en Huracán
había encontrado su "lugar en el mundo".
En su más cercana aparición pública, el jueves 14/12, tras
el 0-0 de Huracán ante Argentinos que dejó a su equipo en el cuarto lugar de la
Superliga, le preguntaron respecto del interés de Boca por contratarlo.
Respondió:
"No me moviliza para nada. Me genera orgullo por un lado y me
reafirma las convicciones por el otro. Pero ahí termina".
No terminó. Alfaro, cuyo contrato con Huracán finalizaba el
último día del próximo junio, será el entrenador de Boca a partir del 3 de
enero.
Fin para el proyecto que venía liderando en el Globo de Newbery.
Fin de
la palabra empeñada.
Alfaro, valioso profesional, tiene todo el derecho de
cambiar de club, de irse al lugar que más le guste en su condición de
trabajador del fútbol. Pero corresponde aclararlo: a partir de ahora, sus
enunciados y sus críticas a dirigentes y a pares quedarán deslegitimados por
los hechos que lo desmienten.
O, quizá, dentro de cuatro años, cuando cumpla los 60,
Alfaro le dará la razón a la frase de Ernest Hemingway.
Y aprenderá a callar...
Fuente Clarín
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