Por Lucas Campos
En el auto, ya rumbo a casa, Lucho, quien iba de
acompañante, escuchó atentamente mi pregunta sobre cómo había sido su día. Él,
siempre filoso, respondió y argumentó
- Vos podés tener un
día de mierda. Te podés pelear con tu jefe, discutir con tu pareja, perder un
bondi y llegar tarde, pero todo, todo se soluciona jugando bien a la pelota. O
viendo a alguien que lo haga de esa manera.
Siguió Lucho, imparable y con los ojos desorbitados por
aquel grito de gol de Gigliotti que quedó atragantado en las manos de Armani
- Porque no es lo mismo jugar a la pelota que jugar al
fútbol. Cuando jugás a la pelota tenés rebeldía, potrero, desfachatez, no tenés
miedo a que te agarren mal parado porque vos también los querés agarrar así.
Jugar al fútbol, juegan todos, pero jugar a la pelota es algo que se aprende en
la calle, en el colegio, y que alberga todo ese amateurismo que hace grande
este deporte.
Mi amigo no me dejó repreguntar, estaba embarcado en un
vuelo que contenía todas las gambetas del Pity y todos los palos que tuvo
Independiente
- Lo de hoy fue un espectáculo. La salida del equipo, el
saludo, la copa, las gambetas del 10 de ellos, hasta Casco lo entendió así. Fue
un espectáculo de hombres con guantes y súper poderes volando para que todo
siga en equilibrio.
Ahora sí, cuando se produjo un silencio, ya entrando a la
localidad de Domínico, pude repreguntar
-Lucho, amigo mío, ¿En la vuelta que pasa?
A lo que él respondió
- ¿Vos te pensás que tengo la bola mágica? No me tomes por
boludo. Reflexioné así porque, que sé yo, es como cuando uno se inspira y te
sale un gambeta. No sé qué pasará, pero te aseguro, que será otro espectáculo,
de esos en los que dos equipos se dignan a jugar a la pelota, donde no
intervienen ni los árbitros ni el VAR, donde casi no hay reglas, y la única
norma, como te dije, Luquitas, es jugar bien a la pelota.
Fuente De la Cuna al Infierno
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