Por Eduardo Verona
Philippe Huguen / AFP PHOTO
Lo que menos despierta Marcelo Bielsa en el ambiente es
indiferencia. Ahora dirigiendo al Lille de Francia, su presencia le suma al
fútbol una mirada despojada de ambigüedades. Esa pasión aluvional para
interpretar los misterios del juego nunca resueltos, tienen en Bielsa a un
protagonista que convoca a todas las polémicas. La necesidad de preguntar. Y
aquella reflexión de José Yudica que puede ayudar a entenderlo
Marcelo Bielsa podrá ser muy admirado o muy rechazado por el
ambiente del fútbol de aquí o de Europa. Pero de lo que no quedan dudas es que
su figura alejada por completo del show bizarro no despierta indiferencias.
Menos aún cuando desarrolla su profesión de entrenador.
El foco que se posa sobre Bielsa no le sube el precio ni lo
debilita. Es el foco mediático que busca la vieja o nueva excentricidad del
técnico argentino. O su hermetismo declarado. O su búsqueda constante de la
perfección que nunca va a lograr, porque el fútbol también concentra su génesis
y su atractivo en la suma inexacta e irrepetible de todas las imperfecciones.
Más allá de los elogios o las críticas que pueda recibir
Bielsa dirigiendo al Lille de Francia (ciudad casi fronteriza con Bélgica), lo
más positivo es lo que genera. Porque lo que genera es la gran curiosidad
futbolística. Curiosidad de los que frecuentan el fútbol y de los que se
sienten lejos del fútbol. Bielsa atrae miradas.
Convoca a la polémica. Hace participar a los que él ni
querría que participen. Los acerca, en definitiva, a los misterios ocultos o
invisibles del juego. Aunque no entiendan nada del juego.
Como un outsider incorregible del fútbol pregona su fe
religiosa en el trabajo full time. Un outsider que se programa día tras día
para intentar saber un poco más. Pero no siempre viendo más se sabe más. No es
acumulativo el saber. Depende del talento, del conocimiento espontáneo o
adquirido, de la sensibilidad para interpretar y percibir cuándo y dónde. Lo
que sí queda instalado sobre las superficies del placer futbolístico es que
Bielsa se construyó mirando y preguntando.
Hace unos años, José Yudica, nos comentó sus experiencias
con Bielsa mientras ejercía como entrenador de aquel Newell’s formidable en los
finales de los 80 que salió campeón en la temporada 87-88: “En un momento yo no
sabía si Bielsa era realmente un boludo o se hacía el boludo. Siempre fue una máquina
de preguntar. Todo el día se la pasaba preguntándome cosas que por otra parte
él ya sabía. Pero las quería confirmar o revisar. No lo sé. Una vez yo estaba
dando una charla técnica al plantel y lo encontré a Bielsa escondido detrás de
un armario escuchando lo que yo les decía a los jugadores.
"Tenía la necesidad de estar en todos lados. Y la necesidad
de crecer. Siempre le reconocí una pasión impresionante. Y una gran
honestidad".
Esa pasión aluvional que Yudica ubicó en primer plano
terminó siendo el gran combustible de Bielsa para apropiarse de conceptos
ajenos y de pareceres propios. Así se convirtió en un ecléctico. Tomó de
distintas escuelas del fútbol lo que consideró más valioso y más influyente
para crear su perfil: pinceladas de Menotti, Bilardo, Griguol, Yudica, Griffa,
Rinus Michels, Van Gaal y otros que se fueron sumando mientras, sin pausas,
recorría el paisaje. Y en ese tránsito preguntaba sin parar, como sostenía
Yudica.
En los primeros días de mayo del corriente año, en un
seminario en Brasil del que también participó Tité ( técnico del scratch),
Bielsa explicó que no eran tan amplio y flexible como hubiera querido ser. Y
que esa ausencia de amplitud, adaptación y flexibilidad para leer las
circunstancias hasta podría considerarse una deuda. Reconocerlo ya define una
virtud.
El hombre de 62 años, siempre tan lejos de las luces como de
la superficialidad, cree en un fútbol casi científico. Pero a la vez siempre
reivindica la dimensión humana del juego.
En ese mix de proporciones no reveladas, Bielsa claramente
saca ventajas. Porque es un teórico inteligente. Un teórico con capacidad para
mirar y editar el contexto del fútbol.
Por eso su regreso a la competencia siempre es bienvenido.
Porque instala y alienta la discusión. Porque no propone quedarse quieto. Y
porque aunque el show se lo quiera comer, Bielsa no le tira centros a nadie. Lo
que por supuesto no lo convierte en un fenómeno, pero lo mantiene al margen de
la alta contaminación ambiental. Y de los contaminados que no son pocos.
Fuente Diario Popular
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