Por Román Failache
Holan es el artífice de todo esto. Fue él quien nos regaló
un cálido primer semestre, y por sobre todo a quienes nos cuesta un poco
ilusionarnos, quien nos obsequió la esperanza para llegar a creer que con esta
base se puede trabajar por una causa seria. Y la consolidación de esta base,
por supuesto, le pertenece íntegramente. Cada ladrillo cimentado, cada muro y
cada revoque del bastión que consolidó fueron producto del esfuerzo, semana a
semana, de este entrenador y su cuerpo técnico en su primera etapa, sumado a
los méritos propios realizados por el plantel. La gente se lo retribuyó con
apoyo, y ahí fue donde la dirigencia vio la oportunidad para sacar provecho.
La derrota de anoche dilucidó que, una vez más,
Independiente dio pena -no encuentro expresión más sutil- en el mercado de
pases. Precisaba jerarquía en pocos puestos y adquirió futbolistas de recambio.
Requería mantener los puntales del equipo para pelear las Copas y dejó ir al
jugador más determinante, sin haber traído un reemplazo natural y con el
agravante a su favor de poseer un abundante tiempo de sobra para hacerlo.
Ahora, a un día del cierre del mercado de pases, necesita ya cualquier cosa, y
difícilmente lo consiga. La Comisión Directiva se abusó de la inspiración y las
virtudes del técnico, y en lugar de apoyarlo con nombres de peso, eligieron
transitar el camino austero, el “campeonato económico”. La primera prueba
fáctica fue el partido de anoche y quedó a la exposición de todos.
Holan fue, también, quién nos desacostumbró a la derrota.
Apenas es la segunda en el año, y quizás por eso el golpe se pueda sentir más
fuerte. Pero el tema no pasa por ahí, sino por la forma. No recuerdo el último
partido en el que Independiente prácticamente no haya pateado al arco. Un
cabezazo de Nery al palo al principio, un rebote en la cara de Togni que dio en
el travesaño, una de Bustos que Lucchetti sacó con el pie y pará de contar. El
rival impuso el ritmo ante un mediocampo sumamente nervioso y apresurado, que
se comportó en connivencia con una delantera que careció de ideas para pisar el
área. Por su parte, la defensa nos regaló una noche negra de Tagliafico y un
mensaje inefable para Amorebieta: que se vaya acostumbrando rápido al fútbol
argentino; acá, un número seis no puede pasarse en el piso protestando
empujones y artimañas de los atacantes rivales.
Que no te tomen por bueno…
Otra cosa que se perdió en Tucumán, y que se debe recuperar
pronto, fue el ataque posicional, el a veces llamado “contragolpe de Holan”. El
equipo se hizo largo, y por más que intentó con bochazos y pases al ras, jamás
conectó a un Barco apagado y a un Togni que se las rebuscó como pudo. No
lograron encontrarle la vuelta nunca al partido y se toparon con diversas
dificultades para hacerse espacios al vacío. Será la última vez que lo escriba,
pero se sufrió la falta de Rigoni a la hora de saber por dónde encarar, una de
sus mayores virtudes; Meza fue otro que anduvo flojo, y Albertengo, el
espectador de lujo de siempre. Con pocos minutos de un Fernández lejos de su
mejor versión, vimos mucho más que en 90 suyos.
Yo no me quedo tranquilo por lo visto en Chile ni enloquezco
por lo de anoche. Solo soy consciente de una realidad: partidos como estos van
a ser los más, en campeonato y en Copa, y va a haber que estar a la altura. No
veo en Atlético Tucumán a un rival superior, y sin embargo fue poco auspicioso
lo demostrado por Independiente, que después de mucho careció de Compromiso,
Actitud e Intensidad. El Profe Holan tiene los pergaminos para sobreponerse y
es por eso que en él deposito mi total y plena confianza, pero no hay que
abusarse de ella, sino respaldarlo como se debe. ¿De qué manera?
Todavía hay un margen mínimo, ínfimo, para darle un poco de
oxígeno y traerle un refuerzo que le cambie la ecuación. Quisiera exigir dos,
pero a esta altura uno ya es algo casi surrealista. Pónganse en la cabeza,
dirigentes, que no podrán escatimar demasiado ni vestir el traje del Dr.
Ahorro; ustedes eligieron este camino al dejar todo para último momento, a la
hora de optar por probar y ver qué pasaba. Es entonces cuando van a tener que
sentarse y poner la guita arriba de la mesa, con más acatamientos que
pretensiones. Las cartas no están a nuestro favor. Usen el dinero que vino de
Rigoni y aprovechen su oportunidad de darle un título al hincha con el único
entrenador capaz de hacerlo hoy en día.
O déjenla pasar de nuevo y esperen a las
urnas en diciembre.
El tiempo apremia, dirigentes. Cuídenlo. Y cuiden al
Profesor.
Fuente Orgullo Rojo

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