Por Javier Brizuela
La derrota del sábado aún duele, y la verdad muchísimo, y
son varias las razones.
Porque el cómo es peor que el que, algo ya doloroso.
Independiente, lejos de tratar de pasar por arriba a Racing en casa, jugó muy
mal.
Es cierto que Tévez llegó al club en un momento en el que
estábamos más cerca de pelear el descenso que los primeros lugares de la tabla,
y eso se revirtió. Como el nivel de muchos jugadores, que estaban afuera de
Avellaneda, y hoy dentro del once titular merecidamente. También que su cosecha
de puntos es buena, de hecho es lo que permitió revertir el objetivo. Y es algo
que va a la par con sus declaraciones, casi siempre acertadas desde que dio la
primera conferencia de prensa como DT de la institución.
Todo esto es una verdad irrefutable. Pero hay otra, esa que
muchas veces no la queremos ver, o nos hacemos los tontos, porque la cantidad
de puntos nos nubla un poco la vista y nos ayuda a no darle la importancia que
merece.
Y cuando pasa lo del sábado, algo que duele tanto, no nos
queda otra que ver cómo sale a flote todo lo que estuvimos escondiendo debajo
de la posición en la tabla.
Independiente juega mal, decididamente mal. El técnico
expresó a fin de año que estaba muy entusiasmado con la pretemporada, porque
era la primera chance que tenía de que se viera finalmente su equipo. Y cuando
ya van siete fechas, la mitad de las que tiene el grupo de este torneo rarísimo,
no se vio otra cosa que un plantel que juega mal. Lo ve él (queda demostrado en
la foto de la nota) y lo vemos todos, el tema es que los hinchas no somos los
que entrenamos al plantel.
El Rojo tuvo momentos aceptables en algunos de los partidos,
muy pocos buenos, y no más que eso. Logró buenos resultados de visitante, que
es donde puede tener más espacios, pero en casa quedan muy expuestas sus
falencias a la hora de generar fútbol y situaciones de gol. Se han visto
intenciones positivas, presionando alto, pero malas ejecuciones.
Está claro que lo más importante es el resultado, pero
cuando se hace sin fútbol, todo se desmorona ante la derrota. Y cuando se juega
bien, se construye paciencia, aún cuando no acompañan los resultados.
Tévez el sábado retrocedió varios pasos como entrenador, sin
lectura de lo que ocurrió en el primer tiempo, sin hacer cambios que se pedían
a gritos, sin reaccionar ante un desarrollo que solicitaba hacerlo. Recién con
el gol rival, empezó a mover piezas desesperadamente, algo que obviamente no
funcionó.
El equipo estuvo largo y partido, planteado un primer tiempo
con un mano a mano en el que estuvo mejor de a ratos, gracias a Luna, pero en
el que se veía que el rival se sentía más cómodo. Con los medios, sobre todo
Juanfer, recibiendo con espacios, algo letal. Más si jugás en línea, ante
delanteros que son más rápidos que tus defensores, que encima no tienen un buen
día.
Independiente sigue bien posicionado en la tabla, de hecho
lidera el grupo, pero no nos podemos quedar con eso. Si queremos realmente
tener algún tipo de aspiración a algo que no sea cosechar puntos, debemos
mejorar en el juego, y mucho.
No podemos seguir haciéndonos los tontos, nos ganó Racing en
casa, y lo hizo merecidamente, porque no le pateamos al arco en todo el
complemento. Abajo en el resultado, no se le creó una chance de gol. Podemos
llorar ese penal no cobrado, producto de uno de los tantos pelotazos, la única
idea que tuvo el equipo. O podemos ver la realidad y empezar a construir un
once que juegue al fútbol, como merece una masa societaria que pagó una fortuna
para ir el sábado, y no obtuvo ni migajas.
Lo del semestre pasado no brinda ninguna inmunidad, solo la
chance de empezar de cero.
Y eso es lo que ocurre después del sábado.
Fuente Orgullo Rojo
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