Por Nahuel Lanzillotta
Independiente sigue dando pasos
adelante. Contra Huracán tenía una prueba de fuego y demostró carácter, pero
también se animó a ir soltándose en su juego de a ratos. Evolución.
El fútbol tiene muchas máximas que se repiten hasta el hartazgo y se dan como verdades absolutas. Nadie las discute; son así y punto.
“Dos cabezazos en el área es gol”, “Córner mal pateado gol en el otro arco”… Y otra muy conocida es:
“Las finales se ganan”. Y sí, es una verdad de
Perogrullo. Si querés ser campeón tenés que ganar. Otra no queda. Pero hay
varias formas de ganar. Lo que contiene oculto (o no tanto) esa frase hecha es
que las finales se tienen que ganar como sea. Son esas instancias en las que no
importan mucho las formas con tal de conseguir el objetivo máximo.
Independiente ganó una final ante Huracán en la noche del jueves. No había ningún título en disputa, es verdad. Sin embargo, la situación de ambos clubes que se encuentran pujando en los puestos de abajo de la tabla anual le daba un marco especial a este choque picante. Así se vivió y así la jugó el Independiente de Tevez.
La ganó, sí. Con lo justo. Metiendo. Raspando. Apretando los
dientes. Chocando. Corriendo. Enfocado hasta el último minuto. Siendo
oportunista. Defendiendo bien. Plantándose cuando hubo que plantarse. Y
también… Sí, jugando.
De a lapsos. Por tramos. Sin una fluidez sostenida. Está
bien. Pero este Independiente que en todo el año estuvo errando por los pastos
de todos los estadios del fútbol Argentino sin un norte, sin un plan de juego,
ahora tiene la brújula calibrada y se va animando de a poco a mostrar algunas
pinceladas de fútbol, de pases cortos para progresar en bloque, de movimientos
fructíferos para ir a los espacios, de presión consciente.
Tevez volvió a cambiar el esquema. Tenía una prueba de fuego
importante: saber cómo iban a reaccionar sus muchachos tras la eliminación de
la Copa Argentina a manos de Estudiantes, por penales. Y puede estar tranquilo
Carlitos porque los futbolistas demostraron que pese al traspié, la idea sigue
creciendo partido a partido.
La intensidad y la presión alta ya son rasgos distintivos del Rojo Apache, que abandonó el 4-3-1-2 para volver a la línea de cinco hombres en el fondo. De esa presión asfixiante llegó el desnivel en el marcador. No tenía la pelota Independiente en esa primera parte de la primera parte. Más bien era Huracán el que manejaba el balón, aunque sin lograr encontrar por donde entrar, sin ser profundo.
El Diablo le pinchó una salida al Globo, Federico Mancuello
estuvo rápido para leer la jugada y anticiparse: lo comió a Lucas Carrizo y del
rebote corto que Lucas Chaves dejó de su remate, Alexis Canelo produjo el 1-0
que terminó siendo el resultado final.
El gol llenó de confianza al local y de dudas al visitante,
que pareció sentir el golpe al mentón. Independiente pasó a dominar el trámite
y fue ahí cuando se vio lo mejor: un equipo de carácter fuerte (impensado un
mes atrás) y que va tratando de inyectarle a eso dosis de buen juego con salida
por bajo; sus carrileros ensanchando el campo y siendo profundos (más Isla que
Pérez); un trío de volante que necesita todavía entenderse más como conjunto,
pero que cuando se encuentran arman conexiones peligrosas; y dos pacman en
ataque que son los primeros defensores.
No sufrió, mantuvo su arco en cero por primera vez en la era Tevez y pudo haber aumentado el marcador. Falta y bastante, sí. Pero Independiente no solamente ganó una final, sino que hasta se animó a jugarla de a ratos. Y para este equipo eso sí que no es una verdad de Perogrullo.
Fuente Infierno Rojo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.