Por Nahuel Lanzillotta
El Emperador se abrió para hablar de todo. Los días en
pandemia. Las secuelas del cáncer. La partida de Maradona. Y esta segunda
chance en el Rojo a los 64 años: “Muchos creen que los técnicos grandes estamos
afuera del sistema y no es así”.
La sobremesa en el salón comedor del entrepiso del Hotel
Scala, donde concentra el plantel de Independiente en esta semana de intensa
pretemporada, se interrumpe cuando Julio César Falcioni se pone el barbijo, se
levanta y se mete en la habitación cercana para tomarse el café posterior al
almuerzo con Clarín.
"Lo único que no puedo hacer es gritar", avisa el
nuevo entrenador del Rojo con su voz tenue y aguda, huella del cáncer de
laringe que superó no sin padecimiento hace un par de años. "Mi trabajo lo
hago de manera normal. Y si quiero transmitir algo a lo lejos le pido mis
colaboradores que griten ellos. Veremos más adelante si vuelve el megáfono,
ja", agrega vestido de Diablo, como hace 15 años atrás.
La cuarentena lo obligó a tomar especiales recaudos por ser
factor de riesgo y lo mantuvo alejado de sus nietos, algo que lo hizo contar
los días:
"Tomé todos los cuidados necesarios. Los primeros meses
no salía para nada. Hasta que se empezó a abrir un poquito. Empecé a ver los
partidos de Alemania al principio para entretenerme. Luego ya salí un poco más.
Es una cosa seria lo que vivimos. Con mis nietos nos veíamos todos los días por
videollamada. Pasamos unos cuantos meses así. Lo sufrimos".
El parate lo había dejado afuera del radar de los
entrenadores, más allá de que tenía sobre la mesa la chance de asumir como
mánager en Banfield tras dejar el buzo de DT. De eso, de sus ganas a los 64
años, de lo que le da el fútbol, de la vida, de la voz de la experiencia y de
la innovación de la juventud, del Diego, de lo innegociable. De eso y de algo
más habla JCF.
-¿Creías que a esta altura de tu carrera ibas a tener esta
oportunidad otra vez en un grande?
-En cada club que estuvimos nosotros siempre trabajamos con
orden y responsabilidad. Y creo que a lo largo de los años y de los equipos
siempre fuimos rendidores, en algunos en base a resultados y en otros en
proyección de jugadores. Haber estado cuatro veces en Banfield y ahora volver a
Independiente, marca que las cosas las hacemos correctamente.
-¿Y para vos qué significa este regreso?
-Es motivador. En Independiente siempre hay una exigencia
mayor por su historia. Creemos estar muy bien preparados para sobrellevar eso y
diagramar un equipo que nos represente.
-En el ambiente del fútbol sorprendió tu designación porque
no se hablaba de vos…
-(Interrumpe) Es que cuando empezó la pandemia y luego de
que nos informaron que no íbamos a continuar porque no se sabía bien cuánto iba
a durar todo esto, yo no hablé con nadie más. Me parecía que lo que yo podía
hablar no era importante. Cuando se abrió esta oportunidad muchos me dijeron
que no sabían que yo estaba con ganas de dirigir. Surgió esto y me da la
posibilidad de seguir vigente.
-¿Las ganas de dirigir siempre las mantuviste o te
planteaste no dirigir más?
-Uno cuando no está activo siempre se plantea cosas. Tenía
la oferta para ser mánager de Banfield. Pero yo quiero ser quien decida cuándo
decir basta y pasar a otra función. Quiero tener ese poder de decisión. Cuando
vea que ya no estoy en condiciones o que me cuesta decidiré hacer otra cosa o
no. Se verá. Ahora me siento con fuerza y con ganas.
-“El fútbol te da vida”, le dijiste a Maradona cuando lo
enfrentaste en cancha de Banfield. ¿Cuánto necesitaste del fútbol para hacerte
fuerte en tu recuperación?
-Lo que sentí del fútbol fue que mucha gente se preocupó por
mí. Tuve muchos mensajes, llamadas y acercamiento de toda la gente del fútbol:
dirigentes, jugadores, colegas, periodistas. Sentí la preocupación, las ganas
de que yo pudiera salir y mucho respeto. Eso me llenó de orgullo. Cuando yo
todavía estaba enfermo Lanús me hizo una dedicatoria en su cartel electrónico y
eso es respeto, que no es fácil de conseguir. Todas esas muestras me hicieron
sentir un hombre del fútbol verdaderamente querido y respetado. El fútbol es
parte de mi vida. Yo empecé a jugar a los 12 o 13 años y hoy tengo 64, hacé la
cuenta. Cuando te falta el fútbol, te falta algo. Te falta algo. El pensar en que
podía volver me daba fuerzas. Al comienzo no sabía si iba a poder volver porque
todo lo que había pasado fue muy grave.
-Esa charla con Diego te la vas a guardar siempre.
-Hacía mucho tiempo que no lo veía. Me salió de adentro del
alma decirle que el fútbol me daba vida, él se rió y lo aceptó porque realmente
es eso. Diego a lo mejor no necesitaba trabajar de DT en Gimnasia, pero lo
motivaba. Y a lo mejor a mí también. Después nos cruzamos antes de la pandemia.
Compartimos un buen rato en el vestuario. Estaba bien él. Su desaparición… Es
el día de hoy que no creemos que se murió. Diego va a estar siempre porque lo
que hizo por el fútbol y lo que representó fue inmenso.
-Hay una brecha de técnicos grande y técnicos jóvenes. Se
dice que los DT más grandes hoy ya no pueden llegarle tan fácil a los jugadores
jóvenes: ¿mito o realidad?
-El vestuario cambió y el que no se aggiornó a eso se le
complicó. Sin ninguna duda de que el vestuario cambió. En Europa hay técnicos
jóvenes, pero hay muchos técnicos con experiencia y trayectoria que son
sumamente valorados. Y en Argentina no pasa eso. Cuando yo empecé a aparecer
estaban los Basile, los Bambino Veira, los Chiche Sosa, todos capos de primera
línea. Y yo, con el Flaco Gareca, con el Ruso Zielinski, con Omar De Felippe,
fuimos ganando terreno y ocupando espacios. A los hombres del fútbol que han
vivido muchas cosas y han jugado durante 18 o 20 años profesionalmente y tiene
15 o 18 años dirigiendo tendrían que escucharlos mucho más.
-¿No se los escucha acá?
-Muchos creen que los técnicos grandes estamos afuera del
circuito y no es así. El último campeón tiene mi edad: Miguel Russo es mayor
que yo dos meses, jugábamos en contra en las Inferiores. Si te ponés a mirar.
Pekerman estuvo en Colombia, Gareca está en Perú… En la Argentina pareciera que
muchas veces queremos acelerar el recambio y yo creo que el recambio debe ser
más paulatino para que todos los que arrancan tengan espejos importantes. En el
fútbol y en la vida es bueno tener adelante espejos donde mirar y aprender las
cosas buenas y las no tan buenas. Ojo, esto es un ida y vuelta: los más grandes
también tenemos que aprender de los más jóvenes. A nosotros nos tocó
aggiornarnos. Si no te adaptás quedás fuera de órbita. A mí me gustan los
técnicos jóvenes, pero para todo se necesita tiempo.
-¿Cuándo se da cuenta un técnico que ya está viejo para el
cargo?
-Cuando no tiene resolución. Cuando no tiene una iniciativa
de trabajo diferente. Cuando su mensaje no llega. Podés ganar más o menos, pero
hay cosas básicas de liderazgo de grupo. La llegada y el mensaje que les das a
los jugadores lo vas a sentir y ver el domingo. Si vos lo decís andá para acá y
él va para allá quiere decir que algo estamos haciendo mal.
-¿Qué técnicos jóvenes te gustan?
-Respeto mucho a los entrenadores jóvenes y trato de verlos
y de aprender. Vienen con iniciativas diferentes. Me gusta mucho lo de Heinze.
Me gusta Dabove, que quemó muchas etapas antes de ser técnico. Trabajó con un
montón de gente que seguramente le habrá dejado muchas cosas. El Gallego
Méndez. Lo veo a Somoza y a Herrón como colaboradores en Boca y veo que están
iniciando un camino importante.
-¿Qué cambió del Falcioni técnico de su primer paso por
Independiente a este?
-Y… pasaron 15 años. Tuve muchas vivencias de vida y
futbolísticas. Cuando llegué acá en 2005 tenía cuatro o cinco años en la
dirección técnica; hoy tengo 21. Había hecho buenas campañas con Olimpo, Vélez
y Banfield, pero no había salido campeón. Después fui campeón tres veces, dos
con Boca y una con Banfield. En la toma de decisiones estoy mucho más maduro.
También tenía un temperamento fuerte y eso lo fui cambiando.
-¿Aprendiste a no ir al choque ahora?
-Puede ser… (Piensa). A manejarlo mejor aprendí porque al
choque sigo yendo. Eso te lo da el camino. Uno va aprendiendo.
-¿Y qué no negociás?
-El trabajo. Yo soy una persona trabajando y otra afuera del
trabajo.
-En el trabajo no se jode.
-Claro. ¿Por qué? Porque es un rato, hacemos lo que nos
gusta, tenemos que prestar atención. Siempre les digo a los jugadores:
“A mí me interesa que ustedes me digan que no entienden”.
Quiero que me digan “no entendí”, porque el que dice todo que sí seguramente no
entendió algo. Yo quiero la inquietud de parte del jugador. Tomo esas horas con
mucha seriedad.
¿Cómo será el Independiente del Emperador?
De la noche a la mañana, Julio Falcioni volvió al ruedo para
suceder a Lucas Pusineri en un Independiente que, de repente, dejó de esperar a
Hernán Crespo, para sacar de la galera al Emperador. Asumió y sin derrochar
tiempo, empezó a darle forma a un plantel que necesita tramitar un nuevo DNI
futbolístico.
-Cuando se dice Falcioni, muchos automáticamente dicen
4-4-2…
-Hay un encasillamiento, pero mirá que nos tocó jugar de
diferentes maneras. Empecé en Vélez en el pos Bielsa. Estuvieron Manera y
Solari, que duraron poco porque habían querido cambiar la modalidad que marcó
Marcelo. Yo volví a esa modalidad de jugar con línea de 3 o de 5… Si lo hago yo
seguramente van a decir que es de 5, ja. Jugué de esa manera y clasificamos a
la Libertadores y a la Mercosur, con la aparición de muchos jóvenes. En Olimpo
tuvimos que reconstruir un equipo con un presupuesto acotado, lo logramos e
hicimos la mejor campaña de la historia. Ahí hicimos un 4-4-2 clavado, con
mucha pelota parada porque el proceso fue diferente. Después, en Banfield
teníamos otra expectativa y le dimos lugar a una legión de jugadores jóvenes y
clasificamos a la Libertadores y fuimos subcampeones de Vélez. Lo que digo es
que no siempre usé un mismo esquema.
-¿Y ya sabés cómo va a jugar este Independiente?
-Llevamos menos de una semana. Estamos haciendo un
reacomodamiento físico para el cambio de trabajo. Cada técnico tiene su
librito. Había que acomodar primero la funcionalidad que nosotros pretendíamos.
El trabajo fuerte en lo táctico recién empezó este lunes, llevamos tres días.
Lo demás fue conocer la cara de algunos jugadores jóvenes que no conocíamos y
empezar a sociabilizar con ellos.
-¿Y qué vas viendo?
-Desde mi visión de técnico-espectador, mirando desde
afuera, creía que había que cambiar algunas cosas. Y efectivamente creemos que
tenemos que cambiar cosas. Estamos en ese camino. Para eso el jugador se tiene
que sentir seguro y tiene que estar convencido. Y para todo eso tenemos que ser
muy claros en lo que queremos.
-Tu mayor enemigo hoy es el tiempo.
-Y sí. Es un receso atípico. Pensábamos que el torneo
anterior era de transición para que los clubes se pusieran bien y cambiaron
como 15 técnicos. Una cosa rara. Hay que preparar a Independiente para la
máxima competencia y después veremos qué sale. Yo tengo la máxima ilusión de
poder posicionarlo, de poder darles respaldo a los jugadores jóvenes,
proyectarlos, y que el hincha esté contento. Si ganamos, así será. Y si no lo
logramos… Otro será el camino.
-Tenés un plantel corto y joven, ¿cuántos refuerzos le
pediste a la dirigencia?
-Yo hablé de uno por línea. Necesitamos. A lo mejor hay
cinco o seis jugadores en un puesto y en otros estamos muy justos. Para un
técnico el momento más importante es cuando tiene que diagramar el plantel. Uno
tiene que pensar que le va a ir bien, pero te puede ir mal y uno tiene que
dejarle al que viene un plantel para que pueda jugar de la manera que quiera.
Tiene que haber variedad y trato, en el comienzo, de preparar un equipo con
alternativas.
-¿Te tiene intranquilo el tema refuerzos?
-Van poquitos días, pero yo los quiero tener para ya poder
trabajar. Sin trabajo no pueden jugar. Son torneos tan cortos y explosivos que
el que no viene medianamente preparado se pierde la mitad del torneo o más.
Después no hay tiempo de recuperación. Hay que pensar en jugadores que puedan
llegar, adaptarse y que estén bien. Y por la economía de los clubes las
negociaciones se hacen más difíciles.
-¿En Alan Velasco ves un diamante en bruto como era el Kun
Agüero?
-Sí. Hay jugadores que cuando uno los ve de jovencitos, como
Agüero, Rodrigo Palacio, James Rodríguez, Cvitanich, vislumbra que son
diferentes y lo que uno hace es protegerlos, ayudarlos y respaldarlos. Alan es
un chico que tiene muchas condiciones. Si él se lo propone puede tener un
camino sin techo. Ya estuve hablando con él del lugar donde él se siente más
cómodo, que es detrás del nueve donde jugó generalmente en las Inferiores.
Después veremos la necesidad que tiene el equipo.
-¿Resultado mata paladar negro o en Independiente no es tan
así?
-Son tradiciones de años. La historia se hace de resultados
y de objetivos logrados y nadie puede negar la historia de Independiente,
conseguida con jugadores brillantes y hombres importantes. Yo rescato mucho a
los hombres. Esa historia no se puede escribir siempre de la misma manera. A lo
mejor alguna vez será tirándola lejos, como la tiraba el Chivo Pavoni; y otras
veces, jugando como lo hacía Marangoni para Bochini. A la historia la tenemos
que respetar siempre.
-La actualidad de Independiente es complicada y este año hay
elecciones. ¿Tenés miedo de que la atmósfera convulsionada del club se meta en
tu vestuario?
-No. Sé que se fueron jugadores, pero no conozco cómo fue el
tema de las deudas el año pasado. En cuanto a la política… Ni como jugador ni
como técnico jamás me metí en la política de ningún club. Jamás. No
corresponde. La política no es para mí. No tengo temor de que eso pase porque
yo sé cómo manejo al grupo. Ganar o perder cambia el estado de ánimo de la
gente, pero no me cambia a mí a esta altura del partido. Sí me dará
tranquilidad para trabajar. Y si mi trabajo no es efectivo caminaré por donde
tenga que caminar. Yo soy un empleado con cierta jerarquía y tengo a mi mando
un área importante del club, por eso tengo que tener la capacidad para tomar
las mejores decisiones.
Fuente Clarín