Por Lucas Campos
-¿Lo viste, pela? ¿lo escuchaste? - susurró rápido, en menos
de cinco segundos, el Gordo. Entonces, miré hacia mi derecha. Estábamos a punto
de entrar a la popular. Como decía, a mi diestra, un viejo, de unos 70 pirulos,
canoso, repetía sin parar
- Padre nuestro, que estás en los cielos- y terminaba - dale
un gol de cabeza a nuestro Rojito y que no se lesionen los muchachos.
-¿Sirve eso, jefe?- le preguntó descaradamente un flaco.
El viejo se elevó sobre sus rodillas, frunció las cejas y le
contestó
- Después del partido, buscame en Mitre y Alsina.
Yo no atiné a decir nada, a ver si todavía terminábamos
todos a las piñas, porque cuando el equipo va mal, vieron, los humores no son
los mejores. Pero tampoco es que descreía demasiado de lo que hacía el viejo.
Además, escuchame, si se trata de que gane Independiente, somos capaces de
ponernos a hacer cualquier cosa. Y si encima da resultado, bienvenido sea.
Entré a la norte rezando unos Padre Nuestro, por las dudas,
vieron.
Independiente salió caminando y le levantó las manos a la
luna más linda del mundo bajo el cielo más perfecto. Pero entonces, hubo una
baja de tensión en las luces de arriba del estadio y el público murmulló.
- La
puta madre, ¿tendrá algo que ver con el viejo? me dije. Ya a esa altura estaba
medio cagado. Me puse a rezar de nuevo. El Gordo me decía que pare un poco que
me iba a cagar muriendo. Además, cuando levanto la cabeza, veo a uno de los
rivales, rezando también.
-Gordo- le digo - poné en Googlé qué pasa si yo rezo a favor
de mi equipo, y otros rezan a favor del rival. ¿Quien gana?
Y el Gordo me contestó, serio, ya cansado
- Dale, ahí pongo. ¿Por qué no te dejás de joder y ves el
partido? se prende fuego el Amazonas y ¿vos te pensás que a Dios le interesa
cómo sale Independiente y Colón? Además, nosotros somos el Diablo. Olvidate que
nos ayude el barba.
Aburrido el primer tiempo. Pero en una de esas, viene una
luz blanca de arriba, Barboza salta en el cielo de los nuestros, tira el torso
hacia atrás y cabecea aunque en realidad no cabecea porque ustedes saben bien
que es casi imposible que Independiente haga un gol de cabeza. Entonces la
bocha le rebota en la jeta a un rival y se esconde en la ratonera más linda que
existe. Lo gritamos, nos pusimos 1 a 0
arriba.
- ¡Vino de arriba Pela, vino de arriba Pela, el viejo este
tenía razón! exclamó el Gordo, quien ya pensaba en la bondiola a la salida del
estadio.
En el resto del encuentro se sucedieron milagros que
justificaron y respaldaron la teoría del viejo colifa. Por ejemplo, fue un
milagro que a Pablo Pérez no lo rajaran por doble amarilla. Fue un milagro que
Independiente no haya hecho más goles. Fue un milagro que no haya entrado
Pizzini. Y fue un milagro que no nos haya clavado el Pulga Rodríguez.
Ganó Independiente nomás.
Quién sabe, el equipo resucite y arranque a caminar otra
vez. Por lo menos, con la excusa de una victoria que ilusiona, porque debemos
pelear bien arriba, como esa luz que vino de ahí y terminó en el gol de los
nuestros.
Arriba, siempre arriba.
Fuente De la Cuna al Infierno
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