En 1934 desde El Gráfico, Borocotó reflexiona sobre un
fútbol argentino profesionalizado que había perdido su personalidad “…y tiempo
vendrá en que será como otro, tan europeo como el de Europa”
EL POTRERO ABANDONADO
La primera vez que un team de estas tierras del Plata puso
proa al nuevo mundo llevando la representación do los potreros criollos,
produjo sensación.
¿De dónde salían esos purretes amagando para un lado y
tirando para otro? Un cronista español, dijo:
"Ha pasado una ráfaga de viento olímpico", y fue
profética. En Colombes triunfaron los uruguayos. Más tarde, Nacional de
Montevideo y Boca Juniors rumbearon hacia lejanos fields, y tanto uno como el
otro demostraron que aquella muchachada había llegado tan alto porque tenía
méritos, y, para comprobación de que aquí estaba un fútbol brillante y
efectivo, a la final de Amsterdam llegaron estos hermanos del Plata, que se
pelean todos los días, precisamente, porque los dos son buenos. El potrero nos
daba jugadores. Cuando faltaba uno, íbamos a buscarlo entre la polvareda del baldío
en un match de veinte para cada lado. Pero llegó el profesionalismo, y los
clubs, queriendo formar hombres para defender los colores de la entidad o para
venderlos a otras más ricas, se preocuparon de sus cuartas divisiones, de sus
quintas... y el potrero se fue quedando sin gente, le fueron creciendo los
yuyos, y las latitas que hacían de arco se fueron llenando de agua con las
lluvias.
Junto con ese abandono, nuestro fútbol fue perdiendo
personalidad, y tiempo vendrá en que será como otro, tan europeo como el de
Europa, y ya no podremos ir por aquellas tierras a amagar para un lado y tirar
para el otro. Llegó el remate violento para que se acabara el gol de zapatilla;
se fue lo vivaz para dejar paso a la velocidad y al golpe; el half dejó de
buscar colocación y buscó los tobillos adversarios; ya no se jugó por jugar; se
buscó el triunfo por todos los medios; y nadie más dijo como en aquellos
tiempos: "Merecimos perder". Hasta esa escuela de sinceridad falló.
Ahora todos creen ser más que el otro y no hay quien considere justa la
derrota. Antes, decíamos que el shot había pasado la lata, que no era gol, pero
después, entre mordisco y mordisco a un pan con mortadela, decíamos:
"Merecimos perder... Aquel gol fue gol..."
BOROCOTÓ (1934)
Fuente El Gráfico

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