Que mejor que ilustrar esta nota con Mafalda, de Quino,
frente a su mayor enemigo.
En este relato publicado en la sección APILADAS, Borocotó
nos transporta, en dos patadas, a nuestros tiernos años de purretes, cuando la
siesta y la sopa eran obligatorias ¡Que dos cosas terribles!
Adentro!... A dormir la siesta... - expresó la madre con ese
gesto falso de severidad. El pibe la miró al pasar como diciéndole: "No te
mandés la parte..."; pero entró. No había otro remedio. Era obligatoria la
siesta, como la sopa en las comidas. ¡Qué dos cosas terribles! De la calle
llegan retacitos del match que se está jugando: ¡Correte!... ¡Pasala, Diego!...
¡No gambetiés! — pero la madre interrumpe el rumor con un consejo:
La siesta es muy necesaria...
Sí, ya lo sé: como la sopa.
¡Qué dos cosas terribles! Todas las madres empeñadas en lo
mismo. Y mientras se acuesta, piensa en el partido. De pronto, por encima de
las palabras de su mamá llega una que trepa, se abre paso y golpea fuerte en la
ventana: "¡Gooolll!" ¿Quién lo habrá hecho? Será para el lado de
Diego o del Tiznao? Llega la aclaración: "¡Bien, Tiznao!... ¡Fenómeno!...
Se lo mandaste a una punta..."
Dormí..., dormí... — expresa la madre, y el chico cierra los
párpados y abre las orejas, El rumor del
match continúa.
A veces se va apagando, se va yendo junto con el avance
hacia el otro lado, y cuando ya el silencio parece sepultar el partido,
comienza a llegar de a poquito, como un galope que se acerca, como una marejada
de gritos y jadeos... "Pasale al Tiznao que está solo!...¡Hands!... Sí; te
pegó en la mano...¡Es penal, entonces!...¡No..., no fué! ¡Sí que fué!..."
¿Quién lo pateará? Sin duda el negrito a quien le llamaron negro, congo,
sartén... y al final le encontraron el que mejor le quedaba: Tiznao
Dormí..., dormí que te hace falta la siesta... Estás muy
flaco... En las vacaciones con el fútbol siempre te ponés flaco... Dormí que te
hace falta...
Sí, mama..., sí, pero esperé que pateen el penal...
¡Qué cosas terribles! La siesta y la sopa. ¿Quién las habrá
inventado? "¡Fuera!..." se escucha. Lo erraron...
Los párpados pesan más, cada vez más. Los gritos se apagan y
al pibe se le ocurre que los amigos están corriendo en un mar de sopa,
gambeteando entre los fideos.
Borocotó (1943)
Fuente El Gráfico

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