Por Nahuel Lanzillotta
En medio de mil rumores y tras una semana cargada de tensión
por la dura derrota con Riestra, Independiente hizo lo que tenía que hacer ante
Laferrere y ahuyentó los fantasmas.
El ambiente se había espesado inmediatamente después de la
durísima derrota contra Riestra, que el microclima de Independiente catalogó
internamente como un “papelón histórico”. Para muchos, incluso, había sido un
resultado “saca técnico”. Lo cierto es que la figura de Carlos Tevez, que había
decidido cerrar la boca desde entonces, había quedado en el foco por un mal
planteo inicial, aunque gran responsabilidad también había sido de la nula
rebeldía de sus jugadores en el campo. Y otro golpazo sería de nocaut.
Los fantasmas rondaban el lado rojo de Avellaneda y las
declaraciones de un tal Ariel Holan, con o sin intención, no habían hecho otra
cosa más que agitar las aguas. Por eso, el cruce con Deportivo Laferrere por
Copa Argentina se presentaba como trascendental, no tanto por la instancia o el
rival, sino más bien por todo este contexto incendiario. Claro que volver a
caer contra un equipo de poquísima monta agravaría el cuadro, pero
Independiente cabalgaba contra sus propios fantasmas.
Sin embargo, en cancha de Lanús el Diablo se puso el traje
de Cazafantasmas y salió decidido a enterrar cualquier suspicacia con un
triunfo contundente, acorde a la diferencia de jerarquía ante un cuadro dos
divisiones abajo. Esta vez sí el Rojo se mostró enfocado, aun cuando le costó
en los primeros minutos lograr romper el cerrojo defensivo con cinco defensores
y cuatro volantes de Laferrere.
Dominó siempre Independiente en la tarde del viernes. Tevez
abandonó el esquema de cinco defensores para replantear la táctica en un
4-3-1-2, con algunas sorpresas, como ubicar a Javier Ruiz como enganche ante la
ausencia de Saltita González y la reaparición de Alexis Canelo en el ataque,
cuando se pensaba que Ignacio Maestro Puch iba a reemplazar a Matías Giménez.
Ruiz fue la figura. Aprovechó la oportunidad, comandó la
mayoría de las acciones de riesgo, se animó a gambetear y metió varias
asistencias. Buen uno contra uno y mejor lectura de las jugadas para decidir
bien. Decir que se ganó la titularidad, con un Tevez que como técnico no se
casa con nadie, sería arriesgado, pero sí el pibe le dejó en claro al
entrenador que puede apoyarse en él.
La clave del triunfo que finalmente fue goleada fue no
desesperar cuando en gran parte del primer tiempo la claridad no aparecía para
definir las jugadas. Tampoco el equipo entró en el juego de un árbitro decidido
a complicarle el trámite obviando penales y hasta anulando un gol lícito. El
elenco de Avellaneda mantuvo la calma y su plan de juego. Y pudo desatar el
nudo con el remate de Alex Luna que significó quebrar el marcador.
Eso provocó el adelantamiento inevitable de Lafe, algo que
automáticamente liberó terreno para moverse con mayor comodidad en campo ajeno.
Ahí sí, en el complemento, florecieron las llegadas de peligro ante el arco
adversario. Así y todo, la falta de puntería seguía siendo el principal
oponente del Diablo. Tres cabezazos a quemarropa, uno de Canelo, otro de Avalos
y otros de Luna. Dos los sacó el arquero y el tercero se fue desviado.
El penal sobre Federico Mancuello, que él mismo transformó
en el 2-0 tranquilizó todo porque empezó a liquidar el partido. Y todo fluyó.
Pudo haber hecho más tantos de jugada, pero volvió a marcar de penal, esta vez
a través de Jhonny Quiñónez.
Hubo abrazos entre todos. Hubo descarga necesaria después de
días bravos, con charlas internas y mil rumores del afuera. Independiente se
mantuvo seguro y confiado puertas adentro. Independiente espantó los fantasmas
haciendo lo que tenía que hacer: ganar con superioridad. Y ahora compró algo de
tranquilidad para afrontar tres finales en búsqueda de los playoffs de la Copa
de la Liga.
Fuente Infierno Rojo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.