Ante la falta de individualidades de peso, Independiente
debe hacerse fuerte desde la creatividad del juego colectivo.
Esa es la intención de Domínguez, que todavía está verde de
ideas y con intérpretes en muy bajo nivel.
En este equipo no existen individualidades que puedan sacar
un conejo de la galera para ganar un partido.
Y, como se dijo en la publicación anterior de esta columna y
luego también lo expresó Ricardo Bochini, Independiente tiene -a priori- en
nombres y en jerarquía menos plantel que el año pasado. Para suplir esas
falencias, hace falta juego colectivo. Y para eso, a su vez, hacen falta ideas,
que por el momento tampoco aparecen en un elenco aún demasiado verde. Así, el
arranque del Rojo está siendo muy cuesta arriba.
Lo mejor que tiene Independiente sin dudas es su entrenador,
al que nadie discute y en el que se depositan las esperanzas en este año que lo
encuentra al club de Avellaneda con triple competencia. Apenas comenzó una de
las tres Copas que disputará el conjunto de Eduardo Domínguez y los problemas
de funcionamiento quedaron al desnudo.
Ojo, era previsible este panorama ante un mercado de pases
discreto al que le faltaron jugadores de peso, sobre todo arriba.
Leandro Benegas, el último refuerzo en llegar, no está a
punto por ahora y adelante con Leandro Fernández solo no alcanza. De falso 9,
Lean Love se mueve todo el tiempo, abandona el área para bajar y tratar de
armar juego con los volantes y los extremos. Pero en la zona de fuego nadie
llena el vacío.
Independiente está verde. Le falta bastante para madurar.
Se vislumbra la idea de Domínguez, sí.
Juego ofensivo, soltando a sus laterales -sobre todo Alex
Vigo-, y buscando que los medios interiores pisen el área. No obstante, los
intérpretes todavía no cuajan del todo. Hay errores puntuales y conceptuales.
El cero a cero en Liniers de este sábado es el claro ejemplo de ello.
Con un jugador de más, el Diablo jamás supo sacar provecho.
No usufructuó la superioridad numérica que tuvo durante más de 20 minutos. Y,
para colmo, sabiendo que la expulsión del hombre de Vélez fue protestadísima,
Joaquín Laso comete una imprudencia con sus brazos adelante de un Germán
Delfino agazapado para compensar y apaciguar la furia local. Inmaduro por donde
se lo mire. Desde el fútbol y desde la picardía.
Si con uno más no supo cómo sacar ventaja en el juego, once
contra once fue superado por los de Mauricio Pellegrino, que sin hacer
demasiado contaron con las más claras situaciones de gol (dos tiros en los
palos). Carece de creatividad en la zona media Independiente. Los responsables
de la elaboración artesanal para que la pelota llegue al área de enfrente no se
están ganando el pan de cada día. Ni Alan Soñora (el heredero de la pesada
“10”) ni Andrés Roa se conectan entre sí. Tampoco logran tener éxito en sus
intentos personales. Las ganas de Damián Batallini no encuentran compañía.
No se ven pases filtrados. No se ven gambetas. Mucho menos
triangulaciones. Sí se ve a un Alex Vigo en permanente postura ofensiva, tal
como hacía Fabricio Bustos. Y eso, justamente, era lo que hacía previsible al
Independiente de Julio Falcioni: su arma de ataque era siempre la misma y por
el mismo lado. Por ahora, lo que cambió con el cambio de entrenador es la
postura más agresiva y de asumir el protagonismo. No es poco, claro. Pero falta
mucho. Demasiado. Sobre todo, faltan ideas. Y sin ideas, no hay paraíso.
Fuente infierno Rojo
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