Por Eduardo Verona
Sin experiencia, sin recorrido y sin haber expresado todavía
un pensamiento futbolístico, Lionel Scaloni ganó en la Selección un espacio
inesperado. El rol de un hombre providencial. El partido ante Brasil que puede
apagar o encender las luces.
Lionel Scaloni tiene 40 años. Y su recorrido como entrenador
se inició conduciendo a la Selección. ¡Pavada de arranque!.
Fue Jorge Sampaoli quien lo convocó como uno de sus
ayudantes (su primera especialidad fue ser analista de videos de los rivales)
en su breve y tumultuoso tránsito por la Selección nacional.
Después del fracaso en Rusia 2018 a Sampaoli no le quedó en
el horizonte otra posibilidad que irse. Y se fue.
Scaloni, en cambio, se quedó, lo que le valió la crítica de
Sebastián Beccacece (otro colaborador de Sampaoli en la Selección), quién le
dedicó algunas palabras en un tono crítico:
“A Scaloni lo lleva Sampaoli a Argentina. Y cada uno actúa
como lo siente. Yo considero que cuando uno llega de la mano de alguien que se
termina yendo, es importante poner un punto final”.
La decisión de Scaloni, tanteado por los dirigentes de AFA
para continuar como un técnico interino hasta no se sabe cuándo, fue clara:
seguir. Así lo hizo. Siguió.
Dirigió junto a Pablo Aimar el Sub/20 que ganó el 8 de
agosto el torneo de L’Alcúdia, a pocos kilómetros de Valencia, venciendo en el
alargue 2-1 a Rusia en la final.
Después de esa consagración ninguneada por el ambiente del
fútbol argentino por considerarlo un trofeo menor (en realidad lo es), Scaloni
se paró frente a la prensa y dijo planteando su propia escala de valores:
“Por arriba de la Selección no hay nada. No existe el Real
Madrid, no existe nada. Estamos en una reconstrucción total y ojalá nuestro
fútbol vuelva a estar donde se merece”.
El inesperado y fulminante protagonismo de Scaloni, quien
sin experiencias previas en ningún club pasó de la noche a la mañana a ser el
entrenador de la Selección mayor en los partidos ante Guatemala (3-0), Colombia
(0-0), Irak (4-0) y en las próximas horas ante Brasil, sorprendió a todos.
Incluso a él, un actor secundario ejerciendo el rol que otros entrenadores
mucho más calificados y prestigiosos nunca conquistaron.
¿Qué se conoce sobre el pensamiento futbolístico que inspira
a Scaloni?
Prácticamente nada.
Sin embargo fue ese perfil ausente y desideologizado lo que
le dio aire para extender su continuidad en el predio de la AFA en Ezeiza,
mientras arreciaban las urgencias después de la despedida del vapuleado
Sampaoli, hoy desocupado.
Lo que hizo Scaloni fue aprovechar, in extremis, una
circunstancia favorable. Había un espacio y lo llenó. Le fue bien en L’Alcudia
y lo sacó de un gran apuro al presidente de AFA, Chiqui Tapia y a ese hombre
multifacético que es Daniel Angelici.
Como una mano lava la otra, Scaloni se quedó con el premio
más importante: dirigir a la Selección mayor. Y mantenerse en contacto con
Messi (tiene una relación con el astro del Barça desde la época en que integró
el plantel en Alemania 2006) para ver cuándo podría volver a vestir la camiseta
argentina.
Las definiciones y lecturas futbolísticas de Scaloni hasta
el momento se desconocen. Si las tiene y las oculta o si directamente no las
tiene, es una cuestión a descubrir. Lo que está claro es que si continúa como
técnico de Argentina es porque los resultados que cosechó fueron positivos. Y
le permitieron sembrar de dudas a algunos dirigentes influyentes que lo miran
con simpatía, en la medida en que la Selección no haga papelones frente a
Brasil.
Por eso hablar del proyecto de AFA para la Selección es una
cruel mentira. ¿Desde cuándo los dirigentes del fútbol argentino tienen
proyectos valiosos que trasciendan la emergencia? No dejan de ser papelitos en
el viento.
Scaloni expresa como un caso testigo a un hombre
providencial. Vio luz y entró. Si hay corte de energía o sigue el suministro,
dependerá de la chapa final ante Brasil.
Fuente Diario Popular


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