El mundo del fútbol salió a repeler una vez más a Holan, que
paga el derecho de piso por no ser del palo.
¿Fueron ofensivas sus palabras o a
cada rato le cuentan las costillas?
Por Antonio Serpa
El palo del fútbol suele ser cruel con quienes no son
astillas de su madera. Los cuerpos extraños son menospreciados, descalificados
y apartados.
Discriminados. Porque no se vendaron nunca en el vestuario, porque
no transpiraron en una cancha, porque no escucharon el ruido de las duchas
contra el piso en el silencio de la derrota.
Tango puro. Verso. Humo. Falsa
sabiduría.
En algún momento fueron los psicólogos deportivos, aún cuestionados:
valía más la opinión del que tenía calle y se había cagado a trompadas que la
del profesional que se había enterrado debajo de una montaña de libros.
Hoy
está en plena discusión la tecnología empezando por el VAR, cuyo único defecto
es, en tal caso, ser manejado por humanos con defectos humanos (en la vista, en
la razón o en la moral). Y ni hablar de los drones…
Ariel Holan, definitivamente, es un tipo rechazado por el
ambiente del fútbol. Por colegas y hasta por cierto sector de “la cátedra” que
avala el folclore absurdo y que se aferra a las prácticas de las cavernas como
fuente de toda razón. Su satisfacción y su orgullo por un equipo que lo
representa, y que quizá sea el más afín al que los trogloditas llaman “la
nuestra”, cayó mal. Más entendible -igual de inaceptable- en Huracán, la
víctima del baile. Inentendible en Heinze o Mercier, que salieron en plan
vengadores.
Holan no quiso ofender a nadie. El whisky y el habano eran el
placer propio, no una vejación ajena.
Ni Mourinho ni Arrigo Sacchi fueron futbolistas
profesionales. Y más allá de lo que generan sus preceptos -y de la cantidad de
adeptos y de haters que supieron conseguir-, ninguno de los dos fue ninguneado
por las sociedades futbolísticas europeas.
Claro: si estamos lejos en tantas
otras cosas, el fútbol no tiene por qué ser excepcional. Argentina está llena
de sabios cuyos equipos son un buen vomitivo.
Mírenlo a Holan, el profe de
hockey: tiene mucho para enseñarles.
Fuente Olé
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