Cristina Fernández saludó afectuosamente al presidente de la
AFA, Julio Grondona.
Gustavo Grabia Ggrabia@ole.com.ar
La Presidenta presentó un sistema que rechaza por huella
dactilar a quienes están en el derecho de admisión.
La lista seguirá siendo
confeccionada por los clubes.
Estaba la mayoría de los presidentes de los clubes.
En la
fila de adelante se sentó Javier Cantero, que pelea contra la barra Roja, y
detrás, juntitos, Daniel Angelici y Daniel Passarella, que no aplican el
derecho de admisión en sus tribunas.
La cita era en la Casa Rosada, para la
firma del flamante convenio de seguridad para el fútbol entre el Gobierno y la
AFA.
Olé ya había adelantado el nuevo protocolo que armó el
Ministerio de Seguridad que conduce Nilda Garré, con medidas clave para reducir
el poder de la Policía y la connivencia entre esa institución y los barras.
Pero esta vez, acicateada por el ministro del Interior Florencio Randazzo, que
gana cada vez más poder en la estructura gubernamental, la presidenta Cristina
Fernández iba a presentar un avance tecnológico “importante en la lucha contra
la violencia”.
Al final, todo se pareció a un bluff: anunció un software
enmarcado en cien valijas que a partir de la huella dactilar informa qué
hinchas tienen prohibido el ingreso a los estadios o aquellos con pedidos de
captura por otros delitos (ya existía algo similar llamado morphotouch), pero
quienes estén en esa lista negra serán elegidos por los dirigentes de los
clubes.
Sí, el mismo perro pero con otro collar.
Para que se entienda: el ingreso a los estadios será a dedo,
y a la hora de echar a los barras, los dirigentes siempre ponen el pulgar para
abajo.
Si Mauro Martín de La Doce o Martín Araujo de Los Borrachos estaban
fuera de la lista ahora, seguirán estándola a partir del viernes mientras las
CD de los clubes no cambien de opinión.
Porque lo que se necesita además de
tecnología es una decisión política que sigue ausente.
Por algo la Presidenta
no hizo referencia a este tema ni a la complicidad policial y política con los
barras.
En cambio prefirió cargar contra los medios: “Se ha recargado mucho el
tema de la violencia en el fútbol con una clara intencionalidad política. De
pronto aparecieron delincuentes. Parece que este problema se hubiera instalado
ahora y lo más grave pasa afuera”, dijo y reconoció que nunca va a la cancha,
con lo que habría que desconfiar de quien le pasa letra sobre el tema.
Porque
habló con orgullo de los turistas que entran con los trapos a La Doce
desconociendo el negocio que hay detrás de eso, y hasta se refirió con
ingenuidad a quienes copan los paravalanchas.
“Sentir pasión por algo es estar
vivo. Los que no tienen pasión por nada... Desconfío de ellos“, concluyó, como
si fuera lo mismo tener pasión, como millones de argentinos, que montar
alrededor de ella un negocio violento, como el de los barras que asolan
nuestras canchas y que produjeron 39 muertos en los nueve años que lleva el
kirchnerismo en el poder.
Fuente Olé
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