Por Nahuel Lanzillotta
Eduardo Domínguez no la tuvo fácil para armar el equipo,
pero demostró que la idea de presionar y atacar bien arriba no se negocia y
está más allá de los nombres. Si se quiere y se trabaja, se puede.
Que Julio César Falcioni hizo lo que pudo, se dijo hasta el hartazgo.
Pero también, siempre desde esta columna se enfatizó en que el Emperador pudo
hacer más, sobre todo en cuanto a la intención de juego explayada en cada
partido sobre el césped. Pues bien, eso queda definitivamente al desnudo cuando
Eduardo Domínguez, con mucho menos que su antecesor porque aún no tiene
refuerzos y encima sufrió numerosas bajas por coronavirus, lesiones y
conflictos contractuales (Fabricio Bustos), ya demuestra intentar ir a más en
apenas dos presentaciones. Y ante Talleres le salió a la perfección.
Está más que claro, y se subraya, que no se tratá aquí de
hacer sentencias o bajar el martillo apresuradamente cuando el ciclo nuevo
recién está aprendiendo a gatear. Pero si hay algo que se puede ver a simple
ojo es un cambio de intención rotundo. Es, al cabo, lo que buscaba Daniel
Montenegro cuando puso a Domínguez como prioridad para el puesto vacante.
Los primeros días del barbudo entrenador en Independiente no
fueron muy alentadores. No por él y el intenso trabajo que viene llevando a
cabo en cada jornada de triple turno junto a su cuerpo técnico; sino porque
cada noticia fue un verdadero mazazo. Dijo que necesitaba goles y se le fue el
capitán y goleador Silvio Romero. No le trajeron a nadie aún para reemplazarlo
y debe jugar sin un nueve definido. Todavía sabe que el club está inhibido. Se
le lesionaron jugadores clave como Sergio Barreto y Domingo Blanco. Se atrasó
la continuidad de Sebastián Sosa y se sumó más tarde (todavía no firmó). Hubo
un brote de covid-19 del cual él también fue víctima. Y no puede usar a
Fabricio Bustos, en conflicto con la dirigencia por negarse a renovar el
contrato o a ser transferido (se quedará con el pase en su poder en junio).
¿Algo más? Tuvo que vestirse de malabarista Domínguez. Sin
embargo, en estas primeras pruebas demostró algo que avisó que haría en su
presentación: los nombres no alteran el producto. El DT busca que la idea
prevalezca por encima de todo, juegue quien juegue. Que si existen
modificaciones, las mismas no influyan de modo considerable en la intención de
juego, que no es otra que la de tomar el protagonismo, presionar alto para
recuperar cerca del arco rival y tratar de juntar a las mejores piernas para
que puedan llegar al gol.
Con muchísimo menos que los últimos técnicos que pasaron por
el club, Domínguez ya se encargó de exhibir algo diferente: una postura
ofensiva, agresiva. Y los futbolistas captaron rápidamente este plan que
intentan ejecutarlo al pie de la letra. Eso sí, de mitad de cancha hacia
adelante, le viene resultando porque los goles y las situaciones de mayor
riesgo en la noche del martes en La Plata vinieron por la agobiante presión que
ejerció en la salida del equipo adversario; pero deberá ajustar atrás.
Porque sufrió de su propia medicina cuando la T también
presionó y provocó imprecisiones en la defensa Roja. Es lógico que con tan sólo
dos encuentros existan cuestiones por corregir. Y sería de exagerado (al menos)
asegurar que Domínguez ya encontró el funcionamiento que desea en diez días de
trabajo. No se trata de eso. Pero sí se trata de marcar que, a pesar de cada
escollo que encuentra en el camino (que no son pocos), no está dispuesto a
claudicar en su idea y por lo pronto hay una premisa de captar y tratar de
ejecutar este estilo en el terreno.
Los propios futbolistas admitieron en las últimas
declaraciones sentirse más amoldados a esta postura de pisar más adelante el
campo. Es un primer paso saludable, entre tanto virus dando vueltas por el
club.
Fuente Infierno Rojo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.