Por Lucas Campos
La lluvia es un elemento inseparable del fútbol.
Increíblemente disfrutable cuando éramos chicos, y entre barro y algo de
asfalto, la pelota de gajos descocidos iba y venía siendo testigo de partidos
memorables, importantes y casi definitorios de nuestra posterior vida adulta,
rebotando en algún que otro árbol o en aquel auto que estaba estacionado
afuera, solo reposaba cuando el tránsito hacía de VAR y paraba unos minutos
aquel picado.
La lluvia tiene mística cuando se trata de fútbol, y si uno
habla de mística, nunca podrá borrar del inconsciente colectivo a
Independiente.
En la caminata previa por Alsina, el agua elimina los
residuos de cigarros o de comida que se depositan en el cemento, apura aún más
a los que están apurados por llegar y hace replantear la dificultad del partido
por venir, porque todos sabemos bien que el fútbol cambia con lluvia, se hace
más rápido, más forzado, éticamente más vulgar y a la vez más divertido.
En medio de ese torrente que caía en la primera noche de
Avellaneda para Sebastián Beccacece, Independiente salía, otra vez, caminando
lento y firme hacia el círculo central. Las manos de los jugadores Rojos se
elevaron ante ese temporal espeso y desde un ángulo privilegiado, José Omar
Pastoriza vigilaba el curso de las cosas, porque un 25 de julio de hace mucho
tiempo, él también debutaba como entrenador del Rey De Copas.
Después, pitó el juez y comenzó el match.
El partido fue algo aburrido, el local mostró mucha
intensidad, al igual que la lluvia. En un enganche de Sánchez Miño y un
excelente pase filtrado, Domínguez eludió al portero rival y centró para que el
Tucu Hernández meta el 1 a 0 definitorio.
La lluvia fue cesando como el rendimiento del equipo. Fue
debut con una victoria que pudo haber sido más abultada.
La histeria, la poca paciencia, los positivos y los
negativos se siguen debatiendo bajo la lluvia, bajo el sol y bajo todas las
circunstancias. Lo cierto es que es el primer partido de un entrenador que
puede llegar a lograr muchas cosas buenas.
Ganó, bajo la lluvia de dudas.
Fuente De la Cuna al Infierno
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