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viernes, 26 de julio de 2019

Opinión - Domingo siempre está - Por Eduardo Verona



Por Eduardo Verona

Parece un verdadero especialista en remarla desde atrás y tiene la cualidad de no permitirse una pausa que lo desenfoque de su prioridad, que es jugar como titular, frente a las distintas decisiones y paladares de los entrenadores    

No es un fenómeno Nicolás Domingo.

No tiene el estilo ni la línea elegante y versátil de Fernando Redondo.

Tampoco nos hace acordar a Clodoaldo, ese volante brasileño del Santos que la rompió jugando para el scratch en México 70, cuando por delante de él tenía a Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino.


Redondo, sin dudas, fue un crack. Clodoaldo también. Domingo no lo es.

Pero juega mucho. Se ve mucho. Es un protagonista muy activo del partido. No se esconde nunca. Ni en las buenas ni en las malas. Y no se esconde ni se borra por una cuestión esencial: necesita por temperamento, por personalidad, por actitud y por presencia futbolística quedar ligado a las necesidades estratégicas de su equipo.

Es cierto, no tiene ninguna sartén por el mango. Por eso debe ser que casi siempre está en zona de evaluación. De evaluación permanente.

Ariel Holan lo conocía de Banfield y lo pidió para Independiente en julio de 2017, pero Holan en la última temporada lo tenía en la mira. ¿Por qué? Nunca lo explicó, porque hay cosas que no se explican. Pero era evidente que prefería al chileno Francisco Silva para esa función. El tema es que Silva nunca apareció como para hacerle sombra a Domingo.

Ahora, Sebastián Beccacece tampoco registra como titular a Domingo, aunque lo haya sido en el 1-0 ante Universidad Católica de Ecuador. El entrenador quería a Lucas Menossi, hoy en San Lorenzo, luego de su explosión en Tigre durante la Copa de la Superliga. Y por otra parte, pidió a Lucas Romero, quien por ahora sigue en el Cruzeiro.

En definitiva, Domingo es una alternativa para Beccacece. Y no la primera opción. Una circunstancia que, en principio, parece no afectar al volante central.

Si no da ninguna por perdida dentro de la cancha; afuera del campo, tampoco. Esta fortaleza anímica inocultable para ganarse un lugar aun cuando juega bien, como por ejemplo, lo hizo en la noche del jueves, quizás revela su naturaleza de tipo que sabe subsistir en microclimas no tan favorables ni sensibles a su actualidad.

Sin embargo, Domingo siempre fue superando todos los obstáculos. En silencio. Sin sobreactuaciones. Sin declaraciones para la tribuna. Sin agresividad a la hora de pararse frente a la prensa. Como entendiendo que su aporte fundamental debía enfocarse en el día a día y en la convicción para no debilitar su autoestima.

Así le hizo frente a las pequeñas adversidades del fútbol. Y se fue imponiendo partido tras partido. Que le falta mejor pase, es verdad. Que no es un distribuidor filoso del juego, también es verdad. Pero en las sumas y restas que podrían alcanzar para calificar a un jugador, su balance da positivo. Porque es la clase de jugador comprometido con la causa. En esa área del compromiso permanente, no pide una pausa. No exige un privilegio. No cultiva indiferencias.

Se pone la pilcha del jugador que se reconoce modesto y eficaz y va a todas las que tiene que ir. Como lo ejecuto el Polaco Alejandro Semenewicz en aquel Independiente de la primera mitad de los 70, cuando conquistó cuatro Copas Libertadores consecutivas y una Intercontinental. Semenewicz le cubría las espaldas a todos. Su sentido de la solidaridad era monumental. Leía el juego cuando Independiente manejaba la pelota y cuando no la tenía. No fue un crack. El crack era el Pato Pastoriza. Y después Bochini y Bertoni cuando se consolidaron en 1973. Pero al Polaco le sobraba concepto colectivo.

Domingo no está hecho a imagen y semejanza de Semenewicz. Eso sí: también le sobra concepto colectivo para ir y volver. Aunque en ataque lo expone una ausencia de ductilidad con la pelota. Igual se atreve. Igual no se desalienta. Quiere ayudar en la construcción. Quiere estar en el proceso primario de la elaboración. Y cuando ve la oportunidad, se suelta, sin tener a los ángeles de la creación acompañándolo.

No la va a tener sencilla con Beccacece. Como no la tuvo fácil con Holan. Claro que tampoco la va a tener fácil Beccacece cuando lo mande al banco. Porque Domingo no se entrega. Y su voz en el plantel se escucha. Es influyente en la interna. No para ponerle piedras en el camino a ningún técnico. Sí para hablar del juego. De los relieves del juego, más allá de los sistemas. Con 34 años, él cree que tiene que seguir. Y lo importante es que sin ser un consagrado, suele jugar bien. No es un dato menor. Aunque quizás algunos subestimen esa realidad.


Fuente Diario Popular

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