Por Román Failache
Las presencias de Ariel Holan frente a los micrófonos han
mutado.
Hace rato que desaparecieron las charlas futboleras a las
que el mejor técnico del Rojo de los últimos años nos había habituado,
transformando la pragmática a la de la comunicación política: desmentir,
exhibirse como el redentor del caos a modo de método autodefensivo y realizar
promesas futuras con la certeza del adivino.
En las declaraciones del pasado lunes, oímos a nuestro
entrenador blandir la espada y asegurar que nadie lo va “a correr por izquierda
o por derecha”, y que “muchos quieren ver a Independiente de rodillas y no los
vamos a dejar”.
Asumiendo el rol de protector de los intereses del club, el
cual es papel principal de los dirigentes, lo escuchamos afirmar que lo desvela
“resolver las cuestiones económicas que hace 30 años no se podían resolver”, y
también nos compartió dos de sus visiones: dijo estar “convencido” de que
“Gaibor va a funcionar” y de “que vamos a ganar algo este año”.
Nadie duda de las capacidades de Holan como entrenador, ¿o
acaso alguien sí? Sus pergaminos lo avalan y todos sabemos que puede ganar algo
o hacer funcionar bien a un jugador. Y son muchos los que desperdigan flores
por ser él quien nos obsequió la mejor versión de Independiente, quizás, de los
últimos 30 años, y a la vez, son varios también los que le disparan a
quemarropa por sus manejos inapropiados y por su origen de procedencia (en las
últimas horas ratificó que “para ser jinete, no se necesita ser caballo. Hay
muchos técnicos reconocidos que no jugaron al fútbol”).
Cualquiera de las dos cuestiones, de todas formas, quedan de
lado cuando la pelota gira, y lo cierto es que el equipo hace más de medio año
-siendo buenos- que no encuentra un rendimiento sostenido y eficaz.
Que la idea de juego está difusa y que la forma de llevarla
a cabo no es comprendida por todos los jugadores. Hay deudas de un equipo para
con su gente. Y eso lo vemos todos.
Independiente una fecha descolla ante Huracán y papelonea
frente a Lanús. Brilla ante Colón y da pena frente a San Lorenzo, aún sin
perder.
En medio de esa oscilación, hay muchas dudas que el DT debe
contestar. Él mismo parafraseó hasta el hartazgo que “la única verdad es la
realidad”; entonces, ¿cuál nos quiere hacer mirar?
Si todos fuimos testigos de Hernández acalambrándose, del
chileno Silva no entregando un pase bien al compañero de al lado y a Romero no
recibiendo una pelota de gol, el DT debe responder ante los hechos y no fabular
con que “la tabla no importa” o minimizarlos prometiendo vanalidades que solo
el destino sabe si van o no a ocurrir.
Un técnico no tiene que hacer política. El técnico de
Independiente, menos todavía. Él está para dirigir, que es lo que Ariel mejor
sabe hacer, y debe responder ante lo que sucede. No se puede tapar al sol con
las manos y escudarse en manejos externos a los del fútbol. Es tiempo de
laburar, asumir errores, contar lo que pasa y laburar aún más para revertir la
situación.
Decir que se está conforme con el mercado cuando en el
último día se cayeron dos pases, dejando como único delantero suplente del
equipo más grande de América a un juvenil, es mentir, y mintiendo no se va a
ningún lado. Así, ves que no alcanzarás a calmar esa sed que afiebra.
Fuente Orgullo Rojo


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