Por Alexis Potel
Es inadmisible no reflejar que Independiente dejó de ser ese
equipo tibio, temeroso y vulnerable que había sido en los últimos 15 años. Ese
plantel que tenía miles de defectos y casi ningún aspecto positivo para salvar.
Es que desde la obtención de la Copa Sudamericana 2010, la cual no fue sinónimo
de firmeza futbolística, el camino de aquella competencia tapo la decadencia
que esta institución arrastraba.
¿Cuán importante es Ariel Holan en la catarsis de “el
despertar del Diablo”? Hay una particularidad que diferentes entrenadores que
se han sentado en el banco del Rojo: Almirón, Pellegrino y hasta el mismo
Milito, no pudieron encontrar en sus procesos, regularidad. Esa palabra tan
simple pero difícil llevarla a la práctica, y vaya que le ha costado al
conjunto de Avellaneda recuperarla en su brújula.
El complemento que sostiene el compromiso, la actitud e
intensidad que retumba en el equipo, tiende de la estructura de lograr obtener
regularidad en el juego, en la idea táctica y el estado anímico de cada uno de
los fútbolístas que salen todos los fines de semana al terreno de juego.
Aquellos buenos pasajes en los diferentes proyectos, si
alguien todavía cree en esa exclamación en el fútbol moderno que vive
Argentina, nunca estuvieron soslayados por la regularidad, por la prolongación
de un nivel parejo. Más allá de los records personales del entrenador, con 14
partidos invictos desde su asunción, el mayor mérito que hasta aquí se le puede
destacar a Holan, es haber encontrado una estabilidad nivelada entre los
buenos, malos, feos o lindos partidos. Esa es la llave para despertar a este
Diablo.
Fuente Orgullo Rojo
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