Por Diego Latorre
Ya pasó una semana desde la caída en la final por la Copa
América Centenario y la posterior renuncia de Lionel Messi al seleccionado. Una
semana rica en palabras que -creo- debería inaugurar un amplio período de
reflexión en nuestro fútbol y en todo lo que concierne al equipo que dirige
Gerardo Martino.
Es tiempo de pensar, de razonar, de hacer diagnóstico y
autocrítica para discernir qué hay que descartar, mantener e incorporar para que
las cosas regresen a su cauce y volver a intentarlo.
Hay varios puntos desde los que se puede abordar este
presente espinoso: Messi, Martino, el juego... Intentaré tocar todas las
teclas, pero me gustaría aclarar de antemano que no soy partidario de los
apocalipsis a la hora de describir problemas. Hay un montón de elementos por
rescatar en este proceso, igual que un buen número de errores por corregir.
Sobre esta base me siento a escribir y a analizar.
Nada hay más candente que el futuro de Messi vestido de
celeste y blanco. Todos hemos visto y leído los múltiples mensajes de apoyo,
una muestra de ese doble juego tan nuestro de empujar a alguien al piso
mediante la exageración y la crueldad, pisarlo un poquitito y después, cuando
ya está desahuciado, ayudarlo a levantarse y abrazarlo como si no hubiera
pasado nada.
Dijo Maradona, y acuerdo con él, que ahora toca dejar
tranquilo a Messi. Permitir que pase este período de dolor; que se dé cuenta de
que quien le hizo creer que un jugador es culpable de un fracaso es un
delirante, un irresponsable, y que reconozca en sus genes la capacidad de salir
adelante, como ya lo demostró en situaciones incluso más difíciles.
Pero ahora bien: también creo indispensable que Messi busque
su propio bienestar. No sirve que venga al seleccionado para hacernos un favor
o por el pedido popular. Uno no puede hacer un bien a los demás o sentirse a
gusto en un lugar si no está bien consigo. Para él entonces es tiempo de
descanso y búsqueda. En este punto, a los demás sólo nos queda la espera.
Claro que para los protagonistas directos debería ser una
espera activa. Personalmente, aspiro a que se mantenga y se profundice una
línea futbolística. Hay países que han tardado muchos años en delinear una
forma de jugar. Por una vez, tendríamos que permitirnos ser más y mejores
arquitectos de nuestro futuro, poner las bases para impedir que los procesos se
derritan demasiado rápidamente.
Los mejores equipos del mundo siempre tienen una identidad,
una orientación. Y lleva tiempo construirlas, tal como les pasó a Alemania,
España y el propio Chile. No es soplar y ya está. No hay fórmulas mágicas, no
hay "salvadores patrióticos".
Sin embargo, es la idea en la que nos gusta creer. Y
lamentablemente, en el fútbol de vez en cuando surge la jugada mágica. Le salió
a Maradona y ese ejemplo nos martiriza, porque no nos ayuda a construir el
futuro. Maradona podía hacer milagros a menudo, pero para pensar en un porvenir
mejor hay que crear las condiciones propicias, sin basarnos en milagros. Y en
las últimas competiciones el seleccionado argentino no lo ha hecho.
Es acá donde entran en acción el director técnico y los
propios jugadores. Martino tiene por delante la tarea de desentrañar y corregir
los defectos. Los futbolísticos y los otros. Entre los primeros hay varios
estructurales que vienen reiterándose desde hace un tiempo: volantes que no
pisan el área, laterales que no se incorporan bien al ataque, falta de
soluciones cuando rodean a Messi, cierta facilidad para perder el dominio y
echarse hacia atrás, ineficacia de las sustituciones durante los partidos...
Pero existen otras cuestiones igual de importantes. Un
entrenador es un arquitecto global, un psicólogo, alguien que construye una
idea futbolística al mismo tiempo que establece lazos humanos con los
jugadores. A la hora de jugar, la estrategia, la táctica y la preparación son
vitales, pero uno siempre da y se compromete un poquito más si la relación con
el entorno es honesta, positiva y abierta. En ese sentido, siempre resulta
saludable que la unión entre el director técnico y los jugadores sea fuerte, y
esto se sostiene no sólo con el afecto. El respeto es ganado también con
sabiduría, conocimiento y admiración.
Hay varios métodos de ejercer el liderazgo. Están quienes
llegan al alma de los jugadores siendo distantes, fríos, incluso herméticos, y
quienes establecen una corriente más cercana. Creo que en estos niveles los
futbolistas tienen una carga emocional muy grande y es tarea del entrenador
abordar y entablar con ellos cierto diálogo para que se sientan más
comprendidos, más parte de la familia.
Desconozco el nivel de relación de Martino con el grupo de
jugadores del seleccionado, y si algo he aprendido en el fútbol es no dejarme
llevar por conjeturas ni rumores. Pero aun así, observo algunos comportamientos
que quizás merezcan una autocrítica del DT. Como algunos mensajes que
transmite. Comenté en la columna del martes pasado la inconveniencia de decir
frases con poco sustento. Hablar de la practicidad que implica llegar al área
contraria con pocos pases (una circunstancia del juego que se desarma en cuanto
el rival espera muy atrás) y de ganar una final "como sea" no ayudan
al jugador.
Asimismo, el entrenador debería analizar si es acertado
llevar a estos torneos cortos a futbolistas que están en proceso de
recuperación física. Cada DT tiene la libertad y el derecho de armar su lista
de convocados y no debe estar condicionado por nada ni por nadie. Pero debe
saber que antes de incorporar al equipo a quien vuelve de una lesión no
dispondrá de tiempo para probarlo en situaciones de exigencia máxima. Se puede
hacer una concesión con un futbolista que sea vital -el caso de Uruguay con Luis
Suárez-, pero si se repite con tres o cuatro, la incertidumbre y el riesgo
crecen en exceso.
La desgraciada catarata de lesiones sufridas por la
Argentina en la Copa demostró que un suplente puede ser tan trascendente como
un titular y hace pensar que en el futuro sería mejor dar lugar a aquéllos que
estén aptos y puedan funcionar mejor.
¿Y los futbolistas? El jugador siempre hace autocrítica. Su
combustible es pensar qué cosas le salieron bien y cuáles no, aunque a veces ni
siquiera sea consciente de eso. En el entramado de circunstancias que es un
equipo, cada uno debe ver qué fue lo que no aportó de manera individual y, sin
buscar coartadas, qué cosas no le entregó el entorno para que pudiera rendir
mejor.
Unos y otros tienen tarea por delante. Y cuando se
reencuentren a fines de agosto para la próxima fecha de las eliminatorias
deberán dialogar mucho. Porque en el seleccionado, como en cualquier dinámica
de equipo, sólo entre todos se pueden encontrar la verdad y las soluciones.
Fuente Cancha Llena
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