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Por Ignacio Fusco
Juan Román Riquelme. Foto: Pablo Vigo
"Este libro no sirve para nada", se prologa a sí
mismo Dante Panzeri, un cascarrabias genial. La frase es un epígrafe, lo
primero que se lee en Dinámica de lo impensado, el libro que escribió mientras
el general Onganía gobernaba a la Argentina y Racing era campeón mundial.
Como
siempre, las palabras son mutantes, engañosas. Panzeri anunciaba que su libro
sería inútil porque, pensaba, el fútbol era algo que no se podía adivinar.
"El fútbol bien jugado -escribe- tiene tácticas: ¡muchas! En lo posible una
para cada jugada. No una sola para cada partido. Pero todas en el momento,
imprevistas. Porque el fútbol es lucha de imprevistos".
"Dinámica...
-se sonríe Matías Bauso, compilador de Dirigentes, decencia y wines, el libro
que reúne la obra periodística de Panzeri, en diálogo con LA NACION- es una de
las frases más tergiversadas de la historia. Se la usa todo el tiempo, en
cualquier circunstancia, y generalmente mal.
El sentido que Dante quiso darle
fue que en el fútbol, por más que se planifique, el que decide es el jugador.
Él nunca creyó que el fútbol fuera anárquico, de hecho le dedica 40 páginas del
libro a estudiar todas las alternativas de ataque, todos los mecanismos de
defensa que pueden existir. Él nunca dijo que si la pelota pega en el palo,
bueno, dinámica de lo impensado y ya está".
El mejor blusero de la historia del fútbol argentino, Juan
Román Riquelme , contó hace dos semanas en una entrevista con Doble 5, el
programa de TyC Sports, que cuando él jugaba ya sabía todo lo que iba a
suceder: él sabía que Serna o Basualdo o Banega le acercarían la pelota hasta
un sector, él sabía que el volante por izquierda se inmolaría para despoblar la
trinchera rival, él sabía -siempre sabía- lo que sucedería después. "Lo
veía a Clemente pasar por atrás mío, rapidísimo, y yo sólo se la tenía que dar.
Era un pase normal, allá, a la espalda del 4, pero él hacía que fuera un pase
fenomenal", se sonreía Román. O sea: un plan, una costumbre, una manera de
pensar. En la misma entrevista contó también que lo de Bianchi era tremendo:
situación que decía, situación que ocurría después. Los grandes equipos siempre
han sido los que adivinan el futuro, los que saben -la mayoría de los partidos-
que hay cosas que sí o sí van a pasar.
"En el fútbol no existe ordenación posible que gane los
partidos sin depender de la capacidad individual de los jugadores -grita
Panzeri-. El plan es el jugador y las circunstancias". Circunstancias que
-acaso porque los jugadores no son una legión de Ortigozas, acaso porque los
rivales defienden mejor- cada vez se prefabrican más. En el libro El pizarrón
de Gallardo, de Christian Leblebidjian, el uruguayo Carlos Sánchez contó que su
transformación en River (del 8 atleta de Almeyda al 9 fantasma que se hizo
goleador) sucedió porque Gallardo le mostró videos y videos y más videos,
explicándole qué era lo que él y el equipo iban a hacer. Si todo dependiera de
la capacidad innata de los jugadores, tal vez nunca hubiera sido líder el
Liverpool de Klopp. También hay opciones, una lógica aprendida: un jugador hace
un guiño con su cuerpo y se activa en el resto la violencia de un ballet.
Imagínense que son el 5 del Elche: Iniesta viene de frente
con la pelota y al lado tiene a Rakitic y Messi, y por la derecha pasó Rafinha,
y atrás tuyo, a la derecha, está Neymar . Nunca sabrás qué hará Iniesta -el
alboroto de tus nervios, la tensión- pero hay algo prefabricado que le permite
elegir cuál será el huracán. Antes de Guardiola, para muchos, Iniesta era sólo
un monje livianito que se parecía al primer Messi de la selección argentina.
Como siempre, el debate de si Panzeri tiene razón o Panzeri no tiene razón.
Como siempre, todo se retroalimenta, todo se cruza: el problema está en creer
que en el puño sólo entra una verdad.
Fuente Cancha Llena
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