Por Ivan Santarsiero
Momento traumático. Panorama trágico, doloroso el que
nos toca transitar. El que sentimos cada mañana al despertarnos, cuando nos
damos cuenta que dedicamos nuestro primer pensamiento del día a sentir este
momento. Se nos mete en la carne como una enfermedad maldita.
La cancha es un infierno energético, una marea de
espíritus que miran atónitos. A veces sin saber qué hacer, o cómo reaccionar.
Ese sentir es un denominador común en todos nosotros. Ese escalofrío nos
recorre a todos. Es el mismo. Por eso, el que lo siente lo sabe.
¿Habrán sentido lo mismo los muchachos que jugaron la
final con Talleres en el 78?
Recuerdo las declaraciones del Bocha: “Yo supe que
el general Luciano Benjamín Menéndez, que entonces era el gobernador de
Córdoba, estaba muy interesado en que Talleres saliera campeón. Y ese partido
fue muy raro, muy raro“.
Y sí. Si conocemos un poquito de historia argentina,
sabes que en aquel momento los partidos no se ganaban en la cancha. Sabes que
los milicos dirimían para donde iba la copa. Eso hicieron con el mundial, y lo
mismo intentaron en Córdoba, con el represor Menéndez como figura que obtendría
el rédito político del triunfo “tallarín”.
Pero algo pasó.
Algo que logró superar toda la estructura mafiosa real de ese momento.
Con un partido desvirtuado por un arbitraje vergonzoso, Independiente se vio
acorralado y con 8 hombres contra 11 rivales.
El “Pato” miró al cielo, respiró
y dijo: “Vayan, sean hombres. Jueguen y ganen“.
Y ellos fueron. Lo demás lo
saben, la hazaña más grande de la historia de nuestro fútbol.
Este deporte que amamos, que hoy nos hace sentir esto
que nunca sentimos. Este malestar que parece eterno, que parece un tatuaje que
quedará por siempre en nuestro cuero, tiene una variable para destacar.
Lo que circula en el espectro mediático, en general, es
el análisis racional del tramo final del torneo. La “lógica” matemática. Los
números. Los rivales. Los cruces, etc. Pero esto es fútbol, la “dinámica de lo
impensado”.
Era difícil predecir que Argentinos le gane a River, o que All Boys
le haya ganado a Newell’s.
Es prácticamente imposible determinar resultados en
este fútbol argentino tan irregular como parejo: cualquiera le gana a
cualquiera.
Lo que sí podemos utilizar para dar otra vuelta de
rosca, es la historia. Cada club tiene su historia. Con lo bueno y con lo malo.
Y nosotros tenemos la nuestra, repleta de hazañas. De momentos traumáticos como
este, como aquel entretiempo contra Talleres, que devinieron en triunfos
históricos.
Creo en este Independiente. Creo en la mirada de
Miguel, en su impronta. Creo en lo impredecible y maravilloso de este deporte
que supera cualquier tipo de suposición. Creo en que le vamos a ganar a River.
Creo que hay un deseo de todos los hinchas del país para que nos quedemos. Son
los mismos que desearon la hazaña contra Talleres. Somos los mismos que hoy
deseamos. Creo en que nos quedemos, pero mi razón dice que merecemos el
descenso. Ahora bien, es ley básica de este deporte: el fútbol no entiende de
merecimientos…
A levantar la mirada pueblo Rojo, somos gigantes.
Fuente Infierno Rojo
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