Cuenta la leyenda que Bochini tiró un caño, inició una pared
imposible con Bertoni, controló la devolución con la derecha, y ante la salida
suicida de Dino Zoff, cruzó el balón para proclamar la grandeza del campeón de
copas en aquella encerrona de Roma. El Rojo, el de Avellaneda, lo había vuelto
a hacer: era campeón del mundo.
A mediados de los setenta, mientras todos los niños
fantaseaban con ser el Bocha, Eduardo Sacheri jugaba a emular las gradas de la
Doble Visera en el salón de su casa. Trapos rojos por los sillones, bufanda
para terminar de decorar el mueble del salón, y en el mejor de los casos,
cuando el partido era televisado, la remera que sobraba, -porque una arropaba
su cuerpo, claro está-, quedaba como amuleto encima del televisor.
Cuando no
era así, tocaba morderse las uñas en frente de la radio, ese instrumento mágico
en el que las voces pintaban los caños, las paredes y los goles. Eran otros
tiempos. Buenos tiempos.
Hoy, más de treinta años después, Independiente vaga por el
campeonato sin demasiadas esperanzas de triunfo final.
Aquello del ‘Rey de
copas’ cada vez va siendo más difícil de enseñárselo a las nuevas generaciones,
y Eduardo Sacheri ya no redecora su casa cada vez que juega el Rojo.
Ahora se
dedica a escribir todo aquello que soñaba cuando era pequeño, en forma de
cuentos y novelas. Los primeros, han recorrido el mundo por su sencillez y
calidez, y muchos ya le comparan al maestro Fontanarrosa. Las segundas, son
todo un clásico y una ya valió un Oscar con Juan José Campanella dirigiendo lo
que Eduardo había titulado ‘La pregunta de sus ojos’.
Ahora todo ha cambiado excepto una cosa: sigue
escuchando la radio.
Buenos Aires es una locura de ciudad que tiende a atraparte
casi al instante.
Los que la conocen, dicen que nunca duerme, y no tardas mucho
en darte cuenta de ello. Sus calles, sus rincones, y sus plazas, aderezadas con
ese toque bohemio, ese sabor a tango y ese olor a asado de domingo, no
interrumpen el nacer de tantas historias como el periodista en este caso,
desee.
Buenos Aires es fútbol, arte y literatura. Y nuestro protagonista es una
parte importante de todo eso.
Quedamos con él en un café cerca de la Plaza Francia, en la
Recoleta, justo enfrente de la facultad de Derecho, de donde viene de impartir
una charla.
Desde el inicio, sencillez: Quedamos encima del puente. No sé cómo
nos vamos a reconocer: soy calvo, llevo un pullover marrón…
- En cada librería de esta ciudad me hablan de usted…
- Primero fue una oleada importante, que tuvo que ver con
los cuentos de fútbol, y después vino otra oleada, un tsunami, mejor dicho,
vinculado con la película ‘El secreto de sus ojos’, que la vieron más de 2,5
millones de personas. Después vino el Oscar, y bueno….ahora estamos aquí
hablando.
- ¿Cómo surgen los cuentos de fútbol?
- Creo que mi objetivo fundamental era escribir cuentos que
tuvieran que ver con mi propio horizonte; el lugar donde yo vivía, gente que yo
conocía… Nunca me entusiasmaron las historias extraordinarias. Nunca me dio por
escribir sobre espías o extraterrestres. Lo respeto absolutamente, pero no era
el mundo que yo quería escribir. Yo quería escribir de gente común y corriente
de los alrededores de Buenos Aires, viviendo vidas comunes y corrientes, aunque
en esas vidas hubiera esas situaciones excepcionales que hay en cualquier vida
y que merecen ser contadas.
- ¿Y cómo entra ahí el fútbol?
- El fútbol es un elemento muy fuerte, muy básico, muy de
identidad, muy de todos los días. Aquí el fútbol es un hábito muy profundo; nos
gusta verlo, conversar, discutir…Pero surge otra cosa: como es un juego y es
tan pasional, los argentinos nos permitimos en el fútbol quitarnos unas cuantas
máscaras. Somos más genuinos, más auténticos. En lo bueno y en lo malo. No es
que seamos maravillosos, pero…somos como somos. Jugando somos como somos, y el
fútbol nos desnuda.
- La bipolaridad de posicionarse siempre a un extremo o a
otro, ¿no la exagera el fútbol?
- Obviamente, y creo que el fútbol se ha contagiado de eso.
En los últimos quince o veinte años, el fútbol se ha farandulizado demasiado.
Se ha vuelto una presencia dominante en los medios masivos, y ahora las tapas
de las primeras planas de los diarios del lunes, el setenta u ochenta por
ciento, esté dedicado al fútbol. Eso no era así antes. Y me parece que el
fútbol argentino se ha contagiado en ese pasaje, como esa cosa de blancos y
negros, que en muchas veces es bastante maniqueo.
- De nuevo se olvida el fútbol…
- Claro, es que el fútbol vivido, te aleja de eso. Si vos
sos futbolero a fondo, vos sabes que el fútbol está lleno de matices, y que si
hay algo que el fútbol no es, es simple. Seguro que los amores que mueve pueden
ser muy simples, pero existen un montón de factores, enormemente complejos.
Jugar al fútbol, mirar fútbol….Vos, como hincha de un club sabes la enorme
cantidad de cosas que hay, que se tienen que combinar para que las cosas sean
así o sean asá. Sin embargo, coincido con vos en el hecho de que la gente
adapta su discurso, como los medios argentinos adaptan su discurso al
resultado.
- Dicen que en el fútbol es lo que cuenta.
- Claro que sí, pero mira la Selección Argentina en la Copa
América. Jugó cuatro partidos, empató tres, y le ganó uno a la Sub 22 de Costa
Rica. Para mí fue un fracaso.
- Uno más, ¿solución?
- Me parece que hasta que no salgamos un poco de esa lógica
ridícula, no hay forma de construir nada ni a corto ni a largo plazo. Porque en
el corto plazo siempre vas a perder. Todos pierden. España empezó perdiendo el
mundial, y no varió. Lo nuestro tiene que ver con un sistema muy enfermo. Por
Dios!, sí tenemos al presidente de la AFA desde hace más de veinte años…
- Habla de fútbol argentino, aun después del descenso de
River hay varios equipos importantes que no están a salvo…
- Aquí, jugar el ascenso, es como una mancha en tu hombría.
Más allá de que yo me manejo por amor a mi camiseta y todo lo demás, yo sé que
eso es un negocio que tiene que cerrar. Y si no cierra, a la larga te caes al
vacío. No se caen al vacío los clubes como parte de esta misma estructura
enfermiza que tiene la AFA de que cuando estás a punto de caerte, te tira una
mano. Una mano llena de compromisos oscuros y de trampas. No es que te estoy
salvando, te estoy introduciendo en un laberinto mafioso, porque así es como
sobrevivís, y quedas más atado a la voluntad de Grondona. River es el caso
extremo de lo que puede pasar.
- Lo que pasó fue sobrecogedor. Las lágrimas, el partido de promoción
ante Belgrano, los disturbios…
- Sí pero, hay una vuelta, y es que la sensación de
resurrección que te da el fútbol, no hay demasiadas cosas en la vida que las
iguale. Esa sensación de estoy en cero de nuevo y ahora empiezo otra vez.
Ojala, en la vida, en otros ámbitos mucho más personales pudiéramos manejarnos
así.
- Después de un tiempo en esta ciudad, el fútbol deja la
sensación de estar muy ligado a las sensaciones de la gente. Es algo que parece
inherente…
- Sí, Absolutamente. Nos cuesta mucho poner un límite y una
frontera entre lo que le ocurre a tu equipo, y lo que te ocurre a vos como
persona.
- En una de las mejores memorias escritas sobre fútbol,
‘Fiebre en las gradas’, de Nick Hornby llegan al punto de decir: “No sé si la
vida es una mierda porque el Arsenal es una mierda, o es al revés”…
- (Risas)….No sé si con ello nos pareceremos a los ingleses,
pero aquí es muy difícil, que si a tu club le está yendo muy mal, vos sientas
que te está yendo muy bien. Te doy un ejemplo concreto: el día de la entrega de
los oscars, yo estaba en Los Ángeles. Había como cinco horas de diferencia y
allí era más temprano. Yo estaba por irme para la ceremonia, ya vestido, y
mientras estaba chateando con mi hijo, que me mantenía al tanto de cómo iba
Independiente con River. En general River siempre le gana a Independiente. Por
lo que yo me acuerdo de la sensación de euforia que tenía cuando terminó el
partido y justo me iba para la ceremonia. Y no, no tenía nada que ver con el
Oscar, tenía que ver con el dos a cero de Independiente. Y estúpidamente, es
vergonzoso lo que voy a decir, pero yo estoy seguro que si esa noche ganamos el
Oscar, pero Independiente se comió cuatro con River, en algunos momentos de la
noche, yo hubiera pensado…”estos boludos, cuatro se llevaron…”. Es
imperdonable, pero es así.
- ¿Cuáles son sus primeros recuerdos de fútbol?
- En realidad son sobre todo recuerdos televisivos y
radiofónicos. Yo vivo a
unos 30 km de Buenos Aires, pero en una dirección
diferente a Avellaneda. Nosotros no teníamos auto, de manera que con mi padre,
que murió cuando yo tenía 10 años, nunca fuimos a ver a Independiente. Lo
podíamos ver, jugando de visitante, un par de veces al año en Velez o en
Ferrocarril Oeste. Por eso, cuando daban las copas internacionales, que las
televisaban de noche, poníamos todo el comedor de mi casa lo llenábamos de
trapos rojos, y yo me ponía la camiseta de independiente…Yo pensaba que eso era
el fútbol: ganar la Copa Libertadores todos los años. Luego ya me di cuenta que
no. Los primeros recuerdos tienen que ver con la infalibilidad.
- Vamos, que nada parecido al Tano Pasman…
- Creo que es absolutamente normal y un acto esperable en
una situación así. Yo, si se trata de un Mundial o de un partido importante
para Independiente, me pongo de un modo parecido. Eso sí, en mi casa. En la
cancha, como que me cohíbo más. No le culpo, porque a medida que tu
desesperación crece, sigues encontrando responsables de tu dolor. Todo un
hallazgo este Pasman.
- ¿Le da tiempo a ver fútbol español?
- Miro mucho fútbol. Bueno, de España miro bastante con mi
hijo, Francisco, que tiene catorce años. Entre los dos tenemos una pelea
interna en casa, porque él es fanático de Cristiano Ronaldo, y yo en cambio
hincho mucho por Messi. Así de paso, le puteo un poco.
- Entre Real Madrid y Barcelona, ¿con cuál se queda?
- Creo que soy pro Barcelona, siempre desde el punto de
vista de la lejanía. Aquí nos llega la visión de un club muy serio que trabaja
mucho en inferiores, que trabaja a largo plazo, que cuida mucho a los
jugadores, y que defiende un estilo de juego de pasársela a un compañero. Con
todo eso yo me identifico mucho, y lo valoro, porque me parece meritorio. Y
además está Messi, al que sigo prendiendo velas.
- Y el Real Madrid, ¿lo percibes como antagónico?
- No necesariamente. Alguna vez charlando con Valdano,
escucho valores que me gustan, y los rescato. Me parece que el Madrid ha tenido
generaciones de jugadores estupendos, pero la sensación que me da, y con toda
la modestia es que lo del Barcelona está construido más artesanalmente, mas de
vayamos a armar esto, que desde una posición de mucho poder y mucha riqueza,
vamos a escoger por el mundo lo que nos sirve. Aunque al mismo tiempo, el
Barcelona también es una institución poderosísima. Por lo que si lo pienso más
fríamente, debo sentirme cerca del Atlético porque ahí jugó el Kun Agüero.
Media tribuna de Independiente aún lleva la camiseta del Atleti…
- ¿Cómo surge el tema de los cuentos?
- Simplemente surgen. Siempre fui un lector apasionado.
Siempre estoy leyendo y es algo que me apasiona, aunque lo de escritor surgió
medio de casualidad, cuando tenía 25 o 26 años, y me había licenciado en
historia. Había ido para otro lado, pero empecé a sentir la necesidad de ver
escritas ciertas cosas. Supongo que tiene que ver con el hecho de perder a mi
papa con diez años, mas que nada por el fuerte vínculo que nos unía, por su
imponente figura. Cuando fui a pensar con mi mujer en tener hijos, fue un
ligero punto de inflexión, fue ir hacía atrás, y pensar en todos esos huecos
que habían quedado. Para mí, la literatura, el arte en general, nos llena
huecos que nos deja la vida. La vida real, la de todos los días. Mi modo de
llenarlos, fue ponerme a escribir. Ahora, tiempo después, no me imagino sin
hacerlo.
- ¿Tiene alguna disciplina de escritura?
- Ahora que es un laburo, y vivo de esto, sí. Casi todos los
días, tres, cuatro, o cinco horas, me pongo. A veces sale, y a veces no sale.
Las horas que pueda, tranquilamente, en un bar cerca de donde vivo, con un
cuadernito y un bolígrafo, ya que no es muy seguro andar por aquí con una
Netbook. Mejor con un cuadernito, que nadie te lo roba. Ya en casa, lo intento
pasar a limpio, y vale como una primera corrección.
- Te sientas, y ¿comienzan a brotar las ideas, o es algo más
complejo?
- Algo más complejo. O no. En general es como una imagen,
como que hay ciertas imágenes que me asaltan con fuerza. Imágenes que a mí
mismo me impactan. Ficticias. Cosas que he escuchado, que he visto…pero que se
cruzan. Cuando siento ese impacto, comienzo a pensar, y a armar una historia.
Por ejemplo: ‘Esperándolo a Tito’ (uno de sus cuentos más famosos); yo estoy
escuchando a unos periodistas que están recibiendo a los jugadores de la
Selección argentina que vienen a un partido de las eliminatorias, y éstos les
preguntas las mismas obviedades de siempre: ‘¿Querés jugar?’ ‘No, quiero estar
en el banco viendo como juegan los otros…’ Entonces pensé: ¿alguna de estas
superestrellas se vendría a jugar un partido porque los amigos lo necesitan?
Sólo por amistad. Nada más. Y automáticamente, me viene la imagen de un tipo
corriendo hacia unas canchas de fútbol con un bolsito que dice: acá estoy, no
empiecen sin mí, que ya llego. Me vino esa imagen a la cabeza y pensé: la puta
madre, esto es fuerte. Supongo que lo complicado es a partir de esa imagen
conmovedora para ti intentar que la historia sea conmovedora para el
otro.
- Sus cuentos tienen mucho valor pronunciados a través de
las ondas. Se puede decir que la radio les ha dado forma. Con la problemática
de las radios ahora mismo en España, ¿sigue teniendo cabida ese estilo de
radio?
- En realidad, la figura del periodista Alejandro Apo es
clave en eso. El hecho de reinstalar esa práctica. Cuando el empieza ‘Todo con
afecto’, en un horario muerto de la radio, él vuelve a poner de moda el buen
gusto por las historias radiofónicas. En una de las secciones, comienza a
contar cuentos que la gente le mandaba. Al meter esta cuestión, el programa
empieza a crecer a partir del gusto de la gente de tener ese tipo de radio. Y
yo, mientras me iba a jugar al fútbol con mis amigos los sábados a la tarde,
comenzamos a pensar en mandárselos. Primero mis amigos, luego mi mujer…y hasta
hoy.
- ¿Juega usted al fútbol?
- Sí, de cinco.
- ¿Cómo se le da?
- Lo mío es el combate. Recuperar el balón y dársela a los
que saben. Me encanta jugar al fútbol. Juego por afición, con mis amigos de
toda la vida los sábados por la tarde. Armamos dos equipos de once y a correr.
Realmente, no me imagino qué será de mi vida cuando tenga que dejar de jugar a
ese nivel.
- ¿El Eduardo de la cancha tiene que ver con el Eduardo de
la vida real?
- Soy menos cuidadoso, menos cortés, pero tiene que ver. Soy
mucho más hablador, y exigente, con mis compañeros sobre todo. Como que nadie
está obligado a ser un dotado, pero todo el mundo está obligado a correr. Con
eso venimos todos, con esa posibilidad. Pero creo que soy justo. Me gusta ganar
bien. No tolero a los tipos que fingen.
- La sensación que da el fútbol en Argentina es que se mueve
entre las alegrías y el sufrimiento, al igual que tus libros. ¿Qué prefiere,
los finales tristes, o alegres?
- Yo creo que escribo como me gusta leer. Entonces, cuando
escribo, experimento muy a fondo las sensaciones del lector. Es decir, si
cuando lees algo mío te ríes, probablemente yo me haya reído cuando lo
escribía. O si te emocionas, o te entristeces, seguramente a mí me pasó lo
mismo. Soy más de finales felices, porque de finales tristes está la vida
llena. No es demasiado absoluto, porque sería demasiado inverosímil que todo
terminase bien, y de vez en cuando alguno termina mal. Pero en realidad soy una
señora mayor que le gusta que en la telenovela, el chico se quede con la chica.
- ¿Si tuvieras que escribir un cuento de fútbol argentino
acabaría bien? O sería real y cruel como es todo?
- Para terminar bien, tendría que ser un cuento de mucha
lucha, de muchos desafíos, y de mucha resistencia, ya que el fútbol argentino
está muy enfermo, ya que se sigue alimentando de la pasión genuina e inocente
de miles de argentinos que siguen creyendo pese a todo. Pero para convertirse
en otra cosa, requiere un enorme esfuerzo, y sobre todo una inyección de
honestidad enorme.
- ¿Y el fútbol español, desde fuera como lo ves? ¿Saldría un
cuento con final feliz?
- Creo que depende de dónde te pares. Hay algo que me llama
la atención: el enorme desequilibrio que hay entre Real Madrid y Barcelona. En
la jornada diez miro la clasificación y digo: el campeonato terminó.
- Bueno, antes no era así…
- Eso en Argentina no está tan marcado, y creo que es uno de
los puntos de salud que le veo a nuestro fútbol. O el único. Creo que es algo
preocupante, porque el fútbol siempre tiene que tener la chance de que el débil
gane. Y en el fútbol español esa chance se va alejando de una manera pavorosa.
Eso no me gusta y me parece que es algo que el fútbol español tendría que
revisarlo de algún modo, porque así no tiene gracia.
- Se han dado casos, donde los equipos débiles han salido a
jugar directamente con los suplentes, sabiéndose derrotados de antemano…
- Es una cosa impresionante eso. Para mí el fútbol requiere
ciertos equilibrios, y cuando esos equilibrios se rompen, hay que buscar el
modo de reinstalarlos, porque si no, deja de tener gracia.
Fuente Independiente Crece
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