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lunes, 4 de junio de 2012

Entrevista a Eduardo Sacheri, por Borja De Matías




Cuenta la leyenda que Bochini tiró un caño, inició una pared imposible con Bertoni, controló la devolución con la derecha, y ante la salida suicida de Dino Zoff, cruzó el balón para proclamar la grandeza del campeón de copas en aquella encerrona de Roma. El Rojo, el de Avellaneda, lo había vuelto a hacer: era campeón del mundo.

A mediados de los setenta, mientras todos los niños fantaseaban con ser el Bocha, Eduardo Sacheri jugaba a emular las gradas de la Doble Visera en el salón de su casa. Trapos rojos por los sillones, bufanda para terminar de decorar el mueble del salón, y en el mejor de los casos, cuando el partido era televisado, la remera que sobraba, -porque una arropaba su cuerpo, claro está-, quedaba como amuleto encima del televisor.

Cuando no era así, tocaba morderse las uñas en frente de la radio, ese instrumento mágico en el que las voces pintaban los caños, las paredes y los goles. Eran otros tiempos. Buenos tiempos.

Hoy, más de treinta años después, Independiente vaga por el campeonato sin demasiadas esperanzas de triunfo final.

Aquello del ‘Rey de copas’ cada vez va siendo más difícil de enseñárselo a las nuevas generaciones, y Eduardo Sacheri ya no redecora su casa cada vez que juega el Rojo.

Ahora se dedica a escribir todo aquello que soñaba cuando era pequeño, en forma de cuentos y novelas. Los primeros, han recorrido el mundo por su sencillez y calidez, y muchos ya le comparan al maestro Fontanarrosa. Las segundas, son todo un clásico y una ya valió un Oscar con Juan José Campanella dirigiendo lo que Eduardo había titulado ‘La pregunta de sus ojos’.

Ahora todo ha cambiado excepto una cosa: sigue escuchando la radio.

Buenos Aires es una locura de ciudad que tiende a atraparte casi al instante. 

Los que la conocen, dicen que nunca duerme, y no tardas mucho en darte cuenta de ello. Sus calles, sus rincones, y sus plazas, aderezadas con ese toque bohemio, ese sabor a tango y ese olor a asado de domingo, no interrumpen el nacer de tantas historias como el periodista en este caso, desee.

Buenos Aires es fútbol, arte y literatura. Y nuestro protagonista es una parte importante de todo eso.


Quedamos con él en un café cerca de la Plaza Francia, en la Recoleta, justo enfrente de la facultad de Derecho, de donde viene de impartir una charla. 

Desde el inicio, sencillez: Quedamos encima del puente. No sé cómo nos vamos a reconocer: soy calvo, llevo un pullover marrón…

- En cada librería de esta ciudad me hablan de usted…

- Primero fue una oleada importante, que tuvo que ver con los cuentos de fútbol, y después vino otra oleada, un tsunami, mejor dicho, vinculado con la película ‘El secreto de sus ojos’, que la vieron más de 2,5 millones de personas. Después vino el Oscar, y bueno….ahora estamos aquí hablando.

- ¿Cómo surgen los cuentos de fútbol?

- Creo que mi objetivo fundamental era escribir cuentos que tuvieran que ver con mi propio horizonte; el lugar donde yo vivía, gente que yo conocía… Nunca me entusiasmaron las historias extraordinarias. Nunca me dio por escribir sobre espías o extraterrestres. Lo respeto absolutamente, pero no era el mundo que yo quería escribir. Yo quería escribir de gente común y corriente de los alrededores de Buenos Aires, viviendo vidas comunes y corrientes, aunque en esas vidas hubiera esas situaciones excepcionales que hay en cualquier vida y que merecen ser contadas.

- ¿Y cómo entra ahí el fútbol?

- El fútbol es un elemento muy fuerte, muy básico, muy de identidad, muy de todos los días. Aquí el fútbol es un hábito muy profundo; nos gusta verlo, conversar, discutir…Pero surge otra cosa: como es un juego y es tan pasional, los argentinos nos permitimos en el fútbol quitarnos unas cuantas máscaras. Somos más genuinos, más auténticos. En lo bueno y en lo malo. No es que seamos maravillosos, pero…somos como somos. Jugando somos como somos, y el fútbol nos desnuda.

- La bipolaridad de posicionarse siempre a un extremo o a otro, ¿no la exagera el fútbol?

- Obviamente, y creo que el fútbol se ha contagiado de eso. En los últimos quince o veinte años, el fútbol se ha farandulizado demasiado. Se ha vuelto una presencia dominante en los medios masivos, y ahora las tapas de las primeras planas de los diarios del lunes, el setenta u ochenta por ciento, esté dedicado al fútbol. Eso no era así antes. Y me parece que el fútbol argentino se ha contagiado en ese pasaje, como esa cosa de blancos y negros, que en muchas veces es bastante maniqueo.

- De nuevo se olvida el fútbol…

- Claro, es que el fútbol vivido, te aleja de eso. Si vos sos futbolero a fondo, vos sabes que el fútbol está lleno de matices, y que si hay algo que el fútbol no es, es simple. Seguro que los amores que mueve pueden ser muy simples, pero existen un montón de factores, enormemente complejos. Jugar al fútbol, mirar fútbol….Vos, como hincha de un club sabes la enorme cantidad de cosas que hay, que se tienen que combinar para que las cosas sean así o sean asá. Sin embargo, coincido con vos en el hecho de que la gente adapta su discurso, como los medios argentinos adaptan su discurso al resultado.

- Dicen que en el fútbol es lo que cuenta.

- Claro que sí, pero mira la Selección Argentina en la Copa América. Jugó cuatro partidos, empató tres, y le ganó uno a la Sub 22 de Costa Rica. Para mí fue un fracaso.

- Uno más, ¿solución?

- Me parece que hasta que no salgamos un poco de esa lógica ridícula, no hay forma de construir nada ni a corto ni a largo plazo. Porque en el corto plazo siempre vas a perder. Todos pierden. España empezó perdiendo el mundial, y no varió. Lo nuestro tiene que ver con un sistema muy enfermo. Por Dios!, sí tenemos al presidente de la AFA desde hace más de veinte años…

- Habla de fútbol argentino, aun después del descenso de River hay varios equipos importantes que no están a salvo…

- Aquí, jugar el ascenso, es como una mancha en tu hombría. Más allá de que yo me manejo por amor a mi camiseta y todo lo demás, yo sé que eso es un negocio que tiene que cerrar. Y si no cierra, a la larga te caes al vacío. No se caen al vacío los clubes como parte de esta misma estructura enfermiza que tiene la AFA de que cuando estás a punto de caerte, te tira una mano. Una mano llena de compromisos oscuros y de trampas. No es que te estoy salvando, te estoy introduciendo en un laberinto mafioso, porque así es como sobrevivís, y quedas más atado a la voluntad de Grondona. River es el caso extremo de lo que puede pasar.

- Lo que pasó fue sobrecogedor. Las lágrimas, el partido de promoción ante Belgrano, los disturbios…

- Sí pero, hay una vuelta, y es que la sensación de resurrección que te da el fútbol, no hay demasiadas cosas en la vida que las iguale. Esa sensación de estoy en cero de nuevo y ahora empiezo otra vez. Ojala, en la vida, en otros ámbitos mucho más personales pudiéramos manejarnos así.

- Después de un tiempo en esta ciudad, el fútbol deja la sensación de estar muy ligado a las sensaciones de la gente. Es algo que parece inherente…

- Sí, Absolutamente. Nos cuesta mucho poner un límite y una frontera entre lo que le ocurre a tu equipo, y lo que te ocurre a vos como persona.

- En una de las mejores memorias escritas sobre fútbol, ‘Fiebre en las gradas’, de Nick Hornby llegan al punto de decir: “No sé si la vida es una mierda porque el Arsenal es una mierda, o es al revés”…

- (Risas)….No sé si con ello nos pareceremos a los ingleses, pero aquí es muy difícil, que si a tu club le está yendo muy mal, vos sientas que te está yendo muy bien. Te doy un ejemplo concreto: el día de la entrega de los oscars, yo estaba en Los Ángeles. Había como cinco horas de diferencia y allí era más temprano. Yo estaba por irme para la ceremonia, ya vestido, y mientras estaba chateando con mi hijo, que me mantenía al tanto de cómo iba Independiente con River. En general River siempre le gana a Independiente. Por lo que yo me acuerdo de la sensación de euforia que tenía cuando terminó el partido y justo me iba para la ceremonia. Y no, no tenía nada que ver con el Oscar, tenía que ver con el dos a cero de Independiente. Y estúpidamente, es vergonzoso lo que voy a decir, pero yo estoy seguro que si esa noche ganamos el Oscar, pero Independiente se comió cuatro con River, en algunos momentos de la noche, yo hubiera pensado…”estos boludos, cuatro se llevaron…”. Es imperdonable, pero es así.

- ¿Cuáles son sus primeros recuerdos de fútbol?

- En realidad son sobre todo recuerdos televisivos y radiofónicos. Yo vivo a 
unos 30 km de Buenos Aires, pero en una dirección diferente a Avellaneda. Nosotros no teníamos auto, de manera que con mi padre, que murió cuando yo tenía 10 años, nunca fuimos a ver a Independiente. Lo podíamos ver, jugando de visitante, un par de veces al año en Velez o en Ferrocarril Oeste. Por eso, cuando daban las copas internacionales, que las televisaban de noche, poníamos todo el comedor de mi casa lo llenábamos de trapos rojos, y yo me ponía la camiseta de independiente…Yo pensaba que eso era el fútbol: ganar la Copa Libertadores todos los años. Luego ya me di cuenta que no. Los primeros recuerdos tienen que ver con la infalibilidad.

- Vamos, que nada parecido al Tano Pasman…

- Creo que es absolutamente normal y un acto esperable en una situación así. Yo, si se trata de un Mundial o de un partido importante para Independiente, me pongo de un modo parecido. Eso sí, en mi casa. En la cancha, como que me cohíbo más. No le culpo, porque a medida que tu desesperación crece, sigues encontrando responsables de tu dolor. Todo un hallazgo este Pasman.

- ¿Le da tiempo a ver fútbol español?

- Miro mucho fútbol. Bueno, de España miro bastante con mi hijo, Francisco, que tiene catorce años. Entre los dos tenemos una pelea interna en casa, porque él es fanático de Cristiano Ronaldo, y yo en cambio hincho mucho por Messi. Así de paso, le puteo un poco.

- Entre Real Madrid y Barcelona, ¿con cuál se queda?

- Creo que soy pro Barcelona, siempre desde el punto de vista de la lejanía. Aquí nos llega la visión de un club muy serio que trabaja mucho en inferiores, que trabaja a largo plazo, que cuida mucho a los jugadores, y que defiende un estilo de juego de pasársela a un compañero. Con todo eso yo me identifico mucho, y lo valoro, porque me parece meritorio. Y además está Messi, al que sigo prendiendo velas.

- Y el Real Madrid, ¿lo percibes como antagónico?

- No necesariamente. Alguna vez charlando con Valdano, escucho valores que me gustan, y los rescato. Me parece que el Madrid ha tenido generaciones de jugadores estupendos, pero la sensación que me da, y con toda la modestia es que lo del Barcelona está construido más artesanalmente, mas de vayamos a armar esto, que desde una posición de mucho poder y mucha riqueza, vamos a escoger por el mundo lo que nos sirve. Aunque al mismo tiempo, el Barcelona también es una institución poderosísima. Por lo que si lo pienso más fríamente, debo sentirme cerca del Atlético porque ahí jugó el Kun Agüero. Media tribuna de Independiente aún lleva la camiseta del Atleti…

- ¿Cómo surge el tema de los cuentos?

- Simplemente surgen. Siempre fui un lector apasionado. Siempre estoy leyendo y es algo que me apasiona, aunque lo de escritor surgió medio de casualidad, cuando tenía 25 o 26 años, y me había licenciado en historia. Había ido para otro lado, pero empecé a sentir la necesidad de ver escritas ciertas cosas. Supongo que tiene que ver con el hecho de perder a mi papa con diez años, mas que nada por el fuerte vínculo que nos unía, por su imponente figura. Cuando fui a pensar con mi mujer en tener hijos, fue un ligero punto de inflexión, fue ir hacía atrás, y pensar en todos esos huecos que habían quedado. Para mí, la literatura, el arte en general, nos llena huecos que nos deja la vida. La vida real, la de todos los días. Mi modo de llenarlos, fue ponerme a escribir. Ahora, tiempo después, no me imagino sin hacerlo.

- ¿Tiene alguna disciplina de escritura?

- Ahora que es un laburo, y vivo de esto, sí. Casi todos los días, tres, cuatro, o cinco horas, me pongo. A veces sale, y a veces no sale. Las horas que pueda, tranquilamente, en un bar cerca de donde vivo, con un cuadernito y un bolígrafo, ya que no es muy seguro andar por aquí con una Netbook. Mejor con un cuadernito, que nadie te lo roba. Ya en casa, lo intento pasar a limpio, y vale como una primera corrección.

- Te sientas, y ¿comienzan a brotar las ideas, o es algo más complejo?

- Algo más complejo. O no. En general es como una imagen, como que hay ciertas imágenes que me asaltan con fuerza. Imágenes que a mí mismo me impactan. Ficticias. Cosas que he escuchado, que he visto…pero que se cruzan. Cuando siento ese impacto, comienzo a pensar, y a armar una historia. Por ejemplo: ‘Esperándolo a Tito’ (uno de sus cuentos más famosos); yo estoy escuchando a unos periodistas que están recibiendo a los jugadores de la Selección argentina que vienen a un partido de las eliminatorias, y éstos les preguntas las mismas obviedades de siempre: ‘¿Querés jugar?’ ‘No, quiero estar en el banco viendo como juegan los otros…’ Entonces pensé: ¿alguna de estas superestrellas se vendría a jugar un partido porque los amigos lo necesitan? Sólo por amistad. Nada más. Y automáticamente, me viene la imagen de un tipo corriendo hacia unas canchas de fútbol con un bolsito que dice: acá estoy, no empiecen sin mí, que ya llego. Me vino esa imagen a la cabeza y pensé: la puta madre, esto es fuerte. Supongo que lo complicado es a partir de esa imagen conmovedora para ti intentar que la historia sea conmovedora para el otro.

- Sus cuentos tienen mucho valor pronunciados a través de las ondas. Se puede decir que la radio les ha dado forma. Con la problemática de las radios ahora mismo en España, ¿sigue teniendo cabida ese estilo de radio?

- En realidad, la figura del periodista Alejandro Apo es clave en eso. El hecho de reinstalar esa práctica. Cuando el empieza ‘Todo con afecto’, en un horario muerto de la radio, él vuelve a poner de moda el buen gusto por las historias radiofónicas. En una de las secciones, comienza a contar cuentos que la gente le mandaba. Al meter esta cuestión, el programa empieza a crecer a partir del gusto de la gente de tener ese tipo de radio. Y yo, mientras me iba a jugar al fútbol con mis amigos los sábados a la tarde, comenzamos a pensar en mandárselos. Primero mis amigos, luego mi mujer…y hasta hoy.

- ¿Juega usted al fútbol?

- Sí, de cinco.

- ¿Cómo se le da?

- Lo mío es el combate. Recuperar el balón y dársela a los que saben. Me encanta jugar al fútbol. Juego por afición, con mis amigos de toda la vida los sábados por la tarde. Armamos dos equipos de once y a correr. Realmente, no me imagino qué será de mi vida cuando tenga que dejar de jugar a ese nivel.

- ¿El Eduardo de la cancha tiene que ver con el Eduardo de la vida real?

- Soy menos cuidadoso, menos cortés, pero tiene que ver. Soy mucho más hablador, y exigente, con mis compañeros sobre todo. Como que nadie está obligado a ser un dotado, pero todo el mundo está obligado a correr. Con eso venimos todos, con esa posibilidad. Pero creo que soy justo. Me gusta ganar bien. No tolero a los tipos que fingen.

- La sensación que da el fútbol en Argentina es que se mueve entre las alegrías y el sufrimiento, al igual que tus libros. ¿Qué prefiere, los finales tristes, o alegres?

- Yo creo que escribo como me gusta leer. Entonces, cuando escribo, experimento muy a fondo las sensaciones del lector. Es decir, si cuando lees algo mío te ríes, probablemente yo me haya reído cuando lo escribía. O si te emocionas, o te entristeces, seguramente a mí me pasó lo mismo. Soy más de finales felices, porque de finales tristes está la vida llena. No es demasiado absoluto, porque sería demasiado inverosímil que todo terminase bien, y de vez en cuando alguno termina mal. Pero en realidad soy una señora mayor que le gusta que en la telenovela, el chico se quede con la chica.

- ¿Si tuvieras que escribir un cuento de fútbol argentino acabaría bien? O sería real y cruel como es todo?

- Para terminar bien, tendría que ser un cuento de mucha lucha, de muchos desafíos, y de mucha resistencia, ya que el fútbol argentino está muy enfermo, ya que se sigue alimentando de la pasión genuina e inocente de miles de argentinos que siguen creyendo pese a todo. Pero para convertirse en otra cosa, requiere un enorme esfuerzo, y sobre todo una inyección de honestidad enorme.

- ¿Y el fútbol español, desde fuera como lo ves? ¿Saldría un cuento con final feliz?

- Creo que depende de dónde te pares. Hay algo que me llama la atención: el enorme desequilibrio que hay entre Real Madrid y Barcelona. En la jornada diez miro la clasificación y digo: el campeonato terminó.

- Bueno, antes no era así…

- Eso en Argentina no está tan marcado, y creo que es uno de los puntos de salud que le veo a nuestro fútbol. O el único. Creo que es algo preocupante, porque el fútbol siempre tiene que tener la chance de que el débil gane. Y en el fútbol español esa chance se va alejando de una manera pavorosa. Eso no me gusta y me parece que es algo que el fútbol español tendría que revisarlo de algún modo, porque así no tiene gracia.

- Se han dado casos, donde los equipos débiles han salido a jugar directamente con los suplentes, sabiéndose derrotados de antemano…

- Es una cosa impresionante eso. Para mí el fútbol requiere ciertos equilibrios, y cuando esos equilibrios se rompen, hay que buscar el modo de reinstalarlos, porque si no, deja de tener gracia.




Fuente Independiente Crece

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