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sábado, 2 de noviembre de 2024

Un Drácula sin colmillos

Julio Vaccari

 

Por Nahuel Lanzillotta

 

Independiente vivió en Junín una verdadera noche de Halloween. Sumó otro empate con sabor a nada y el ciclo de Vaccari no entrega una idea de juego luego de 17 partidos. De terror.

 

Los numeritos fríos de las estadísticas muestran que con Julio Vaccari Independiente superó la marca de Ariel Holan y que lleva 12 partidos sin conocer la derrota en el campeonato local.

 

¡Qué bien! La cuestión empieza a no ser tan color de rosa cuando se pone sobre la mesa que de esos 12 encuentros sin caer, ocho fueron empates y apenas cuatro fueron triunfos. Y la película se vuelve de terror cuando se lo ve jugar a este equipo de Avellaneda fecha tras fecha. En Junín fue una verdadera noche de Halloween, sin absolutamente nada para rescatar.

 

“Dulce o truco”, suelen pedir los chicos cuando tocan a la puerta vestidos con los más ingeniosos disfraces en esta época del año. Lejos de los tiempos dulces, a este Independiente parecen haberle jugado el peor de los trucos. Fue a buscar un entrenador con un perfil que, a priori por su paso por Vélez y Defensa y Justicia, era el más propicio de lo que había disponible en el mercado por su manera de entender el juego y de hacer funcionar a sus equipos con una propuesta audaz y ofensiva.

 

Sin embargo, 17 partidos después, el mismo Vaccari que se motivaba por el “olor a sangre” que había en el Rojo resultó ser hasta ahora un Drácula sin colmillos que no logra hacer que sus dirigidos reflejen la agresividad, la intensidad y el volumen de juego necesarios para exhibir esa idea por la que se lo contrató.

 

Independiente no mejora. Y, lo más preocupante, es que después de una considerable suma de compromisos, es dificultoso poder describir cuál es la estrategia elegida, cuál es la búsqueda de un elenco que no presiona alto, no genera fútbol de modo colectivo y tampoco se destaca por sus individualidades. Para colmo, su única virtud que era el orden defensivo, algo que le hacía casi imposible a los rivales de turno penetrar la valla del Diablo, ya no es invulnerable y la mayoría de las veces le debe el cero a su arquero más que a una solvencia defensiva.

Pero la falencia más grave está de mitad de cancha hacia adelante, en donde el funcionamiento no fluye (hace rato). Atornillado al esquema 4-3-3, Vaccari propone jugar con interiores y extremos, estos últimos a pierna cambiada. De los seis jugadores que se desempeñan del círculo central hacia adelante, la mitad parece intocable: Iván Marcone (el 5), Santiago Montiel (extremo derecho) y Gabriel Ávalos (el 9), los otros puestos han rotado y siguen rotando sin un dueño fijo.

 

¿A qué juega el Rojo de Vaccari? Es la gran pregunta. Y es muy difícil de contestar. Es un equipo que no tiene un juego bien definido. Por su condición de utilizar extremos a perfil cambiado no suele apelar a los desbordes y los centros. Tampoco suele romper por dentro, aunque a veces trata de hacerlo Federico Mancuello en estos últimos encuentros. No hay pases filtrados. No supo construir aún sociedades identificables en cada sector del campo. Ni siquiera es un equipo que se destaque por pegarle al arco.

 

Independiente no lastima. No destaca por sucesión de toques. Y la mayoría de las veces termina en pelotazos para saltar líneas, apostar a que Ávalos gane en las alturas y la baje, como funcionó en el gol de Mancu ante Lanús. Por esa vía más directa puede tener éxito una vez, dos también, pero es una herramienta de corta vida.

 

Cada presentación se parece a un film de horror de esos que hacen que el público quiera taparse los ojos para no ver porque sabe que en cualquier momento algo malo puede suceder. Esa es la sensación que este Independiente entrega partido a partido. Para colmo, los jugadores que funcionan tampoco logran continuidad. Están los casos de Diego Tarzia y de Marco Pellegrino, sancionados por indisciplina. Y, uno de los pocos que aporta algo distinto de cara a la producción de juego, como Felipe Loyola, es “sacrificado” para cubrir el lateral derecho ante la baja de Federico Vera, perdiendo así el motor del mediocampo.

 

Los cambios tampoco cambian nada. Vaccari echa mano al banco para suplir puesto por puesto. En Junín, salvo Marcone, modificó al resto de los nombres de mitad de campo para arriba y no hubo un tiro al arco. Lucas González, Jhonny Quiñónez, Alex Luna, Alexis Canelo, Santiago Hidalgo entraron para refrescar piernas pero no para intentar algo diferente en cuento a la propuesta. Y así, todo siguió igual de mal, sin poder doblegar a uno de los peores equipos del año.

 

Lejos de imponerse, de dominar, de dar miedo a sus adversarios, este Diablo inofensivo asusta por su falta de respuestas futbolísticas en un ciclo que ya lleva un tiempo considerable de trabajo.

 

 

Fuente Infierno Rojo


 

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