Por Nahuel Lanzillotta
Vaccari al
fin cambió para que Independiente cambie y mejore. Y una de esas modificaciones
fue correr de lado a Montiel para que juegue perfilado con su pierna hábil. El
resultado estuvo a la vista.
Para
conseguir resultados diferentes, hay que cambiar. Y Julio Vaccari lo entendió
un día. Más vale tarde que nunca, dicen. Lo cierto es que después de mucho
insistir con el mismo esquema (4-3-3), el entrenador de Independiente, casi con
los mismos nombres porque tampoco tiene demasiadas variantes en el plantel,
ofreció otra propuesta sobre el paño verde del LDA-REB. Y el resultado fue muy
positivo en semblante, juego y contundencia.
El 3 a 0
inobjetable sobre Unión, rival directo en la lucha por el ingreso a las Copas
que además pelea arriba en el campeonato, trajo alivio después de una semana
muy caliente con la visita de la barra brava a Domínico de por medio. El
malestar era generalizado y era momento de meter un volantazo para generar un
golpe de efecto en lo futbolístico. Vaccari lo entendió y así lo hizo.
Jugó al
engaño. La foto de la postura del equipo antes del pitazo inicial ante Unión
era la del clásico 4-3-3 que no negociaba por nada del mundo, hasta la noche de
este martes en Avellaneda. Pero, inmediatamente luego de que la pelota se puso
en movimiento, los actores empezaron a moverse y dibujar algo nuevo.
Se vio un
Diablo flexible, con una fisonomía en ataque y otra al momento de la salida del
rival. De una u otra manera, la premisa fue siempre la de hacerse cargo del
dominio territorial del encuentro. El cambio más visible y significativo, y que
además generó el mayor efecto en el trámite, fue el de Santiago Montiel, que
pasó por primera vez desde el arranque a pararse por el sector izquierdo,
perfilado con su pierna hábil.
Esta era
una cuestión que desde cierto sector del periodismo (se incluye esta columna) y
de los hinchas le reclamaban al técnico rojo. Desde que llegó desde Argentinos,
Vacari lo usó como extremo derecho, lo que le impedía desbordar y centrar y lo
limitaba mayormente a tirar la diagonal y probar al arco. Corrido a su perfil,
tal como lo hacía en La Paternal, se lo vio más desenvuelto. Eso sí, no jugó
como un extremo neto; fue más bien un carrilero.
A la hora
de esperar la salida de Unión, el parado del Rojo fue un claro 3-4-1-2. ¿Cómo?
Adrián Sporle se centraba para formar una defensa de tres junto con Joaquín
Laso y Kevin Lomónaco, Montiel y Federico Vera se convertían en carrilero a la
altura del doble cinco compuesto por Iván Marcone y Felipe Loyola, mientras que
Federico Mancuello flotaba libre detrás del doble nueve: Gabriel Avalos y
Santiago Hidalgo.
Ahora bien,
el sistema mutaba cuando se trataba de atacar porque Montiel trepaba por su
lado y Sporle sí se abría como lateral zurdo. El resultado fue un centro de
Montiel teledirigido al corazón del área como si fuera un drone que cayó
exactamente en la cabeza de Avalos. Palomita y gol. La correcta expulsión de
Nicolás Paz le terminó de resolver la noche al local, es cierto. Pero
Independiente siguió yendo al frente.
Consiguió
el segundo de penal con una buena ejecución de Montiel, que nada tuvo que
envidiarle al que su primo pateó en la final del mundo (salvando las
distancias, demás está decir). Con Unión quebrado numérica y anímicamente, el
Diablo sometió, hizo el tercero con Ignacio Maestro Puch y hasta pudo haber
hecho el cuarto con una definición del Tata Martínez que se fue por arriba de
travesaño.
Cambia,
todo cambia. Independiente cambió los silbidos iniciales hacia algunos de sus
jugadores por aplausos generales al final. Cambió el entrenador y cambió el
juego del equipo. Cambió de lado Montiel y, casualidad o causalidad, se pareció
mucho más al picante jugador del Bicho. Muchos se golpearon el pecho como
diciendo “Yo lo venía marcando, el pibe tiene que jugar por la izquierda”. Y
sí, somos todos Montiel.
Fuente Infierno Rojo
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