La derrota en Rosario comprobó que la victoria con Unión fue apenas un oasis en medio de una realidad que desnuda previsibilidad, apatía y desconcentración. Responsabilidades dentro y fuera del campo.
Había tomado algo de aire contra Unión. Ese triunfo, aun sin
brillo pero con una reacción en el campo, podía funcionar como el quiebre para
dejar atrás el mal momento y volver a despegar en el tramo final del campeonato
para tirarse de lleno a la clasificación a la Copa Libertadores 2022. Pero fue
una ilusión tan solo. Fue una de cal entre 20 de arena.
El Independiente de Julio Falcioni volvió a retroceder en
Rosario ante Newell’s. La derrota por 1-0 sobre el final fue inmerecida, es
verdad. El local no fue más que el visitante en un duelo parejo sobre el césped
del Marcelo Bielsa. Sin embargo, la responsabilidad del resultado en contra es
meramente del Rojo,que tuvo la llave del encuentro todo el tiempo en su poder,
aunque jamás la utilizó y permitió que un equipo hundido en un presente más que
complicado, plagado de juveniles, con un DT interino y su fútbol en crisis se
animara ¡con uno menos!
Independiente ratificó que la victoria de la semana pasada
fue una excepción. Y que hoy la realidad es la imagen que viene dando hace más
de seis fechas y que volvió a mostrar en la tarde-noche del domingo.
Previsibilidad, apatía, desconcentración. Palabras que definen este presente
del Diablo, que nuevamente cometió errores que le costaron muy caro. Y las
culpas son repartidas.
El entrenador baja la línea de juego, pero no se pone los
cortos para definir en el área. Ahí, es todo de los futbolistas, que deben
tener lucidez para decidir de la mejor manera en el momento más candente. Los
jugadores de Independiente fallaron dentro del área de Newell’s cuando lograron
pisarla, mayormente en el primer tiempo.
Aun sin salir a imponerse como protagonista, Falcioni había
conseguido que su plan funcione en los 45 minutos iniciales. Porque los locales
no inquietarn a Sebastián Sosa y, de contraataque, sus dirigidos llegaron al
arco de enfrente con peligro y tuvieron cuatro situaciones claras: un remate de
Silvio Romero que se fue al lado del palo, uno de Andrés Roa, otro de Alan
Velasco (la más clara) y la de Juan Insaurralde que no pudo agarrar de lleno
tras un tiro de esquina.
Careció de efectividad en la zona de fuego el Rojo. Con una
de esas adentro, otra pudo haber sido la historia. En la segunda parte, el
culpómetro se fue más para el lando del banco. Independiente no apretó a su
rival ni lo puso contra su arquero ni cuando se quedó con uno más por la
expulsión de Marco Campagnaro.
No supo aprovechar jamás la superioridad numérica en el terreno. Merito de Newell’s, pero desmérito del cuadro de Avellaneda. Los cambios volvieron a hacerse tarde esta vez y no surtieron efecto. La Lepra no pasó sofocones a excepción de un cabezazo de Gastón Togni de pique al suelo tras un centro de Fabricio Bustos, que se proyectó poco y nada.
Malas decisiones desde el banco y malas decisiones en el
campo hacen un combo letal. El gol en el último minuto fue otra sucesión de
errores: pérdida de posesión en ofensiva, infracción de Lucas Romero en un
sector de riesgo, y pérdida de la marca del chico Román Bravo por parte del
Perro tras el rechazo corto de cabeza de Insaurralde.
La pobre realidad de Newell’s le había dado la
responsabilidad a Independiente de hacerse protagonista en el Parque de la
Independencia. Pero el Rojo no se hizo cargo y pagó el precio.
Fuente Infierno Rojo
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