El 10 fue campeón del mundo con Independiente en 1973 y
1984.
(Foto: Juan Manuel Foglia).
Hoy se cumplen 29 años desde el último partido que jugó
Bochini en Independiente: el ídolo debió apresurar su retiro tras una lesión
producida por una patada de Erbín ante Estudiantes. ¿Qué pasó esa tarde?
¿Guarda rencor el Bocha? ¿Se arrepintió Erbín? Olé te cuenta todo.
¿Cuántas patadas esquivó a lo largo de su carrera?
Las estadísticas dicen que Ricardo Enrique Bochini disputó
706 partidos convirtió 108 goles, ganó cuatro torneo locales, levantó cuatro
veces la Libertadores, dos la Intercontinental, tres la Interamericana y
también la Copa del Mundo con la Selección en 1986.
No se sabe con certeza cuántos fueron los millones de pases
de gol que puso el Bocha. Tampoco cuántas han sido las planchas que gambeteó.
“Fueron muchas, muchísimas las patadas que esquivé a lo
largo de mi carrera. Con el tiempo aprendí a escaparle a los golpes”, cuenta a
los 66 años, con la misma sencillez que mostraba en la cancha, donde siempre se
destacó por hacer parecer simple lo complejo.
Pocos recuerdan los patadones que Bochini pudo eludir, pero
todos se acuerdan con precisión del que no pudo esquivar. Hoy se cumplen 29
años de la patada criminal que aceleró el retiro del máximo ídolo de los 115
años de historia del club.
Fue el 5 de mayo de 1991, en un partido entre Independiente
y Estudiantes que terminó 1-1, por la 11° fecha del Torneo Clausura. Un
encuentro que pudo haber sido uno más, pero que quedó grabado en la memoria
como una triste jornada para los hinchas del equipo de Avellaneda. Porque la
vida del club nunca fue igual desde que se apagó la magia del 10. Y es lógico
si se contempla la dimensión del jugador en cuestión.
Pasó mucho tiempo. Bochini no guarda rencor, pero el
recuerdo del dolor está grabado intacto en su memoria.
“Pablo Erbín me fue desde atrás. No me podía ni levantar”,
cuenta el Bocha. Iban 40 minutos del primer tiempo cuando el Rojo estaba en
desventaja (0-1) y el ídolo tomaba las riendas para tratar de gestar esas
jugadas punzantes a las que tenía acostumbrados a los hinchas. Con la cabeza
levantada, casi en puntas de pie, comenzó a inclinar la cancha con su claridad
conceptual. Fue en ese momento cuando Erbín lo bajó con vehemencia desde atrás.
Un grito retumbó en los escalones de la Doble Visera.
Bochini nunca pudo volver a levantarse. El silencio en el estadio fue
sepulcral: por primera vez en casi 20 años de fútbol tuvieron que llevárselo en
camilla. Ni siquiera había tenido que irse acompañado por los médicos en 1982,
cuando un arquero de Unión San Vicente le rompió el tobillo. Fue un presagio de
lo que estaba por venir. Al día siguiente, el diagnóstico confirmó la peor
presunción: la rodilla del 10 se rompió.
El Independiente del Pato Pastoriza, que estaba peleando el
campeonato y se encontraba a apenas dos puntos de Boca, logró empatar el
encuentro gracias a una corrida del veloz Alfaro Moreno a apenas 13 minutos del
final. El punto no sumó demasiado y la baja de Bochini aplastó las esperanzas
del equipo.
“Me sentía bien, estaba en ritmo después de bastante tiempo
y justo me pasó esto. Voy a estar como 20 días parado. Puede que sea una
distensión”, le dijo el Bocha en el vestuario al diario Clarín. En ese momento
nadie imaginó la gravedad de la lesión.
“Es un esguince leve de rodilla. Va a tener que permanecer
inactivo por cuatro o cinco días para ver cómo evoluciona cuando baje la
inflamación”, explicó el médico del plantel, Ernesto Ugalde. Bochini nunca más
volvió a jugar en Independiente.
Erbín, quien fue expulsado por esa acción, tuvo que
abandonar el estadio antes de la finalización del partido para prevenir
cualquier tipo de incidente que pudiese surgir. El zaguero se subió a un taxi
cuando promediaba el segundo tiempo para no cruzarse con nadie.
“Es una lástima. El campo de juego estaba mojado y no pude
frenar. No me arrepiento para nada porque no tuve mala intención”, explicó
luego quien desempeñó el rol de malo en esta película con triste desenlace.
“Fue la patada más fuerte que recibí en toda mi carrera. No
creo que haya tenido mala fe”, cuenta Bochini a casi tres décadas de esa
acción.
“¿Qué le diría a Erbín si me lo cruzo? Que no podés ir tan
fuerte desde atrás. Si no fuese por eso quizá podría haber jugado un tiempito
más”, asegura. En ese momento, el Bocha transitaba los 37 años.
“También es cierto que ya no tenía las mismas energías para
volver a entrenar y ponerme a punto”, admite.
El 25 de febrero de 2007, con 53 años, el 10 disputó 42
minutos oficiales para Barracas Bolívar en el Torneo del Interior, quinta
división del fútbol argentino. Fue un retorno simbólico, pero su retiro fue en
Avellaneda.
En la tarde de domingo de aquel lejano 5 de mayo de 1991, el
Maestro vivió su última jornada de cátedra. La llama se apagó para quien supo
inspirar con su talento y transmitirle un legado de sangre a Diego Armando
Maradona, quien en más de una ocasión ha ido a verlo a la Doble Visera. Un 15
de diciembre, el Bocha tuvo su emotivo partido despedida. Su legado trascendió
a los títulos que ganó. La devoción por su inteligencia y excelsa calidad lo
sitúan en el atril al que sólo puede acceder un selecto grupo de hombres que
enriquecieron la historia del fútbol argentino.
Bochini es el símbolo más representativo del paladar negro
de Independiente. Los hinchas sonríen cada vez que lo ven en el estadio porque
su presencia remite a recuerdos de felicidad plena. Los jugadores siempre están
por debajo del escudo. Pero Bochini es un experto en romper con cualquier táctica
y lógica. Porque Bochini no fue sólo un extraordinario jugador.
Bochini fue, es y será Independiente.
LE AGRADEZCO A DIOS HABER JUGADO CON BOCHINI
Por Carlos Alfaro Moreno
Mi abuelo materno, Manuel Afonso, era un portugués que llegó a la Argentina después de la guerra. Rápidamente se hizo fanático de Independiente por la leyenda de Arsenio Erico. Y si bien yo de chico era de River, me fui a jugar al Rojo en parte por la admiración que mi abuelo sentía por Bochini. Esto lo he hablado con el Bocha, con quien tuve la suerte de haberme hecho muy amigo durante mi paso por el club. Bochini fue un genio. Era terriblemente exigente y te obligaba a perfeccionarte constantemente para estar a su altura. Para poder jugar con él era imprescindible tener buen pie. Era imposible lograr tener afinidad con él si no jugabas bien al fútbol. No había forma. Me explota el pecho de orgullo por haber compartido equipo con un jugador tan grande como él. Todos los días le doy las gracias a Dios por haber podido compartir la cancha con Bochini.
Mi abuelo materno, Manuel Afonso, era un portugués que llegó a la Argentina después de la guerra. Rápidamente se hizo fanático de Independiente por la leyenda de Arsenio Erico. Y si bien yo de chico era de River, me fui a jugar al Rojo en parte por la admiración que mi abuelo sentía por Bochini. Esto lo he hablado con el Bocha, con quien tuve la suerte de haberme hecho muy amigo durante mi paso por el club. Bochini fue un genio. Era terriblemente exigente y te obligaba a perfeccionarte constantemente para estar a su altura. Para poder jugar con él era imprescindible tener buen pie. Era imposible lograr tener afinidad con él si no jugabas bien al fútbol. No había forma. Me explota el pecho de orgullo por haber compartido equipo con un jugador tan grande como él. Todos los días le doy las gracias a Dios por haber podido compartir la cancha con Bochini.
EL BOCHA NUNCA TENÍA MIEDO
Por Ricardo Pavoni
Bochini fue uno de los herederos de la mística copera que
empezó a construirse en la década del 60. Una mística que comenzó con Pipo
Ferreiro, Maldonado, Mario Rodríguez, Hacha Brava Navarro y Savoy, entre otros.
Ellos me la transmitieron a mí, nosotros hicimos lo mismo con la siguiente
generación en la década del 70 y en los 80 continuó con los Burruchaga, Marangoni
y Clausen. Recuerdo que cuando el Bocha jugaba en Reserva, la gente ya iba muy
temprano a la cancha para verlo. Él había encontrado un socio como Ruiz Moreno,
con el que hacían desastres. Bochini siempre fue un irresponsable con la pelota
en los pies. Y esa irresponsabilidad, esa falta de miedo, fue también su gran
secreto. Él me pasó en cantidad de partidos jugados en Independiente, pero ojo
que jugó 20 años en el club y yo 12. El Bocha fue un monstruo y es un orgullo
haber jugado con él.
Fuente Olé
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.