Por Eduardo Verona
Los episodios sospechadísimos que se manifestaron en
Uruguay-Perú y Argentina-Brasil, cuando el VAR intervino o miró para otro lado
en jugadas decisivas, ponen en foco que esta ayuda arbitral en realidad es un
cambalache subordinado a la manipulación más vergonzosa
El 5 de noviembre de 2018 escribimos en POPULAR un texto que
tenía este título: "La ruleta esquizofrénica del VAR".
La crítica a su implementación estaba enfocada en cómo era manipulado desde una sala de videos con pretensiones sofisticadas y sospechosas que lo alejaban por completo de la naturaleza y la honestidad intelectual que debería solventar al fútbol.
La crítica a su implementación estaba enfocada en cómo era manipulado desde una sala de videos con pretensiones sofisticadas y sospechosas que lo alejaban por completo de la naturaleza y la honestidad intelectual que debería solventar al fútbol.
A ocho meses de esa interpretación, el fracaso estruendoso
del VAR en el desarrollo de la manchada Copa América que se está jugando en
Brasil, le agrega nafta al fuego. Porque la suma de errores muy influyentes van
en aumento. Los goles mal anulados se amontonan. Los penales no sancionados
(como por ejemplo los dos que le negaron a Argentina en el cruce frente a
Brasil) parecen formar parte de un show en el que nadie se hace responsable de
nada.
Si Uruguay ante Perú fue saqueado por las intervenciones
determinantes del VAR que dependía de Patricio Loustau, Argentina contra Brasil
fue estafado por un VAR que prefirió en instancias inapelables (como los
penalazos omitidos) mirar el cielo estrellado de Belo Horizonte, en sintonía
directa con el árbitro ecuatoriano Roddy Zambrano.
Aquel que desde una lectura muy lineal y básica pensaba que
la irrupción del VAR iba a devolverle al fútbol la transparencia y la justicia
deportiva que le estaba faltando, en realidad había construido un análisis muy
precario y muy naif. Si el fútbol se encontraba seriamente vulnerado por las
pésimas actuaciones del mundo arbitral que siempre se empeña en repetir
justificaciones, excusas, defensas corporativas y frases de ocasión que se
pulverizan en el aire, la llegada fulminante del VAR le incorporó una dosis
muchísimo mayor de contaminación.
Lo que padeció la Selección nacional ante Brasil con un
árbitro que desde el mismo inicio del partido fue sensible y muy obediente con
el quíntuple campeón del mundo, encontró el complemento ruinoso del VAR (en
este caso a cargo del uruguayo Leodán González) que acabó con desintegrar
cualquier sutileza reglamentaria.
Esa comunión (árbitro más VAR) fue lapidaria para Argentina
y para el fútbol. Si el VAR continúa desarrollándose en su propia involución y
descomposición estratégica como lo viene denunciando hasta ahora, el futuro
inmediato del fútbol será capturado por la dictadura de la tecnocracia.
En definitiva, es peor el remedio que la enfermedad.
En definitiva, es peor el remedio que la enfermedad.
Porque no llegó el VAR para resolver algo en especial. Llegó
para arruinar al fútbol en nombre de perfecciones que no existen. Los que
reivindican su utilización a pesar del colapso, plantean que tiene que
ajustarse, revisarse, enriquecerse. Pero el VAR es lo que se ve. Y no otra
cosa. Un auténtico bochorno experimental que juega a la prueba y el error con
un nivel de confusión y manipulación intolerable.
El fútbol no puede ser una probeta. O un tubo de ensayo. O
un territorio para que los tecnócratas de turno que suelen estar en todas
partes (en la política, en el arte, en la comunicación, en la economía y en la
vida cotidiana) sigan vendiendo ficciones que se pinchan como globos.
Los técnicos y jugadores que defienden el VAR van a ser
victimizados por el VAR. Como en muchísimas ocasiones los árbitros han
victimizado a un equipo. No garantiza nada. No ofrece ninguna seguridad ni
certeza. Es un nuevo instrumento o una herramienta de la distracción
contemporánea a la que caen rendidos los consumidores de entretenimientos.
Sería bueno que el ambiente del fútbol argentino (en
especial sus protagonistas) tome conciencia de este cambalache y rechace en
privado y sobre todo en público la ruleta esquizofrénica del VAR, como la
definimos en los primeros días de noviembre de 2018.
La Selección pagó en Brasil al contado rabioso. Se veía
venir. Y se vino. El promocionado adelanto tecnológico no es otra cosa que la
puesta en marcha de un atraso conceptual descomunal, disfrazado de progreso. Y
maquillado por las mentiras dominantes.
Fuente Diario Popular
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