Son las dos menos veinte de la madrugada de un lunes que
seguramente tendrá un tinte negro y tedioso al compás de cada avance lento de
las agujas del reloj.
Las revoluciones ya han mermado respecto a la erupción de
ira que cobijaba a todos los hinchas del Rey de Copas en el Libertadores de
América (me incluyo).
La tristeza y la desazón tomaron el protagonismo absoluto
de la escena y aún, a estas altas horas de la noche, nos seguimos preguntando
por qué no fue otorgado el lícito gol de Maximiliano Meza, o sancionado el
penal a Silvio Romero.
Pero todavía no obtenemos respuesta del penal grande
como el Monumental de Javier Pinola…
No voy a ser insensato con mi pensamiento y creer que
Independiente probó el sabor de la derrota solo por “no tener eficacia”.
Humildemente, permitanme decirles que más allá de las ocasiones malogradas o
las buenas intervenciones del arquero de Boca, al Rojo le arrebataron el
encuentro en su propia casa.
Un robo que deja al descubierto una nueva derrota
a la esencia del fútbol. Esa misma que decanta un triunfo por quien es mejor
dentro del terreno de juego y que, a su vez, deja victorioso y sonriente al que
más goles convierte.
Lastimosamente este fútbol, este mal llamado fútbol
moderno que algunos medios deportivos nos quieren hacer creer, está inmerso en
un río lleno de mugre y escorias, que se pegan como chicle en el zapato; y
cuanto más queremos salir más no vamos a hundir.
En tiempos donde observamos una abundante impunidad tanto en
un estadio de fútbol, como así también en la vida misma –solo debemos mirar el
crítico momento que vivimos como sociedad dentro del país– nos nacen preguntas
como
¿Cuándo se va a terminar la violencia en el fútbol?, ¿Tan difícil es meter
presos a 100 tipos que solo se dedican a robarnos la pasión más preciada que
tenemos?
La respuesta es simple; no existe decisión política real para terminar
con esas mafias mercenarias que lo único que saben hacer es destruir.
Sin desenfocarme del punto importante de estas humildes
líneas de pensamiento propio, considero que no hay decisión dirigencial, dentro
de los organismos del fútbol argentino y sudamericano para transparentar el
deporte, ya que su negocio es más fuerte, la recaudación es lo que más les
importa a los magnates de guantes blancos. No importa quien juegue bien, quien
juegue mal, quien merezca; sólo interesa la guita.
Hagamos un breve ejercicio y
pensemos por qué la final de la Copa Libertadores se jugó, o se intentó
disputar, en dos sábados y no los miércoles como históricamente se hizo
siempre. De más está decir que los hinchas, esos que sufrimos, lloramos o
reímos ante una victoria, no le importamos a nadie. Sino que lo digan los
hinchas de River que se quedaron cuatro horas en la cancha esperando el fallo
de CONMEBOL u observemos la magnifica decisión de llevar una final de América a
Europa.
Los magnates de guante blanco, también recluidos dentro de
la Asociación del Fútbol Argentino, nos están robando lo más lindo, la pasión.
Basta de errores, basta de robarle a los hinchas del fútbol y fundamentalmente
a los hinchas y socios de Independiente, que vienen padeciendo sus fraudes año
tras año. Nosotros, los auténticos reyes de copas, levantamos las manos al
cielo y con palmas abiertas porque no escondemos nada.
Tenemos el orgullo de
haber conseguido tanta gloria con mucho huevo, coraje y honestidad.
Fuente Orgullo Rojo
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