Foto Fabián Marelli
Por Jonathan Wiktor
La noche del 24 de julio de 1984, Jorge Burruchaga cruzó
como un rayo el terreno de juego del estadio Olímpico Monumental de Porto
Alegre. Apenas inclinado hacia su derecha, el entrerriano recibió una
habilitación genial de Ricardo Enrique Bochini y se internó en el área de
Gremio.
Burruchaga, al galope y con una precisión clínica, llegó a tocar la
pelota para pasarla por arriba de João Marcos Coelho da Silva, un arquero que
intentó en vano detener una definición mágica.
Fue el único gol del inolvidable
“partido perfecto” con el que el Rojo ganó su última Copa Libertadores.
Esta
noche, 33 años y seis meses después, Independiente, ante el mismo rival,
buscará el 18° título internacional de su historia. Esta vez estará en juego la
Recopa Sudamericana.
De eso y de otros temas se explaya Burru, hoy con 55 años.
–¿Cómo lo ves a Independiente para esta final?
–Lo veo bien. El hecho de haber jugado con diez futbolistas
en la ida durante gran parte del partido, y de la manera en la que lo hizo, fue
positivo. Demostró que la idea está por arriba de todo. Encima ante un rival
como Gremio, que viene de ganar la Libertadores. Creo que están dadas las
condiciones para traer otra copa a Avellaneda. Noto que los jugadores están con
un ánimo bárbaro. El equipo tiene una idea clara, sabe lo que busca y eso es
fundamental para conseguir resultados positivos. Aparte, de local Gremio no es
el mismo. Le cuesta. Insisto: Independiente tiene muchas chances de ser campeón.
Las finales son particulares, hay que saber jugarlas, e Independiente está a la
altura.
–¿Cómo se juegan estos partidos?
–Las finales son particulares. Se ganan. Podés o no valorar
el cómo, pero yo creo que hay que jugarlas en el momento justo, no hay que
pensarlas tanto. Hay que evitar el desgaste previo: el partido se juega cuando
el árbitro marca el comienzo. No antes. Por experiencia, digo que no hay que
armarse la película antes de que empiece. De lo contrario, el futbolista llega
con un desgaste tal que lo puede complicar. Gremio es muy duro, como todos los
de Porto Alegre, con un jugador clave como Luan, pero Independiente está bien.
Hay que saber jugar los mini partidos. Los primeros 1520 minutos, para mí,
serán importantísimos. Van a marcar el ritmo.
–¿La experiencia de haber salido campeón de la Sudamericana
en el Maracaná puede inclinar la balanza a favor de Independiente?
–Sin dudas. También es cierto que el rival no es el mismo.
Gremio es duro, físico, tenaz. No es Flamengo.
–¿Qué te genera este Independiente? ¿Te llega?
–Sí, sobre todo por la claridad de la idea. Las
características de los jugadores hacen un equipo dinámico, veloz, que se siente
mejor cuando ataca con salidas rápidas. Es un equipo que tiene un ritmo alto,
sostenido, a veces imposible para su rival. No tengo dudas de que Independiente
es de los mejores equipos del país.
–¿Y si tuvieras que elegir a un jugador del plantel, por
cuál te inclinás?
–Me parece que el rendimiento de Meza le da un toque
distinto. Jugando detrás del punta, de mixto, por los costados. Siempre rinde.
Está en un momento bárbaro, con una confianza enorme. Se atreve a todo. Lo veo
con una madurez en el entendimiento del juego que antes, en Gimnasia, no la
tenía. Es un jugador que está pasando por un gran momento. De lo mejor del
fútbol argentino.
–¿Qué recuerdos tenés de la final de la Libertadores 84 ante
Gremio?
–Fue un partido perfecto, como todos dicen. Lástima por el
resultado, que fue corto, apenas 1 a 0. Era para golear. Tuvimos cinco o seis situaciones
claras para convertir. Ellos eran los defensores del título, los campeones del
mundo, y nosotros les ganamos en Porto Alegre. Llegamos en un momento
inmejorable, con una confianza enorme. El estado de ánimo es determinante para
cualquier equipo. Y nosotros, aquella vez, llegamos casi en nuestro techo. Fue
todo perfecto, desde el planteo táctico hasta el funcionamiento colectivo e
individual. Renato Gaúcho jugaba para ellos. Es difícil generar lo que nosotros
generamos aquella vez: el mismo público de Gremio que al principio nos insultó,
nos terminó ovacionando. La valoración de la gente fue un regalo del fútbol.
Una noche brillante, inolvidable.
–¿Puede Independiente alguna vez recuperar ese camino que
marcaron ustedes?
–Estos son los primeros pasos para volver a ese camino. De
hecho, River pasó por lo mismo que Independiente y, dos años después, salió
campeón de la Libertadores. Independiente ha dado el primer paso. Haber vuelto
a ganar una copa fue el primer escalón. Ojalá que ante Gremio sume otra copa.
Su historia lo marca: Independiente es ganador. Por algo sigue siendo el Rey de
Copas. Además, la mística sigue vigente. Cuando iba a Europa siempre me
preguntaban por Independiente. También es cierto que el fútbol cambió. Antes el
hincha pensaba de otra manera: si te tirabas al piso, te silbaba. Hoy te
aplaude.
–¿Cómo es ser padre de deportistas?
–Al principio era raro (mira su teléfono: mientras responde,
su hijo Román juega un torneo de tenis en Brasil), pero ahora estoy
acostumbrado. Fue un aprendizaje para mí. Con Mauro, como juega al fútbol (en
la reserva de River), hablo más. A Román es más difícil analizarlo porque a mí
me gusta el tenis, pero no soy un especialista. Son dos carreras duras, pero lo
importante es que hacen lo que les gusta.
–¿Qué significa ser el manager de la selección argentina?
–Para mí es un orgullo enorme. Me encanta la adrenalina de
estar en la selección. Los campeones del mundo ahora tenemos un espacio como
nunca antes. Soy el nexo entre el plantel y los dirigentes. Mi rol es el de
hablar con Sampaoli en la medida en que se me permita y el de ser un
interlocutor para los futbolistas.
–¿Cómo creés que va a llegar Messi al Mundial?
–En los papeles va a llegar muy bien, diría que como nunca.
La liga española por ahora le permite dosificar el desgaste. Se merece ganar
una Copa del Mundo
–¿Qué te parece el grupo de la selección?
–Más que difícil. A veces la gente desprecia a Islandia
porque no tiene historia, pero es un equipo complicado. Son muy duros. Aparte
no tienen nada para perder. Y encima nos toca en el primer partido. Hubiera
preferido a los nigerianos primero y a ellos en el final de la zona. Croacia
tiene un mediocampo excelente. Y Nigeria es una selección rara. Nos pasó en el
amistoso que jugamos: estábamos para golear y nos convirtieron cuatro goles. La
Argentina tiene una de las dos o tres zonas más complicadas.
–¿Cómo es Sampaoli?
–Es un entrenador que ha aprendido a variar. Y eso no es
algo menor. Es un tipo obsesivo, como la mayoría de los entrenadores. Si no sos
obsesivo en esto, se te complica. Fue bueno lo que hizo de viajar y charlar con
los jugadores. En el día a día es un tipo bárbaro, siempre de buen humor. Es
muy abierto. Es agradable trabajar con él y con su cuerpo técnico. Ellos
crearon un buen ambiente en el predio de la AFA.
–¿Tenés ganas de volver a dirigir?
–Esto es como el jugador: uno siempre tiene en la sangre el
deseo de serlo. No sé lo que puede pasar mañana, pero no es algo que descarte.
Lo que sí está claro es que con estas condiciones, donde somos la variable ante
la derrota, no volvería.
–¿Es un trabajo injusto?
–Sí. Acá todos tienen que entender que no hay magia. Vos no
armás un equipo de un día para otro. Necesitás tiempo, mucho más ahora, porque
los planteles cambian de un torneo a otro. La gente se cree que los
entrenadores somos Copperfield, que sacamos una paloma de la galera y pum,
asunto resuelto. La impaciencia es lo primero que aparece. Después vienen los
argumentos que te tiran los directivos para despedirte. Acá hay un tema claro:
el entrenador, en este país, tiene que estar mejor defendido por su gremio. Y
los clubes tienen que tener un poco de tolerancia.
Fuente La Nación
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