En Mar del Plata, festejó dos veces en los primeros 21
minutos. El clásico tiene un verdugo.
En el lugar justo. Leandro Fernández ya sacó el tiro que viajará a la red, el segundo gol rojo.
Los clásicos siempre son partidos especiales, que se juegan
a todo o nada. Para Leandro Fernández tener a Racing como rival tiene un
gustito especial. Lo disfruta, claro, sabe cómo hacerlo. Con buen juego, pero
fundamentalmente con goles, su especialidad.
La eficacia del delantero de Independiente es notable. Entre
oficiales y amistosos suma cuatro goles en tres partidos. Los antecedentes eran
inmejorables. Ya le había convertido dos y anoche se despachó con otro doblete,
para poner a su equipo en ventaja en un lapso de 12 minutos, entre los 9 y los
21 del primer tiempo.
Tomando en cuenta los encuentros oficiales había anotado el
primero en 2016, en el empate 1-1 por la Copa Libertadores. El año pasado, ya
por la Superliga, convirtió otro en el Cilindro para garantizar la victoria 1-0
de Independiente, en un duelo en el que hubo que apretar los dientes y
multiplicar los esfuerzos para sostener ese resultado en desventaja numérica y
con una formación que presentó a varios suplentes.
“Parecía que le íbamos a hacer tres o cuatro goles, pero en
el segundo tiempo bajamos un poco la intensidad. Terminó siendo un buen
partido. Era especial para pulir algunas cosas y ajustar detalles de cara al
duelo del miércoles, en el postergado ante Rosario Central”, comentó mientras
recibía una bicicleta como premio al jugador destacado del partido.
Como si los goles no hubieran sido suficientes, Fernández
tuvo que lidiar con el festejo de los hinchas. Cuando celebraba el segundo de
cara a la tribuna, una bengala encendida pasó muy cerca de su cabeza. Tras un
breve diálogo con el jefe del operativo policial, el árbitro esperó que se
apagaran otras bengalas y se disipara el humo para reanudar el juego.
Fuente Clarín
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