Algunos funcionarios con experiencia que afortunadamente
conserva la AFA podrían asesorar al presidente respecto de las experiencias
vividas en el contexto de este álgido tema
Por Cherquis Bialo - Especial para Infobae
Claudio Tapia quiere quitar los promedios del fútbol
argentino (NA)
El último 8 de Enero el área de Prensa de la AFA le realizó
un reportaje al Presidente de la AFA con el objetivo de destacar públicamente
la gestión hasta ahora realizada y proyectar algunos aspectos del planeamiento
futuro.
Uno de los párrafos estuvo referido al sistema de los
descensos. En tal sentido Claudio Tapia dijo: "De acá a tres años no se va
a jugar más con promedios. Me parece que son los cambios que hay que producir
en el fútbol, acompañado de torneos más profesionales, donde podamos
revalorizar éste producto que tenemos".
Tal aseveración del presidente no nos resulta oportuna en el
punto de partida de un nuevo orden en el Fútbol Argentino. Requeriría cuanto
menos de un tiempo de mayor evaluación para llevar a cabo un cambio tan
drástico y tan probado a lo largo de la historia de la AFA.
Y sobre todo teniendo en cuenta que luego Tapia agregó:
"No es justo que un presidente electo pague por los errores del que estuvo
antes". O sea que los hinchas y los socios importarían menos que la
gestión de quien al postularse sabía cual era la situación de su equipo en la
tabla.
Algunos funcionarios con experiencia que afortunadamente
conserva la AFA podrían asesorar al presidente respecto de las experiencias
vividas en uno y en otro sentido. O sea con descensos por promedio o con
descensos directos.
Sabría entonces que entre 1957 y 1966, durante la
presidencia de Raúl H. Colombo, la AFA adoptó el sistema de promedios en un
contexto en el cual no existían competencias internacionales organizadas por la
Confederación Sudamericana de Fútbol, cuya agenda hoy resulta tan exigente como
prioritaria.
Quedaba clara entonces la intención de poner a cubierto a
los clubes "grandes" de cualquier contingencia como "un mala
temporada" que pudiera provocarle el descenso. Salvados los clubes grandes
de todo riesgo emergente se quitaron los promedios y se regresó al sistema más
conocido: descenso directo.
Pero en 1981 habría de ocurrir un hecho gravísimo en la vida
institucional de la AFA, una mancha de difícil olvido: el descenso de San
Lorenzo a la Primera B. Este hecho fraudulento hubo de llevarse a cabo porque
el sistema del descenso directo, además, no dejó espacio para el debate.
Como está registrado en la historia, San Lorenzo disputó el
partido final contra Argentinos Juniors en la cancha de Ferro Carril Oeste el
15 de Agosto de 1981 y perdió 1 a 0. Pero el arquero uruguayo Carlos Gualberto
Alles, de Argentinos, estuvo mal incluido y así quedó claramente constatado por
la documentación incluida en el expediente del Tribunal de Disciplina (de
Penas, por entonces) cuyo fallo resultó un fraude.
En los archivos de la AFA, más precisamente en el Boletín
Oficial del Tribunal, podrán leerse las piezas brillantes de Walter Ajolfi,
quien se apartó como Presidente del Cuerpo para ejercer la defensa de su club
–San Lorenzo- y de Juan Manuel Salas de Estudiantes de la Plata, más tarde nada
menos que Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires. Esos dos votos en disidencia fueron acompañados por otros dos, y se
convirtieron en joyas de la juridicidad deportiva. La votación para dar por
válido el descenso de San Lorenzo fue muy ajustada, con un final de 5-4.
El problema fue que a Julio Grondona le resultó imposible
imponer la Justicia, pues si lo hacía implosionaba la AFA toda vez que cientos
de jugadores estaban en las mismas condiciones de "ilegalidad
inmigratoria" de Alles. O sea que podrían protestarse todos los partidos
donde jugadores extranjeros especialmente de países limítrofes no cumplían con
la documentación de un organismo militarmente intervenido- la Dirección
Nacional de Migraciones- a cargo del un Gobierno Militar como el del General
Roberto Eduardo Viola.
or aquellos años la situación de ilegalidad era común y
hasta admisible en el mundo del fútbol, pues los controles no eran rigurosos y
con solo cruzar a Colonia en Aliscafo, hacer una entrada a Uruguay y regresar a
Buenos Aires, se convalidaba la irregularidad documentaria. Algo parecido a lo
que ocurre hoy en Rusia o Ucrania.
Hace unos años Don Ricardo Petracca, ex presidente de Vélez
Sarsfield, modelo de dignidad de la dirigencia argentina, me confesó que
aquellas habían sido horas de enorme aflicción en la vida de Julio Grondona,
pues sabía que convalidaba una injusticia, pero estaba bajo la presión de un
desastre institucional si se anulaba el campeonato o no se producían los
descensos de San Lorenzo y Colón. El viejo y prestigioso dirigente también recordaba
con dolor como presionó el General Guillermo Suárez Mason – hincha de
Argentinos y Comandante del Primer Cuerpo de Ejército – para que saliera el
fallo "así como estaba" al tiempo que el Brigadier Julio César
Santuccione, ex dirigente de Independiente, luego Jefe de la Policia de
Mendoza, mandó a dispersar con la Infantería a los hinchas de San Lorenzo
agolpados frente a las puertas de la AFA.
No fue todo. En una comunicación telefónica, Joao Havelange,
presidente de la FIFA en esa época, le anticipó a su amigo Julio Grondona que
si la AFA declaraba nulo su torneo o se comprobaban irregularidades
inmigratorias de jugadores fichados en los registros oficiales de la AFA, había
riesgo de una sanción que hasta podría costarle a la Selección Argentina,
campeona del mundo, no poder participar del Mundial de España 82'.
Fue en tales circunstancias que Julio Grondona no tuvo dudas
respecto de la reimplantación de los promedios a partir de 1983, año en que se
fueron Racing y Nueva Chicago por promedios y que con el sistema del descenso
directo habría hecho descender a River Plate.
El escándalo San Lorenzo no fue el único factor por el cual
la AFA volvió al método de los promedios. La hipótesis argumental fue que tres
años le permiten a los dirigentes corregir rumbos, modificar políticas, tener
"aggiornado" el estado de la situación y que una pérdida de categoría
nunca se dará por el traumático hecho de un último encuentro y depender de
resultados que se den en otras canchas con un estadio angustiado. Si los
equipos fueran 20, los descensos se producirían tras 114 partidos; y si fueran
22, como está previsto para el 2020, cada equipo tendrá 126 encuentros para
sumar puntos antes de descender. Y no rebrotarían aquellos malditos tips aún
vigentes de "escucho ofertas", "tengo el teléfono abierto",
"hay tantas miles de razones para que tal equipo juegue a muerte o
incentivado, que es una figura penada por la ley igual que el soborno", o
los famosos valijeros que el fútbol tuvo (o aun tiene) cuando un equipo no
juega por nada y su rival por "todo".
Cualquier lector que revise ciertos resultados llamativos o
"curiosos" advertirá que una manera de preservar la mayor cuota de
decencia posible es que siempre se juegue por algo. Y ese algo puede ser nada
menos que ganar éste año todos los puntos de un segmento final de Torneo, pues
tendrán incidencia con aquello que pudiere ocurrir en el próximo. Los puntos
más valiosos son aquellos que no cambian el status de la categoría que mejor
paga, que más prestigio otorga y que mejores condiciones de exponibilidad
ofrece a cualquier jugador para el futuro.
Es por esto que llama la atención el anuncio de Tapia. Su
condición de discípulo de Julio Grondona en la dirigencia del fútbol le ha
permitido tener conocimiento sobre los hechos fehacientes y vergonzantes de
cómo con descensos directos se generan "sociedades dolosas de varios
equipos que marcan a los dos que habrán de descender y en función de tal se
amañan los partidos entre ellos para perjudicar a esos terceros señalados. También
sabe Chiqui, como viejo dirigente, que el amañe es primero el resultado
arreglado entre los dos que juegan entre sí y después aquellas acciones
degradantes para debilitar a los"terceros perjudicados" con
provocaciones que conduzcan a inevitables expulsiones o lesiones de potenciales
adversarios.
Suele apelarse a Europa como el paradigma inequívoco. Los
ejecutivos de la Superliga y los dirigentes de la AFA parecen haberse fijado
como meta ser Europa. No tiene nada de malo, a no ser que justamente en Europa
es donde más amañe de partidos se produjeron. Las diferencia es que allí las
justicias deportivas u ordinarias han logrado investigar, comprobar y sancionar
hasta penalmente.
El "Calciopoli" de Italia mandó al descenso a la
Juventus en 2006 además de quitarle los títulos de 2004-2005 y 2005-2006,
enviándolo con 17 puntos menos a la Serie B. Pero también fueron sancionados y
por lo tanto descendieron Lazio, Milan, Fiorentina y Reggina por acciones
delictivas probadas en arreglo de partidos y apuestas. Fue preso el Secretario
Deportivo, Gianluca Pessotto, quien intentó suicidarse en la cárcel acusado de
ser el instigador de los partidos arreglados. En Francia sancionaron al
poderoso Olympique de Marsella y a su presidente, el millonario Bernard Tapie,
por arreglar un partido con el Valenciennes y lo mandaron al descenso. En
España acaban de iniciar una investigación por 50 partidos sospechados de
fraude en las series de ascenso que terminará afectando al futbol de España en
general, cuando se comprueben los intereses de los clubes de la Liga con sus
equipos filiales. Ni hablemos de otros países como Turquía, Croacia o Albania.
No está mal que el Fútbol Argentino mire a Europa, si como
ellos fuéramos capaces de subordinarnos a la Justicia. Ahora, si le devolvemos
10 puntos a Riestra -de los 20 con que fuera sancionado por el Tribunal de
Disciplina- por que alguien importante desde algún lugar lejano se lo pidió a
alguien igualmente importante y un Tribunal de Apelaciones saca un insólito e
infundamentado fallo el último día del año, el discurso y la realidad del
Fútbol Argentino van por veredas diferentes.
Claudio Tapia sabe que rápidamente le impondrán las
Sociedades Anónimas. Es una aspiración gubernamental y la AFA soporta aún una
enorme injerencia oficial. No debería de perder de vista entonces que tras las
Sociedades Anónimas llegaran las apuestas legales, que hoy son clandestinas.
Tal lo anunciado oficialmente, la Lotería Nacional cesará en sus funciones en
un año según un decreto ya suscripto por la ministra de Desarrollo Social de la
Nación, Dra Carolina Stanley, y no resulta difícil presumir que esas apuestas
quedarán en manos de empresas privadas que se dedican a explotar los juegos de
azar. Podría darse, "entonces, acaso, tal vez, en una de esas" que la
AFA y las apuestas queden vinculadas a través de actores comunes con intereses
en ambos lados. Y eso obligaría, cuanto menos, a repensar como se pone a salvo
la transparencia. Los descensos directos no parecen recomendables ante esta
posibilidad.
El contexto sobre el futuro del Fútbol Argentino nos pone
frente a un escenario complejo. A los ojos distantes del periodista, hoy la AFA
y la Superliga dividen los intereses del Fútbol Argentino. Y en estos casos la
estrategia política del poder siempre tiende a generar brechas internas entre
los llegaron por ser aliados y la única manera de debilitarlos para cualquier
acción política futura es dividirlos. Se valora el emprolijamiento
administrativo que está logrando Chiqui Tapia sin perder de vista que la AFA no
es una empresa, es una institución. Y que los clubes no son sujetos
comerciales, sino verdaderos mundos que dan contención y calidad de vida a sus
socios. El dinero que genera el fútbol es de los clubes antes que de las
empresas que lo usufructúan. Y tanto Tapia como los dirigentes que lo
acompañaron para llegar a la Presidencia saben muy bien que no es el propósito
de lucro aquello que debiera priorizar la AFA, pues ese es un objetivo de las
empresas y no de las instituciones.
Modificar el sistema de descensos, permitir sociedades
anónimas que terminaran absorbiendo antes que a nadie a los clubes más
modestos, los del ascenso y del Interior que apoyaron a Tapia, y darle
accesibilidad irremediable a las apuestas a través de empresas privadas resulta
en principio un peligroso cocktail para la salud del fútbol.
Antes de cumplirse el primer año de mandato y tras el
desastre heredado de la Comisión Regularizadora, el Fútbol Argentino no espera
que Tapia realice grandes cambios, sino que consolide los puntos fundamentales
de una doctrina que conoce muy bien. Si logra liderar bajo el imperio de la
unidad comprobará una vez más que "todo pasa" (los gobiernos
también…).
Fuente Infobae
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