Por Lucas Campos
¿Dónde va la gente cuando llueve? A la cancha de
Independiente. A abrazarse con los goles, a ver a Tagliafico levantarle los
brazos al cielo más lindo de todos y sobre todas las cosas, a ver fútbol.
Entonces la gente, entre el frío, el viento y la lluvia,
observó bien como las manos de los once soldados colorados se elevaron a las
nubes de Avellaneda. Y el match comenzó. La primer pitada de mi cigarro se
dirigió a una bandera que decía “Basta de AFAno”
Quizás sea fácil jugar en Boca, cuando nunca te cobran un
penal en contra, o sea fácil jugar en River, dónde te permiten seis refuerzos,
pero no es fácil jugar en Independiente, en dónde ante la duda, la decisión es
negativa. Sobre todas las cosas, es difícil hacerle un gol a un equipo de De
Felippe.
Tagliafico nos ilusionó a todos con una pelota que se
estrelló en el travesaño. Independiente fue con ganas pero siempre se encontró
con Aguerre. En el complemento, el “Dale Rojo dale Ro” se mezcló entre la fina
llovizna, mientras la gente veía, como dice el tema:
“Un arco iris tierno y precoz,
en el abanico de tu pestaña gris.
Ves aquellos hombres, corren sin ver
Buscan una casa donde cambiar su piel”.
¿Y dónde fue Meza? Se levantó del golpe y fue, y se metió.
Se metió y la metió. Entonces el abrazo de gol se produjo y todos nos
abrazamos. Porque el abrazo de gol es eso. Es el lugar en dónde, ricos, pobres,
negros y blancos comparten el sentimiento sin importar absolutamente nada.
Arriba el local.
El resto del partido fue una siesta. Solamente destaco la
viveza de Amorebieta que simuló un golpe e hizo expulsar al zaguero del Fortín.
Independiente ganó pero los abrazos duraron poco. Otra vez, en otro capítulo
oscuro y triste del fútbol, la policía bajó dicha bandera, quizás porque le
caía mal la frase, y además tiró con balas de gomas a dónde había hombres,
chicos y mujeres festejando la victoria de su equipo.
No les tengo bronca ni rencor. No los odio como quizás ellos
odian a Independiente, porque en otros clubes no pasa. Es más, los abrazaría
como abracé a cualquier desconocido en un grito de gol. Los abrazaría y les
diría al oído que una bandera no importa más que la vida de una persona. El
problema era que la bandera decía la verdad, y la verdad molesta y duele. Les
duele
Fuente De la Cuna al Infierno
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