Natacha Pisarenko / AP
Por Eduardo Verona
Existen muchas fantasías alrededor de los grandes jugadores.
Una de ellas es que no precisan nada porque saben todo. Edgardo Bauza planteó,
precisamente eso cuando afirmó que "Messi sabe todo". La realidad es
que nadie en ninguna actividad sabe todo. Es imprescindible enriquecer lo que
cada uno tiene. Ser cortesano de Messi no le sirve ni al propio Messi.
¿Los cracks saben todo? ¿No precisan que alguien que esté
cerca o lejos les ofrezca ni un poquito de conocimiento en un área muy
específica? ¿Los cracks no tienen nada para aprender porque ya acariciaron la
cumbre y sienten que es imposible superarse? Parece muy difícil responder de
forma categórica esas preguntas que incluso se elevan por encima del fútbol.
Las vidrieras que muestran algunas imágenes confiables
delatan que ser un crack o un super crack no habilita la suma perfecta de todas
las virtudes imaginables. Siempre hay algo más o menos valioso y genuino que en
el recorrido se puede ir incorporando. Hasta para un jugador de la dimensión
colosal de Lionel Messi.
Para el entrenador de la Selección nacional, Edgardo Bauza,
sin embargo, “Messi sabe todo”, como viene comentando en distintos medios y en
la última entrevista que concedió al diario La Nación en los días previos al
partido de este jueves frente a Chile en el Monumental.
Edgardo Bauza - Foto: AP
La declaración que formuló el Patón Bauza no suena muy
afortunada. Ni aún tratándose del mejor jugador del mundo, quien venía
generando algunas inquietudes respecto a sus últimos rendimientos aunque en el
4-2 del Barcelona sobre Valencia del pasado domingo (Messi convirtió 2 goles,
uno de ellos de penal) haya levantando su nivel respecto a sus presentaciones
anteriores frente al París Saint Germain y Deportivo La Coruña.
Siguiendo la línea argumental que planteó Bauza, si Messi
sabe todo, ¿qué se le puede decir? ¿Qué se le puede indicar? ¿Qué se le puede
corregir cada vez que vista la camiseta del Barcelona o de la Selección?
Absolutamente nada. Los técnicos, en este plano de subordinación total, con
Messi solo tendrían una opción excluyente: ponerlo en el equipo y que él, sin
ninguna participación ni influencia externa, encuentre su mejor lugar en la
cancha. Si no encuentra ese lugar afín a su creatividad, esperar al próximo
partido para ver si Messi se ilumina.
Quizás, sin dejarse tentar por las verdades reveladas que no
son tales, habría que reconocer que nadie “sabe todo” en ninguna función. Hay
algunos que saben más que otros. Y algunos elegidos en distintas especialidades
que saben muchísimo. Pero nadie en ninguna actividad resume todas las inteligencias
ni todas las sabidurías. Ni en el universo del fútbol ni por afuera de las
fronteras del fútbol.
Afirmar que “Messi sabe todo” como manifestó Bauza, es de
alguna manera también obligarlo a Messi a que resuelva todo. Y está muy claro
que no lo hizo, no lo hace y es muy improbable que lo haga. Porque las
dificultades objetivas que se le presentan (en este caso en la Selección) para
desarrollar en plenitud sus condiciones son motivo permanente de debate y
polémica. Un debate y una polémica interminable que incluye análisis
oportunistas y quizás algo mínimo que pueda rescatarse.
Un fenómeno de la talla de Messi
también necesita alguna mirada certera y sensible que lo enriquezca.
Su fútbol, ya al borde de los 30 años y en proceso de cambio
(es evidente que no juega igual que cuando tenía 25), puede tener una alta
autonomía. Pero Messi en muchas oportunidades pide ayuda aunque no lo diga
públicamente. La ayuda invisible es la sintonía fina de alguien que acompañe
con talento su tránsito brillante por el juego. Ese alguien, por ahora sin
nombre propio, no se percibe. Ni se ve en el horizonte.
Ser cortesano de Messi no
le va a servir ni al propio Messi. Porque no sirve la aprobación permanente y
exagerada.
No sirve instalarse en la exaltación continua de una gran
virtud. No sirve escuchar que el entrenador de Argentina comente que “Messi
sabe todo”. Entre otras cosas porque no es cierto. Y porque “saber todo”
produce algo muy cercano al aislamiento. Es la soledad, no deseada, del hombre
que supuestamente “sabe todo”. Del jugador que “sabe todo”. Y como “sabe todo”
no demanda nada. Ni cierta comprensión o indulgencia frente al error o la
claudicación de una tarde o noche desangelada.
Pelé, Maradona, Cruyff y Di Stéfano (el orden no expresa un
ranking), por citar a las mayores celebridades del fútbol mundial, tampoco
sabían todo. Por eso, precisamente, no pararon de crecer. Porque siempre
querían saber un poco más. Aprender hasta el último día. Jugar mejor, en
definitiva. Ese fue por lejos el mejor estímulo. El motor de una evolución
formidable que nunca se detuvo.
Dicen aquellos que lo frecuentaron y lo frecuentan que Messi
es ferozmente competitivo. Que perder lo abruma y lo frustra. Ahí, en los
pliegues intransferibles de la derrota, el astro se siente vacío. Porque debe
sospechar desde la duda existencial que todos tenemos que no “sabe todo”. A
pesar del diagnóstico fallido de Edgardo Bauza.
Fuente Diario Popular
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