De los últimos 15 entrenadores que tuvo el Rojo, a la
mayoría les fue muy bien en otros clubes y ocho de ellos incluso lograron
títulos. ¿Y si sostienen un proyecto?
Por Favio Verona
La calculadora no siempre brinda certezas en un deporte tan
impredecible como el fútbol. Pero en esta oportunidad las cifras son tan
contundentes que no admiten demasiada discusión. De los últimos 15 técnicos que
dirigieron a Independiente sin contemplar interinatos, ocho cosecharon títulos
en otros equipos. Y sólo uno de ellos pudo festejar en el Rojo: Mohamed, quien
conquistó la Sudamericana en 2010. Milito todavía no encontró trabajo y
Pellegrino no se consagró, pero en silencio llevó al humilde Alavés a la final
de la Copa del Rey por primera vez en su historia. Se torna evidente que en los
últimos años de sequía el principal problema de Independiente no fueron los
entrenadores.
El Rojo lleva 14 años sin festejos a nivel local y seis en
el plano internacional. Durante ese período pasaron técnicos de toda índole:
conservadores y ofensivos, de perfil bajo y altaneros, forjados en el club y
ajenos a la casa, con amplias trayectorias e inexpertos, afines al uso de la
tecnología y reticentes a las innovaciones. En definitiva, un crisol de extrema
heterodoxia. La multiplicidad de perfiles delata que Independiente cambió
mucho, aunque salvo por el espejismo de la Sudamericana, el destino casi
siempre fue el mismo: el fracaso.
Excluyendo a Agüero, quien tuvo un paso efímero, Montenegro
y Mancuello, que gozó de una breve primavera, al club le costó mucho encontrar
referentes en el período de vacas flacas mencionado. La ausencia de caudillos
influye, pero tres de los últimos cuatro entrenadores, De Felippe, Almirón y
Pellegrino, quienes cosecharon títulos cuando se alejaron de Avellaneda,
coincidieron en que el principal problema del Rojo es otro. Todos ellos creen
que la impaciencia que gobierna al público afecta a los futbolistas y atenta
contra la posibilidad de lograr los objetivos planteados. Por más que a la
gente le cueste reconocerlo, se respira un clima de pesimismo generalizado que
conduce hacia un proceso de autodestrucción muy similar al que atravesó Racing
en sus épocas de crisis perpetua. “Hasta que no se gane algo, esto no va a cambiar”,
dijo alguna vez Gaby Milito. La realidad se empeña en darle la razón.
Fuente Olé

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