Por Jorge Mario Trasmonte
"Los pactos de caballeros no existen más”, selló ayer
un dirigente de Independiente cuando le preguntaban si no violaba un código
ético por contratar a Walter Erviti, libre de Banfield por falta de pago.
Varios dirigentes, replicando una maniobra que ya habían
hecho sus antecesores en los años 70, se habían puesto de acuerdo para no
incorporar a ningún jugador libre por haber ejecutado la cláusula que los
habilita a pedir esa condición cuando su empleador deja de pagarles dos meses
seguidos.
El “pacto” no está escrito en ningún lado: es ilegal. Los
dirigentes que no pagan piden la solidaridad de los demás (de los que tampoco
pagan y de los que sí cumplen) para que el jugador, antes de acudir a aquel
derecho legal, lo piense dos veces, porque se va a tener que ir a jugar a
Groenlandia.
La definición del dirigente del Rojo encierra tres aristas:
1) ¿de qué caballeros hablamos cuando se trata de un pacto claramente mafioso?;
2) somos todos muy caballeros hasta que nos conviene dejar de serlo. Como se
rompió el pacto de los 70, ahora se quiebra este otro cuando Independiente
necesita a Erviti. No alcanza con que el nuevo club se haga cargo de la deuda
que tendría que pagarle Banfield al jugador: también quiere un dinero como si
aún fuera dueño del pase que perdió. Ese club reclama la “caballerosidad” del
otro, que al momento del pacto coincidía en que había que resarcir a la institución
de la que viniera el jugador en conflicto.
La tercera arista de la frase del inicio está implícita
aunque no sea lo que haya querido decir quien la pronunció. Pactos de
caballeros no hay más, no puede haber, porque cada vez es más difícil encontrar
un caballero.
Fuente Olé
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