El Rey de Copas ya suma 20 años de
sinsabores continuos y sólo algunas alegrías esporádicas; las visiones de
Daniel Bertoni, Enzo Trossero y Elvio Pavoni, referentes de la gloria pasada
Por Rodolfo Chisleanschi - Para La Nación
Pavoni, Bertoni, Bochini y
Trossero
En marzo de 2001, la directora de
cine Lucrecia Martel estrenó su ópera prima, La Ciénaga, protagonizada por
Graciela Borges y cuya trama retrataba la decadencia de una adinerada y
poderosa familia del noroeste argentino. En el torneo Clausura que se disputó
durante ese semestre uno de los grandes finalizó 17º, antecedente del último
lugar que iba a ocupar por primera vez en su historia exactamente un año más
tarde. Era Independiente .
Por supuesto, no existe ninguna
relación entre ambos hechos, pero el recuerdo sirve para dibujar una realidad:
más o menos desde entonces, o quizás desde algunos años antes, el otrora Rey de
Copas vive inmerso en una ciénaga de la que se muestra incapaz de escapar, con
un cuantioso pasivo económico y sumando decepciones deportivas. Pero tal como
le sucedía a aquella familia parece no aceptar la imagen que le devuelve el
espejo.
En mayo de 2016, el presidente
Hugo Moyano presentó a Gabriel Milito como "el técnico del futuro campeón
del fútbol argentino", pero Milito renunció en diciembre, con el equipo
lejos de la lucha por el campeonato, y esa visión distorsionada de la realidad
no ayuda a encontrar la salida. Peor aún, cada intento, cada volantazo, cada
vuelta de tuerca parece hundir un poco más a esta familia sin brújula. La
diferencia es que en el film de Martel la degradación solo afecta a los propios
interesados, mientras que en el caso del Rojo sacude el alma de millones de
hinchas que imploran, pero al mismo tiempo exigen, recuperar cuanto antes la
gloria extraviada. Y como la desesperación es pésima compañera de viaje, una
primera derrota en un amistoso de verano -por más contundente y dolorosa que
sea- ya provoca zozobras, pone en duda el enésimo proyecto de los últimos años
y altera el pulso del trabajo diario.
La historia de la degradación de
Independiente tiene un punto de partida difuso, en algún punto de los años 90.
"Empezó después de los títulos que ganó el equipo que dirigía Miguel
Brindisi (Clausura y Supercopa 1994)", afirma Ricardo Daniel Bertoni;
"es difícil establecer un momento concreto", coinciden Enzo Trossero
y Ricardo Elvio Pavoni; "todo arrancó el día que se retiró Bochini",
arriesga un notorio ex directivo.
El cálculo, en todo caso, ronda
los veinte años de sinsabores continuos y solo algunas alegrías esporádicas,
como fueron el triunfo en el Clausura 2002 y la Copa Sudamericana 2010. Dos
décadas en las que un club que era elogiado por su ejemplar administración y
sus éxitos constantes fue acumulando deudas, escándalos y fracasos.
"Una vez que se fueron los
viejos dirigentes, como [Pedro] Iso o [Jorge] Botaro comenzaron los problemas
económicos, y muy despacito fue llegando la caída en lo deportivo", relata
Bertoni, quien fue el mejor ladero del Bocha en los tiempos gloriosos. "El
club de los gallegos que pagaban poco pero con puntualidad no estaba preparado
para manejarse en un mercado internacional, no se actualizó y fue sufriendo las
consecuencias", sostiene el citado ex dirigente, que prefiere el anonimato
"por respeto al esfuerzo que realizaron todas las conducciones de estos
años".
Las decisiones equivocadas, la
falta de transparencia en el manejo de los fondos, los continuos cambios de
entrenadores y futbolistas -"Debe ser uno de los clubes que más cambió en
los últimos diez años", dice Trossero- condujeron a Independiente al que
pareció su punto final: el descenso a la B Nacional en 2013. Sin embargo, y más
allá del regreso inmediato a Primera y de algunas campañas aceptables, ni el
resultado ni el juego del equipo lograron acercarse al listón que marca la
historia de la entidad. Y el hincha perdió la paciencia.
"Somos el único grande que no
ganó nada en los últimos años. Tenemos que salir campeones como sea", es
la frase más escuchada en los pasillos del Libertadores de América en los
últimos tiempos, sin contemplar que de esa manera cargan con una mochila
insoportable a futbolistas que pueden ser prometedores y técnicos con ideas
interesantes que al final se muestran incapaces de soportar tanto peso.
"El hincha no tiene la culpa por estar enojado, porque llevan años sin
darle un equipo competitivo y le han mentido demasiadas veces", analiza
Bertoni.
Pero además de ganar, el
simpatizante Rojo quiere defender un estilo de juego que supone histórico, y
cierra las puertas a reconstruir el equipo con otros métodos. "Hoy todos
quieren jugar como el Barcelona pero sin Iniesta ni Messi", se queja
Pavoni: "Me pregunto por qué hay que soltar a los laterales si no están
capacitados para ir al ataque, por qué no podemos esperar atrás como los demás
le juegan a Independiente".
Trossero sostiene la misma
opinión: "Los muchachos que ahora van a la cancha no vivieron la etapa de
los éxitos y se equivocan en algunas cosas", señala el rubio marcador
central, líder espiritual del equipo del 83-84, último que levantó la Copa
Libertadores en el club: "Bochini había uno solo, el resto apretábamos los
dientes y metíamos la pierna". El Chivo, aquel aguerrido uruguayo que
marcó una época marcando la punta izquierda de la defensa, va incluso más
lejos: "El paladar negro es un cuento", sentencia, "y es mentira
que jugando bien a la larga ganás. Es al revés: ganando a la larga jugás bien.
¿Sabés cuántos partidos ganamos en mi época jugando horrible?".
La recuperación de una mística que
Bertoni considera "arruinada" es el gran desafío actual de
Independiente. El autor del tercer gol de la Argentina en la final del 78 ante
Holanda cree que la misma "llevará mucho, mucho tiempo, porque no hay
paciencia para esperar a nadie y no existe un proyecto a largo plazo. Cuando descendimos
perdimos la oportunidad de ?refundar' el club, como de alguna manera hizo
River. Pero habrá que intentarlo, y la única manera es trabajando todos juntos
y buscando las personas adecuadas para cada función. En cada puesto debe
elegirse gente capaz, no amigos".
En ese sentido, para Trossero
sería interesante "rescatar la figura de un director deportivo que
controle todo el área de fútbol. El club tiene ex jugadores y entrenadores con
experiencia para ocupar ese lugar". Y el Chivo apunta que debería recuperarse
incluso los viejos gestos de antaño: "Aquel saludo en mitad de la cancha,
todos bien formados, demostraba personalidad e imponía respeto. Aunque parezca
una tontería es un detalle que influye a la hora de salir a jugar".
Todo vale para tratar de volver a
ser, para intentar sacar a la orgullosa familia Roja de la decadente ciénaga en
la que lleva sumergida más de dos décadas.
Fuente Cancha Llena

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